La la land: una historia de amor

 

 

Es verdad que La la land: una historia de amor (La la land/EU/2016)  no es cualquiera y tiene muchas razones para ser apreciada, disfrutada y vista más de una vez, pero con 14 nominaciones a los Oscar —sólo All About Eve (1950) y Titanic (1997) habían logrado ese mismo número— y con el record absoluto en los Globos de Oro al quedarse con todos los premios a los que fue postulada, ¿qué hace tan atractiva a la cinta dirigida por Damien Chazelle (Whiplash: Música y Obsesión, 2014)?

De entrada, la película es un homenaje a los musicales clásicos por la forma en que está realizada, lo que se refleja en las claras referencias Cantando bajo la lluvia (1952), Funny Face (1957), Amor sin barreras (1961), Los paraguas de Cherburgo (1964), Las señoritas de Rochefort (1967), Dulce Caridad (1969) y Vaselina (1978).

En la cinta, Mia (Emma Stone) es una aspirante a actriz que mientras consigue triunfar en las audiciones se gana la vida como mesera de una cafetería que recibe a las estrellas de cine. Sebastian (Ryan Gosling) es un músico de jazz que sueña con tener su propio bar en el que se toque éste género, se le dé el lugar que merece y del que gozaba en su época dorada.

La vida parece cobrar sentido cuando Mia y Sebastian se conocen y empiezan a coincidir en diferentes lugares, de donde surgirá un amor que los llevará a compartir sus sueños y disfrutar cada momento. Será la posibilidad de que la pareja logre lo que cada uno siempre ha deseado, profesionalmente, lo que pondrá en riesgo su relación, aunque siempre hay una esperanza.

La cinta que busca llevarse el Oscar a mejor película, director, guion original, actor, actriz, diseño de producción, fotografía, vestuario, edición, edición de sonido, mezcla de sonido, banda sonora y canción (City of Star y Audition), a pesar de no recurrir a una historia original, tiene a su favor que cuenta con una pareja protagonista que hizo un trabajo excelente. Si bien Stone y Gosling no son los grandes bailarines y cantantes —tampoco lo hacen mal ni decepcionan a nadie— en todo lo demás que implica su interpretación logran representar muy bien a esos dos enamorados que lloran, ríen, se enojan, discuten… y van de un lado a otro con un carisma impresionante.

La la land también tiene a su favor que retoma los aspectos más significativos de la época dorada del musical hollywoodense, con esa saturación de colores, que la hacen más atractiva; una narrativa sencilla y mayormente complaciente —interesante final que deja una esperanza—; y las coreografías que casi provocan que el espectador se pare del asiento o, mínimo, salga del cine tarareando o bailando las canciones.

Chazelle hace un excelente trabajo en su decisión de llevar la cámara a los lugares más adecuados para conseguir los mejores encuadres, que están apropiadamente acompañados de un disfrutable jazz que no es la primera vez que el director lo homenajea.

Aun con que el filme me quedó debiendo en el ritmo —creo que fue un poco lenta, o tal vez cometí el error de ver los avances, que son mucho más acordes al dinamismo de un musical— se agradece este encantador y muy entretenido acercamiento a un género que debe ser más frecuente en la cartelera. No deje de verla… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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