Se rompió la amistad

Fidel Castro y Lázaro Cárdenas

Nada  más una vez lo he visto, y fue en  el Palacio Legislativo de San Lázaro,  el día 1 de diciembre de 1988. Vino a la toma de protesta de Carlos Salinas de Gortari, como presidente de México.  La distancia que nos separaba eran algunos 20 metros. Lo veía y no lo creía, estaba cerca de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua.  Ahí estaba Fidel Castro.

Mi primer acercamiento con la Revolución Cubana fue en la primera mitad de la década de los 70 del siglo pasado, a través de un libro de pasta roja que se titulaba Cuba para principiantes, de Eduardo del Río (Ríus). Después cada vez que iba a la Ciudad de México visitaba la librería del Partido Mexicano  de los Trabajadores (PMT) y compraba todo que había sobre Cuba, los escritos de  Martí,  los discursos de Fidel Castro en tres tomos, y otros más.

El impacto de la Revolución Cubana fue tremendo en toda América Latina. A unas cuantas millas de EUA se construía  una nueva sociedad, la cual sería distinta a las de los  países capitalistas. El grupo de jóvenes que se había reunido para conspirar en el Café Habana, en la Avenida Bucareli de la Ciudad de México, estaba edificando un país diferente.

Esos jóvenes, según nos dice Doña Amalia Solórzano, esposa del General Lázaro Cárdenas del Río en Era otra cosa la vida, se prepararon físicamente en un rancho que el general tenía en Michoacán.

“El General conocía al grupo de Fidel Castro antes de que los apresaran. Sé que los ayudó y hasta halló modo de facilitarles posibilidades para que lucieran sus entrenamientos. Una vez en Uruapan dijo a su ayudante: «Van a venir unas personas en una camioneta, las haces pasar de inmediato». Cuando llegaron, el General estaba ocupado y el ayudante, para no molestarlo, no los anunció y no los hizo pasar hasta que se desocupó. El General se lo reclamó. Supe después que eran Fidel y algunos de sus compañeros”.

Cuando los agarraron, el General fue a ver al presidente Adolfo Ruiz Cortines. Éste lo recibió de inmediato y el General le pidió mucho la libertad de los presos: «no tienen delito, están luchando por la libertad de su patria», le dijo”.

 

“En abril de 1961 se produjo la invasión contra Cuba en Bahía de Cochinos. El General decidió ir de inmediato a la isla a mostrar su solidaridad. Lo primero que intentó fue viajar en un avión de línea. Pero no fue posible. Entonces habló con el aviador que lo había llevado a la zona chiclera de Tabasco, un sobrino de Roberto Fierro, para ver si podía llevarlo hasta La Habana. El aviador dijo que sí. El General pidió permiso al gobierno para el vuelo.

“Cuando el aviador llegó al aeropuerto para abastecer su avioneta, se encontró con que hasta cadenas le habían puesto, junto con un recado donde se le informaba que ese avión no podía salir. Nosotros fuimos a dejar al General al aeropuerto junto con César Martino y Pedro Ledesma. Allí había muchos amigos que habían ido a despedirlo. Fue ahí que se enteró que el gobierno no había autorizado su vuelo”. Lázaro Cárdenas y Heberto Castillo no pudieron viajar a Cuba.

Se convocó entonces a una manifestación en el Zócalo, en defensa de Cuba. Fue impresionante. Muchos miles de estudiantes, maestros, escrito­res, gente del pueblo, fueron participantes y testigos de este acto de solidaridad, el 18 de abril de 1961, por la noche. Para que el General pudiera ser visto y oído, tuvo que subirse al cofre de un automóvil. Entonces todos nos sentamos en el piso para poder escuchar y ver, en medio de un silencio impresionante y un respeto absoluto. La gente estaba indignada por el monstruoso atraco contra Cuba”.

Días antes del 1 de diciembre de 1988, miles de volantes circularon por la ciudad de México; era el artículo de Heberto Castillo que había escrito en el periódico El Universal, y en la Revista Proceso, los mandó imprimir Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Qué decía Heberto en su texto que causó tanto revuelo? Va:

“En unos cuantos días más, a partir del 1 de diciembre, Carlos Salinas de Gortari será impuesto como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Sabemos todos que es producto del fraude electoral y del inmenso poder económico y político que usufructúa el PRI desde que existe. Tendrá, además, el espaldarazo de los Presidentes de varias naciones hermanas, entre ellas, quién lo dijera, de Nicaragua y de Cuba”

Y así fue, Fidel Castro y Daniel Ortega, íconos de la izquierda latinoamericana y del mundo, aludiendo razones de Estado, respaldaron, contra la opinión e intereses de sus aliados izquierdistas mexicanos, a Carlos Salinas de Gortari.

Se dice que Fidel Castro ya no perdonó a su antiguo amigo Heberto Castillo. Ni Heberto Castillo perdonó a Fidel Castro su actitud para legitimar a quien, a ojos de gran parte del pueblo y de la opinión pública, era un usurpador.

… Y la amistad se rompió. Así terminó la amistad de Fidel y Heberto.

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