El mito de Malverde, el Bandido generoso, antes y después de Eligio González

Malverde-Serrato (3)
Cuenta la leyenda que Jesús Juárez Mazo, más conocido como Jesús Malverde, nació un 25 de diciembre de 1870 en el poblado de Lomas blancas del municipio de Mocorito, Sinaloa. Esto no está respaldado por documentos, pertenece a la creencia popular. Lo mismo ocurre con la historia que se empezó a tejer desde aquella fecha.
Se cuenta que Jesús fue hijo de un rico hacendado y una india de origen mayo, y que debido a esa disparidad el padre nunca lo reconoció, al contrario, hizo todo lo posible para que el muchacho desapareciera de sus dominios; fue así que el joven, un día decidió dejar su terruño y se fue a Culiacán, tenía 15 años, anduvo trabajando de peón y mandadero, por esta actividad, conoció a unas damas, dos hermanas que pertenecían a la rancia sociedad, quienes lo adoptaron como sirviente. El joven, a la edad de 19 años, ya era un apuesto zagalón, y aquellas mujeres, con el afán de refinarlo para que fuera digno acompañante, le prodigaron estudios con un maestro que le daba clases de civismo, historia, conocimientos del arte y la ciencia. Ellas complementaron su saber inculcándole la lectura de la Biblia y el uso de las buenas costumbres. Ante aquella situación, no faltó quien dijera que también lo metía en sus camas.
El problema vino cuando empezaron a llevarlo a las fiestas de postín que se daban en el Casino de Culiacán. Para esos entonces, Jesús Juárez Mazo ya era un apuesto caballero de 28 años. En una de aquellas fiestas sacó a bailar un vals a la más bella de las asistentes, de inmediato se dio en la pareja la atracción. Al paso de los días, el joven decidió visitar la residencia de la bella joven, para solicitar del padre de ella la anuencia y frecuentar a su ahora enamorada. El hombre aquél era un rico minero, integrante poderoso de la sociedad, y por tanto, bien informado. Sabía de los orígenes del joven, y de inmediato no nada más lo rechazó, sino que lo amenazó con darle una paliza si lo miraba rondando su mansión.
Jesús, lejos de arredrarse, a punta de pistola se llevó a la muchacha. Fue así que se convirtió en un bandido que retó a la rancia sociedad y al gobierno. Asaltaba en los caminos, y se perdía en lo verde del monte. De ahí el origen de su nombre de batalla: Jesús Malverde. Un mal día fue aprendido y al siguiente colgado; la gente dice que fue un 3 de mayo de 1909, dizque el gobernador anunció que quien osara descolgar el cadáver correría la misma suerte.
Al paso de los días, el colgado se convirtió, por causa del calor, en un horrendo y apestoso esperpento. Un día, seis arrieros que pasaban por el lugar, se asustaron al verlo y con sus gritos espantaron a las seis mulas que llevaban cargadas con barras de plata y oro. Ya el sol se ocultaba y los animales no aparecían, uno de ellos se hincó bajo el esperpento y, aunque ahogado por la peste, con voz temblorosa dijo: ánima de ese que está colgado allí, te rogamos nos ayudes a encontrar las mulas, y en compensación, te daremos cristiana sepultura. Como si aquellas palabras fueran un conjuro mágico, las bestias aparecieron con su carga. Aguantando el asco, los arrieros bajaron el cadáver con jirones de carne agusanada, lo cubrieron de piedras y le pusieron una cruz de palo Brasil. Al llegar a la ciudad contaron la hazaña, y la gente desde entonces empezó a creer en Jesús Malverde, hasta considerarlo su Santo. Sin embargo, con el tiempo la tumba quedó olvidada entre el breñal.
En el año de 1970, un día del mes de agosto en que el sol calentaba el empedrado provocando escozor y sarpullido, Eligio González León estaba en la explanada del panteón San Juan, esperaba cliente con su camioneta en la que daba servicio de fletes; bebía una cebada cuando llegaron tres hombres. Compa, queremos traer unas calabazas del Carrizal, cuánto nos cobra. 200 pesos. ¡Juímonos! Antes de llegar al lugar, uno de aquellos le dijo: entra por esa brecha. Bajaron de la carretera; al estar a una distancia de aproximadamente 300 metros, le ordenaron que bajara y al instante, le sorrajaron cuatro balazos calibre .45 en el pecho. Allí lo dejaron en calidad de muerto. Una volanta de soldados que a la lejanía habían escuchado las detonaciones, lo llevó al Hospital Civil. Grande fue la sorpresa del médico, al comprobar que aquel hombre respiraba.
Eligió, me contó así: Amigo. Yo vi venir la muerte, y desesperado le empecé a pedir a Dios que tuviera piedad de mí, mi madre, mis hijos y mi esposa, pero la muerte seguía avanzando hacia mí. Me acordé de doña Amadita, una anciana que días antes me dijo: Muchacho, cuando tengas la necesidad de un verdadero milagro, pídele a Malverde, él intercederá por ti ante Dios misericordioso. Pero es necesario que le ofrezcas algo en reciprocidad, tiene que ser algo que puedas cumplir porque si no… te puede caer la maldición de Malverde. Yo le ofrecí que cuidaría de su tumba hasta el último día de mi vida.
Veinticinco días después, Eligio salió del hospital, al día siguiente tomó un machete y fue a buscar la tumba olvidada de Jesús Malverde, la encontró en una colonia que le llamaban La Pierna, un lugar donde había una laguna pestilente, llena de arbustos, alimañas y basura; la gente que por ahí vivía era menesterosa y maleantes en su mayoría; al verlo pasar todos los días, alguien le preguntó: Compa, que hace por estos lares. Cumplo una manda, mi señor Jesús Malverde me hizo el milagro de vivir —lo decía mostrando las cicatrices—, yo le prometí cuidar de su tumba por el resto de mi vida. La gente empezó la romería, que desde entonces crece, ahora para visitar la capilla.
Eligio González León murió en agosto de 2003. Durante los años que estuvo cumpliendo con su promesa al Bandido generoso, con el dinero de las limosnas del pueblo, entregó a gente necesitada más de 11 mil sillas de ruedas, enterró a más de 10 mil personas cuyos parientes no tenían recursos para hacerlo. Cada mes apoyaba con dinero al Asilo de ancianos y la Ciudad de los niños. Asistió a miles de menesterosos con despensas, vestido, curaciones que les hacían en el Hospital Civil. De esta forma, Eligio se convirtió en el hacedor de milagros de Jesús Malverde, el Bandido generoso. Al cumplir con su promesa, también mostró valores que muy pocos tienen.
Son muchas las historias que se cuentan, y seguirán contando en relación a este fenómeno que ha provocado la fe de la gente de Culiacán, porque como decía don Eligio: Jesús Malverde es el Santo de todos aquellos que creen en él.
leonidasalfarobedolla.com

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