Estamos podridos

Pío-AMLO

Poco o nada cambió el país en cuanto al ejercicio del poder en los últimos 16 años. Desde aquellos videos de 2004, donde cercanos a López Obrador recibían fajos de billetes para campañas políticas, parece que regresamos en el tiempo. La cloaca de la política está abierta y la pestilencia nos salpica a todos, aunque nos hagamos los sordos y ciegos. Nada bueno resultará de todo esto.

Cada grupo de poder en el país tiene su propia videoteca, en ella guarda pornografía, terror, sangre, comedias románticas con amoríos inexplicables. El Presidente López Obrador tuvo la opción de seguir el proceso por los cauces –débiles y frágiles, pero son los que se tienen- de la justicia. Optó en cambió por abrir la caja de pandora y que salgan los demonios. Y salieron.

De un lado sacan un video, del otro lado sacan dos más. Quedan otros guardados para el mejor momento. Están metidos en un oficio que no terminan de aprender y que a nosotros no deja de sorprendernos.

Sería ingenuo pensar, aunque todavía hay muchos que hipócritamente se sienten engañados, que el movimiento de López Obrador llegó al poder puro, pulcro, impoluto. En ningún episodio de la historia arrebatar el poder es posible sin mancharse las manos de sangre o mierda.

Mientras la guerra sigue y va recrudeciéndose, los ciudadanos en medio, volteando para todos lados. Simples espectadores en la cruenta guerra por el poder. Eso es lo que no logramos cambiar en 16 años, desde aquellos videos de 2004. Debemos reprocharnos lo mucho que hemos hecho mal, para encontrarnos exactamente en el mismo lugar con el paso del tiempo y con las afrentas.

Las declaraciones de Emilio Lozoya, el chico maravilla que acumuló poder desde la empresa más poderosa del país, Petróleos Mexicanos, ahora son públicas. Hay señalamientos puntuales, exhibe la podredumbre de toda una generación en la clase política de este país.

A cambió le responden al Presidente López Obrador que ellos no son los únicos podridos, que el cochambre está también de su lado. Nadie se salva.

 

Margen de error

(Sor-pre-sa) Mucho de lo que va saliendo a la luz no es que sorprenda por ser una novedad, porque se sabía en términos generales de las tropelías.

+ Que si Juan Armando Hinojosa fue beneficiado por el Presidente Peña como su constructor de cabecera, que a cambio de contratos le construye casas y le pasa una comisión.

+ Que si les ordenaron comprar una empresa que era chatarra en casi 300 millones de dólares con dinero público al empresario Alonso Ancira.

+ Que si los votos de los diputados se pagan en cash, y no solo cobran sino que exigen los sobornos.

+ Gobernadores, directores y alcaldes que eran unos pobretones , luego se mudan a los barrios de lujo y son capaces de regalar un Ferrari o un Maserati.

+ Que si el dinero fluía a la campaña del tres veces aspirante presidencial López Obrador.

+ Que si los operadores de campaña pasan charola para competir en elecciones donde el dinero corre a niveles ofensivos.

Eso y más se sabía y sabe en este país. Pero llegar al futuro y darse cuenta que es igual al pasado es la afrenta mayor. ¿Aquí no pasa nada entonces? Y los reyes del poder convierten en mierda todo lo que tocan.

 

Mirilla

(Todos) Odebrecht no es el demonio que fue pervirtiendo al mundo. Corrompiendo lo que iba tocando.

No, Odebrecht, ese gigante de la construcción que obtenía contratos a puños en Brasil, Perú, Argentina y México, no hizo más que aprovecharse por la vía rápida de lo que en cada país se fue encontrando: una clase política podrida, ávida de dinero, que para las campañas, para pagar favores, o para comprar votos.

Pero Odebrecht no compró el viento, ni el aire que se respira, y de pronto un soplido derribó todo el castillo.

Lo que debe quedar claro es que no se trata de Odebrecht, Hinojosa, Ancira, Lozoya, Peña, Videgaray, Pío o Andrés Manuel, somos todos.

Desde fuera de la política, desde las organizaciones civiles, el activismo, el sector empresarial o académico, ha sido imposible imponer una agenda distinta. Por más que se diga y repita, la coyuntura política de esta segunda década del siglo XXI es un gran fracaso social. Y todos somos responsables, o casi todos.

Unos porque nada han podido hacer, primero hay que encargarse de sobrevivir. Otros porque los beneficios son una comodidad atractiva.

 

Deatrasalante

(El año del video) De la libreta de 2004: La cascada de los videoescandalos inició con el niño verde, en 2004. Jorge Emilio Gonzalez, senador y dirigente del partido verde, era chamaqueado en un video tramitando un soborno de 2 millones de dólares. Sus propios correligionarios le montan la trampa, lo graban y difunden el video. Solicitó licencia al senado, pero no al partido. La investigación quedó trunca.

Exactamente una semana después ya nadie pararía la difusión de videos: la política convertida en un reality show: primero el asombro, la corrupción videograbada, lo que siempre se supo con pruebas a color. Después la ironía, la parodia (PUNTO)

Columna publicada el 23 de agosto de 2020 en la edición 917 del semanario Ríodoce.

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