Feliz año nuevo, homenaje a Rubem Fonseca

 

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—Hay que allanar el camino.

—¿Cómo?

—Tú eres el que sabes, dame opciones para elevar los ingresos de 2017.

—No hay mucho margen.

—Ya agotamos el crédito, piénsale.

—Bueno, incrementar los impuestos, un poco por aquí y algo más por allá, nos podría llevar a recabar mil millones de pesos.

El gobernador sonrió y se acercó hasta donde estaba el Secretario de Finanzas para palmearle la espalda. No está mal, le dijo al oído, y aquel se dejó querer aunque alcanzó a decir que la decisión traería problemas.

—Adelante, llama al gobernador electo y a la líder del Congreso del Estado para redondear tu idea y armar consensos —ordenó mientras bebía la última gota del whisky.

—Claro, ahora les llamo —y el Secretario se encaminó a la puerta principal en un mar de dudas.

Se dirigió a su oficina y luego llamó a Paco, su subsecretario, a quien le platicó la orden del tercer piso.

Hay que incluirla en la ley de ingresos, tiene que estar lista antes del 10 de diciembre para entregarla en el Poder Legislativo. El subsecretario salió apresurado con el celular en la oreja. Bomberazo, dijo a alguien. Eso significaba que los del equipo técnico se encerraban en su oficina hasta que estuviera listo el agregado a la ley de ingresos.

Necesitamos mil millones de pesos extras para 2017, dijo como si fueran mil pesos. Denme opciones.

El más listillo afirmó: incremento Impuesto Sobre Nómina, y antes de que le contestaran dijo con un punto y punto medio, tendríamos entre 650 y 750 millones de pesos, el resto con la tenencia y servicios del gobierno.

Me parece excelente, dijo el Secretario sin considerar las reacciones que provocaría entre el empresariado y mucho menos sus efectos multiplicadores en el empleo, salarios,  consumo.

No era necesario, siempre era sí. Dos, tres días de periodicazos y luego  todo volvía a su curso.

¡Alza al ISN!, anunciaba la portada del principal diario del estado acompañado de entrevistas a empresarios y líderes de la oposición. No todos los legisladores estaban en sintonía. La mayoría haría lo de siempre: votar a favor incluso sin leer la ley de ingresos y lo hacían sin volver la vista a sus representados.

No les preocupaba que el incremento no hubiera sido pactado con los centros empresariales. Que se chinguen, diría uno de ellos.

Tampoco que fuera una amenaza para el empleo formal, ni que provocara malas prácticas en la contratación de nuevos trabajadores o de plano los despidos laborales. Ellos tenían el suyo y muy bien pagados, sumados a los privilegios del cargo de representación.

Menos todavía que afectaran al trabajador en sus ingresos de por sí insuficientes para llevar una vida con mínimos de dignidad.

No, lo que importaba era quedar bien con el gobernador en turno y el entrante. Sabían que eso tenía sus ventajas y beneficios para sus carreras políticas opacas. Favor con favor se paga, es el sentimiento que la mayoría incuba en la ruleta de la política.

Pero los empresarios levantaron la voz. Su dirigente se apersonó y encaró al Presidente de la Comisión de Hacienda del Congreso del Estado. Aquel trastabilló y tartamudeando quiso justificar la decisión. No lo logró. El líder de los empresarios se fue a redactar un pronunciamiento en el que llamaba traidores a los legisladores. Las cosas se ponían mal. No estaba calculada esa respuesta. Por allá, un diputado economista salió a decir que había motivación política en la presión que ejercía el empresariado. Un líder partidista que había mandado a votar a favor a sus diputados se retractó y realizó un acto penoso de desautorización, al declarar que su partido estaba en contra de la alza de impuestos. Sus diputados se quedaron mudos, pero no de vergüenza. Tuvieron que volver atrás y hacer una nueva propuesta. Casi todos la votaron a favor incluidos los más radicales. Los empresarios callaron.

Allá, afuera, la gente, salvo las siempre excepciones a la regla, se dedicaba a comprar sus regalos navideños y esperar el año nuevo para brindar y repartir abrazos a diestra y siniestra.

El gobernador saliente volvía a sonreír y el nuevo respiraba tranquilo, había salido ileso de su primera batalla.

(*)Feliz año nuevo, título de cuento y libro del escritor brasileño Rubem Fonseca.

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