Ricardo Anaya levanta la ceja derecha levemente cuando le preguntan por lo rezagado de su campaña presidencial ante el puntero en todas las encuestas, López Obrador. Lleva tres minutos de conferencia, seis respuestas, y su lenguaje corporal está encriptado. Es un gesto casi imperceptible al escuchar el nombre de su oponente, cuando gira la cabeza a la derecha. Rápido rompe el contacto visual y vuelve la mirada al frente, ya sin una sola gesticulación. No le responde a la reportera que preguntó, le responde a las cámaras:
“No. Yo estoy convencido de que vamos muy bien, que seguimos creciendo. Y que vamos a ganar contundentemente la elección”.
Apenas unas cortas frases y da por concluida la “atención a medios locales”: “Les parece si le pasamos que ya está la gente reunida”.
Como candidato presidencial Ricardo Anaya no había visitado Sinaloa, lo dejó para la última fase de su recorrido por el país. Alguna vez tierra icónica de los panistas, donde a los candidatos como Fox o Calderón no se les caía de la boca el Maquío Clouthier, este aspirante ni siquiera hizo una alusión al histórico candidato de 1988. Entre los invitados ni uno solo de los panistas de aquella guardia.
Los 38 grados centígrados de la intemperie de Culiacán no los alcanzó a sentir Ricardo Anaya. Bajó de la camioneta Secoya con aire acondicionado que lo trajo de Los Mochis —su primera escala en Sinaloa—, caminó unos cincuenta pasos a la carpa improvisada de la conferencia —igual con aire acondicionado— y luego unos 100 metros al templete en el salón FigloStase, donde no sudó una gota.
El FigloStase es un salón construido por el sindicato de los burócratas de Sinaloa, con una filiación priista de facto, aunque no en sus estatutos. Llama la atención que el acto político de esta ocasión no sea del PRI, no haya un solo priista, y menos los colores de la bandera. A cambio hay una mezcla de algunos azules, pocos amarillos, unos cuantos naranjas, y muchos marrones, los colores de los partidos de la coalición Por México al Frente: PAN, PRD, MC y PAS.
Día 69
Número redondo en el calendario de la campaña, viéndolo al revés es igual: 69. Y todo se revela como de cabeza, pero al mismo tiempo igual: Contrincantes y militantes políticos que no se podían ver ni en pintura, esta tarde corean al unísono los apellidos y nombres de sus candidatos: Cuen, Anaya, Robespierre.
El templete está en el centro para que los oradores puedan voltear a los cuatro puntos cardinales. Aunque van juntos los partidos, en el galerón se repartieron espacios: El norte y oriente para el PAN, el sur y poniente para el PAS, los amarillos del PRD y los naranjas de MC apenas si se notan.
Abre los discursos el abanderado del Frente en la capital, Robespierre Lizárraga. Dice que los dos serán presidentes. Él de Culiacán, y Anaya de México. Le sigue Sylvia Treviño, segundo lugar en la fórmula al Senado, el ambiente se relaja. Luego Héctor Melesio Cuen, que hace levantar los gritos, en un salón donde los pasistas son mayoría. Llama “Don Ricardo” al candidato presidencial.
Son el preámbulo para la intervención del candidato presidencial. Aunque Ricardo Anaya trae su propio modo de presentación, para prender al público. El presentador pide voltear a las pantallas gigantes en los extremos del salón y corre un video de los sitios enormes donde estuvo el candidato antes, llenos totales, estadios a reventar, todo lejano a este saloncito minúsculo en la capital de Sinaloa. Anaya abrazando simpatizantes, una señora sin dientes lo besa, él toma a otra de las mejillas con sus dos manos… La música sube de volumen, es ensordecedor, el público grita y grita, desde el video anuncia a Ricardo Anaya y quedan de fondo los gritos y la algarabía grabada… pero en el salón todo es silencio.
‘Yo no tengo duda’
Ricardo Anaya es el único candidato presidencial que no peina una sola cana, es tan corto su cabello que ni siquiera necesita peinarse. Cumplió 39 años en febrero pasado. Se afilió al PAN en el 2000, y catorce años después era el dirigente nacional.
Desde ahí se encargó de aglutinar a un grupo de partidos para encabezar la candidatura a la presidencia que ahora ostenta. Le tomó una tercera parte de su discurso de 18 minutos alcanzar a saludar a todos los dirigentes de partidos que acompañan al Frente, y a los candidatos de partidos distintos al suyo.
Presidente… Presidente… Presidente… es el grito de arranque y en cada pausa del discurso. Ricardo Anaya necesita resucitar un muerto, acelerar el pulso de los militantes que ondean banderas de colores azules, amarillas y moradas, pero especialmente de los millones que están en sus actividades comunes en el día 69 de campaña. Ni una sola encuesta coloca como puntero al Frente por México.
Por eso Anaya enfoca su discurso en que nadie debe tener duda de que obtendrán el triunfo el 1 de julio.
“Yo no tengo duda, y ustedes tampoco deben tenerla. El primero de julio vamos a ganar la presidencia de la república”, dice desgarrándose la garganta, ya en el clímax del discurso para cerrar pidiendo levantar la mano con la V de la victoria que en muchas campañas se apropiaron de ella, Vicente Fox en especial en el 2000, y un guiño a los izquierdistas:
“Con la v de la victoria que se escuche fuerte: Viva Sinaloa. Hasta la victoria. Muchas gracias, Sinaloa”.
Artículo publicado el 10 de junio de 2018 en la edición 802 del semanario Ríodoce.