Empiezan las lluvias y la siembra de temporal en la sierra

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Don Rosario Vega apenas se recupera de su operación, pero ya anda sembrando sus tierras de temporal en el ejido El Cajón de Cancio, 12 kilómetros arriba de la cabeza municipal de Choix.

Había guardado semillas de maíz blanco de la cosecha anterior, y éstas las ha arrojado a su tierra, que previamente desyerbó y destroncó con mula, y que como arado utilizó una vara con un clavo para hacer el agujero en donde el grano germinará.

Dice que espera tener buena cosecha, porque las lluvias han sido regulares, más que el año anterior. Su maíz no terminará en bodega, sino en costales. Será para consumo personal, pues la siembra de temporal es de subsistencia. Si obtiene una cosecha abundante, una parte la venderá para comprar alimentos para su numerosa familia. Con otra parte alimentará a sus vacas.

“Primero Dios, la lluvia llegue a tiempo, no lleguen plagas y luego la cosecha”, explica con su voz apenas perceptible.

Aquí lo conocen como don Chalo. Es de pocas palabras. Es un sierreño. Un productor de temporal nativo que desconoce de luchas de precios de grano, de subsidios a la siembra, de apoyos para combustible o de financiamiento a la siembra de subsistencia.

Como don Chalo, otros temporaleros han salido al surco para aprovechar la humedad de las lluvias recientes.

Desde el Fuerte hasta Choix, la actividad en las laderas de los cerros va creciendo.

Todos madrugan para aprovechar el fresco. El sol de media mañana es bravo, y quema. Arde la piel, evapora el agua del cuerpo y consume las pocas fuerzas que dan los alimentos matutinos.

Los temporaleros de mala gana reciben a los fuereños. Están en sus labores, y de ellas son parcos.

Hay quienes son reacios a hablar, pero otros se divierten engañando al recién llegado. Narran cuentos increíbles, como el que días atrás la lluvia tapó los surcos, y fueron obligados a resembrar, con semilla prestada, o cuando la plaga de chapulines se comió hasta los tallos del sorgo, o que tantos insectos se encaramaron en el cañajote del maíz hasta que lo acamaron.

Las risas de quienes desyerban el predio delatan el amaño.

Otros campesinos le temen a la cámara, y ocultan sus rostros. Pocos dan sus nombres, y con monosílabos, a tirabuzón, hablan de lo que les espera, en el ciclo agrícola en desarrollo.

Todos ellos voltean al cielo, hacia las montañas, cuando invocan la lluvia, como soltando una plegaria a su Dios para que la lleve a ellos.

Para ellos, el agua es lo más preciado. Son hombres de montaña, de retos y de ingenio para subsistir, pero no por ello apolíticos.

Dicen no creer ni tener líderes, y que los dirigentes en ocasiones los engañan.

“Unos vienen, prometen, consiguen y se van. Ya no regresan. Para que creer en ellos, vale más seguir como estamos y continuar caminando, despacio, pero avanzando”.

Por eso, ellos mejor recurren al coyote o prestamista, que les financia la siembra y les promete pago oportuno, pero bajo, de su cosecha de maíz o ajonjolí.

En esta zona muy pocos siembran sandía, que sería el mejor cultivo pues se puede vender directamente en el verano, o bien transportándola sierra abajo y buscar clientes en la ciudad. Es de mayor riesgo, pero de mejor ganancia.

De cualquier forma, para ellos, mantener la siembra de subsistencia es mejor a no tener nada.

Don Chalío lo sabe, por eso desde que se levanta ya está pensando en qué hacer en su parcela, en la de sus hijos o en la de sus yernos.

Gilberto Irazoqui Galaviz, presidente del Comité Municipal Campesino número Cinco, asegura que la siembra de subsistencia debe tener apoyos adicionales para la adquisición de semilla mejorada, resistente a la sequía, agroquímicos y en mano de obra.

“A los temporaleros no les interesa vender su cosecha. Su siembra no es negocio, sino subsistencia, por eso deben tener otros financiamientos y no los que se destinan a la cadena intensiva, como en los valles, en donde el productor la hace para ganar dinero”.

Irazoqui Galaviz consideró que la política agropecuaria nacional está equivocada y por ello debe ser reconsiderada, no con ideas políticas o de respaldo a determinado político, sino con meta en la soberanía alimentaria y de generación de riqueza para los valles.

“Mientras las políticas agropecuarias se aprueben en escritorios, todos fracasaremos. Sólo unos cuantos, que están en los escritorios, en el aire acondicionado, ganarán billetes. Ellos no están en la cadena productiva, sino dentro de la especulación. Nosotros, los que nos partimos la madre en los surcos, o como los temporaleros que a diario, en la montaña, se soban el lomo lindo y bonito sólo para comer maíz o milo estaremos sembrando esperanza y cosechando deudas. A puro valer madre”.

 

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