Los hijos de la memoria

Los hijos de la memoria

Después de que el gobernador Rocha Moya acató la orden de Palacio Nacional de dar marcha atrás en las acusaciones graves contra el ex alcalde Luis Guillermo, el “Químico” Benítez, y no sólo eso, también, “castigarlo” con la titularidad de la Secretaría de Turismo del Estado, autocalificarse con el indigno “soy un chairo del presidente”, resultaba un exceso, innecesario, penoso. El acatamiento de la orden de contener a la ASE, la Fiscalía y al Congreso del Estado, era más que suficiente.

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No era necesario exhibirse como un político sin rubor. Ni siquiera el “Químico” había llegado a tanto. Su rendición desvergonzada ofende a los sinaloenses. No lo merecen. Y, menos, cuando lo dice alguien que ganó la elección con más de 624 mil votos. Al dos por uno, respecto del senador Mario Zamora, quien, por cierto también, qué cosas, sucumbió ante el presidente en el asunto de la ampliación del plazo para que la Sedena se haga cargo de la seguridad pública.

Y como la política mexicana sigue encadenada a la lógica presidencial, de poco sirven las oposiciones como contrapeso a los excesos. Todo se paralizó y enmudeció. La ASE, calló, la fiscalía, calló, el Congreso del Estado, calló y, muy probablemente, lo mismo sucederá con el nuevo alcalde y los regidores de Mazatlán.

Hay que dar la vuelta a la hoja, dirán, sin rubor algunos, esto es mejor a lo que había antes. Solo un sector de la prensa y los ciudadanos del puerto que salieron a la calle a buscar firmas resistiendo para presionar a los diputados y evitar que se cancele el juicio político contra el hoy protegido de AMLO y el gobernador dé largas, para, finalmente, salvarlo de las rejas y la inhabilitación en la función pública.

Así es la política, dijo resignado y justificando un abogado uaseño, que ve en la ley una suerte de escenografía. De montaje para que se haga lo que se quiera hacer sin ningún tipo de consecuencia. ¿Qué mejor incentivo para seguir haciendo lo que hoy tiene tan molestos a los mazatlecos y decepcionados a muchos sinaloenses?

Un periodista del puerto le buscaba la cuadratura al círculo. Escribió algo así. Dentro de todas las pérdidas ganamos. Nos lo sacudimos. No es lo mismo que el “Químico” tenga 2 mil 500 millones de pesos anuales para sus ocurrencias, frivolidades y francachelas, que ser un simple burócrata a cargo de una oficina con un presupuesto para la nómina y gastos de operación. Para agregar, no es lo mismo, viajar a España o “promover” a Mazatlán desde un palco especial en el Fórmula Uno, que ir a inaugurar la Feria del Raspado en Concordia.

Si, no es lo mismo, ni de cerca. Pero, ese no es el punto, el punto es, que se le premió, cuando debió continuar el proceso legislativo para que fuera castigado. Inhabilitado de por vida. La poca o mucha vida que le queda a un septuagenario.

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Y es que, al rescatarlo del patíbulo, no es para que se rehabilite políticamente, sino para que siga prestando servicios a esa política que defiende el abogado maquiavélico. Toma un nuevo aire. Ya lo veremos activo pagando servicios a Morena. Y, entonces, dirá un suspicaz, no lo quieren en Morena. Estorba. Pero, si doblaron al Rocha, y a Feliciano Castro, que gritaban convenencieramente y a los cuatro vientos ¡justicia, justicia!; no van a doblar a la pequeña y silenciosa Merary. Además, siendo amiga del “Químico”, era la única diputada federal que asistía a los informes de la rapiña.

Mejor, todavía para el “Químico”, ahora que estuvo el presidente y ante los reclamos por las vueltas que se da periódicamente por Badiraguato salieron al paso en Palacio Nacional para decir que era una mentira y esta vez, no iría a ese municipio famoso por el cártel que salió de sus entrañas, pero, a vuelta de año, estaría ahí como también en Mazatlán.

Me quiero imaginar la escena del encuentro entre AMLO, Rocha y el “Químico”. El presidente, el gobernador y el flamante secretario de Turismo —si para entonces, todavía está en el cargo. AMLO dejándose querer, Rocha buscando congraciarse y el “Químico” Benítez buscando al presidente para la foto y agradecerle sotto voce su intervención que lo salvó de ser sacrificado en la pira pública.

Y acaba con la cada día más desgastada expresión de “no mentir, no robar, no traicionar”. La que se cae a pedazos con la corrupción que está detrás de los hijos, los hermanos y la tía Felipa, o los grandes negocios que se hacen al amparo de las llamadas obras insignias de la administración obradorista. A las que nunca les alcanza el dinero presupuestado y sus administradores cada vez más solicitan más y más dinero público.

El “Químico” en escena se verá pequeño, humilde, sonriente y orgulloso de su padrinazgo y mordaz con el gobernador sacrificado, y hacer, eso sí, lo que le indique un presidente displicente, magnánimo, perdonavidas, pero, también, irrespetuoso y cómplice de ese perdón que es un abuso a todas luces del poder y que hoy ni siquiera la lealtad chaira lo acepta y lo repudia.

Mientras, ahí, en la escena patética estará Rocha, desparpajado cargando incómodo los platos rotos con su imagen maltrecha, incómoda, aunque los publicistas le buscan la fotografía sonriente y entusiasta de que al poder se le resbala todo, hasta sus pecados inconfesables con aroma de sumisión.

Y, por último, los mazatlecos están acostumbrados a las traiciones, pero están incapacitados para olvidar los agravios del poder. Son hijos de la memoria. Al tiempo.

Artículo publicado el 06 de noviembre de 2022 en la edición 1032 del semanario Ríodoce.

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