Cine: ‘Fiesta en la madriguera’

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El pequeño Tochtli (Miguel Valverde Uribe) tiene todo y hace lo que quiere en la enorme mansión que su padre Yolcaut (Manuel García-Rulfo) construyó para él. Le encantan los sombreros y lo mismo un día se disfraza de francés, que otro de samurái. Así la atenta y dedicada Itzpapalotl (Mercedes Hernández), la cocinera de la casa, prepare un gran banquete, él siempre prefiere las quesadillas con cebolla. Nunca sale ni para convivir con otros niños, pero es un hábil conocedor del mundo, gracias a las clases de Mazatzin (Raúl Briones), su profesor particular. Rodeado de lujos, de Yolcaut y sus trabajadores, pareciera que no le hace falta nada y es feliz, hasta que entiende a qué se dedica su padre y los riesgos que eso conlleva.

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Luego de una etapa en España, donde realizó las series Érase una vez… pero ya no (2022) y Sagrada familia (2022), Manolo Caro regresa a la escena mexicana con Fiesta en la madriguera (México/2024), una historia enmarcada en el narco, que se aleja por mucho de sus otras producciones y es, a decir de él mismo, lo más autobiográfico que ha hecho, por cómo era la relación con su padre.

Escrita por Nicolás Giacobone (coguionista de Biutiful, Birdman y Bardo, de Alejandro González Iñárritu), basado en la novela homónima del escritor mexicano Juan Pablo Villalobos, la cinta recién estrenada en Netflix es una fábula entretenida, que bien pudiera reflejar una madurez creativa en el realizador de la exitosa serie La casa de las flores (2018).

Por momentos, la narrativa se percibe lenta y, quizás, la duración es excesiva, aunque los detalles que dejan ver el comportamiento, la manera de resolver las situaciones propias de la actividad del padre, la “discreción” que se emplea para que un niño de 10 años no se entere de “aquellas verdades que no se pueden decir”, hacen que el espectador se interese cada vez más en la trama.

La cinta acierta en que, a pesar de que aborda el narcotráfico, no es la típica que expone el tema, y en que no hace apología de esa actividad ni de quienes se dedican a ella. Si bien la trama está situada en Sinaloa, no precisa el lugar (¿Culiacán?). Eso sí, no faltan algunas referencias (costumbres/estereotipos), con las que se relaciona a la entidad: aguachile, pozole, música de banda, Chalino Sánchez, el festejo del año nuevo con disparos al aire, las extravagancias en la decoración y cumplir los caprichos, como viajar hasta Namibia, porque el niño quiere un hipopótamo.

Un aspecto interesante de Fiesta en la madriguera es la atención, dedicación y amor (ocasionalmente, alcahuetería) del padre con el hijo, para protegerlo (tal vez solventar la ausencia de la madre): él tendrá sus (malos) negocios y ocupaciones, pero el tiempo y espacio para el niño, no falta. Es claro que, en la madriguera, todo gira en torno al pequeño Tochtli, habría que ver si así se ejerce la paternidad en el contexto real que sugiere la película.

El filme destaca, también, en su llamativo diseño de arte, en la bien compuesta fotografía de María Secco y el estupendo elenco que logra interpretaciones extraordinarias, sobre todo García-Rulfo, Hernández, Briones y el debutante Valverde Uribe. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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