El pintor desarrolla su obra para perpetuar sus raíces sinaloenses y zapotecas
Guillermo Pacheco creció en dos comunidades originarias de México: la sierra de Sinaloa y la de Oaxaca. Eso marcó su camino en el arte. Lleva en cada lienzo ambas culturas.
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En su propuesta se remite de manera simbólica a las cuevas, a los santos, al campo, cosmogonía, cultura e historia. Utiliza mayormente el rojo, un color que para el mundo de los zapotecos significa poder.
También predomina el azul y pigmentos de otras tonalidades, porque con su obra denota la resistencia y el respeto por los materiales originales.
Es la manera que tiene para transmitir lo que piensa. También es cura para su alma, haciendo algo que le gusta y con lo que sigue la tradición de sus ancestros.
Desde niño sabía que sería pintor de oficio, pero también escultor, grabador, ceramista. En ese trayecto se ha encontrado con distintas causas sociales; defender el oficio, el respeto por el arte y por los pueblos originales.
“Con mi trabajo estoy transmitiendo lo que yo tengo en mi pecho, fluyó en mi trabajo, porque en él está mi entorno; cuando pinto jaguares, es porque los veo en la sierra, o si pinto cualquier otro animal, es también porque convivo con ellos”, señaló.
“Crecí en dos familias; una zapoteca y otra mayo, en ambientes rurales, mi abuelo de oficio panadero y ebanista, hacía pelotas para jugar ulama y por el otro lado mi familia realizaba máscaras, labraban madera, pero sobre todo trabajaban la tierra, con lo que se aprende a amar la historia, esto me marcó para poder decidir a los 10 años, ser pintor”.
Sinaloa y Oaxaca
Guillermo Pacheco estudió en la Escuela de Artes de la UAS, ahí contó que aprendió los oficios que le han permitido ser además rotulista, diseñador gráfico. En la actualidad tiene un estudio de cerámica.
“Por azares del destino me fui a radicar a la sierra de Oaxaca, pero mi objetivo era pintar sobre los orígenes de mi familia, pero al poco tiempo empecé a buscar abrir puertas y me tocó ser parte de un proyecto de restauración y conservación en Monte Albán, después en Santo Domingo y ahí conocí directamente al maestro Toledo”, recordó.
“Trabajé algunos años con el maestro Toledo y posteriormente ingresé a la Galería Quetzalli. Empecé a ser parte de una comunidad creativa muy importante, conocí también a Rodolfo Morales e ingresé a Bellas Artes”.
El artista, quien recientemente ganó el segundo lugar en la categoría de pintura de la Bienal del Golfo de California Álvaro Blancarte, explicó que ahora que tiene mayor madurez visual, le interesa proyectar aún más los usos y costumbres de las culturas nativas, de las que es parte.
“Ahora que tengo madurez visual, como para empezar a reafirmar mi cultura no solo como oaxaqueño, sino como sinaloense, sobre esto de hablar sobre mi gente”, detalló.
El arte como forma de vida
Pacheco detalló que en tiempos violentos como los que se viven en la actualidad, el arte debería tener un papel preponderante.
“No hay que bajar la guardia en cuestión artística, esa es una de las razones por las que estoy aquí. El arte, siempre ha sido protagonista, donde hay deshumanización, es muy importante que se geste y crezca”.
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“Yo siempre estoy haciendo arte; desde las seis de la mañana, me levanto y me pongo a dibujar, a pintar, cocinar, siempre estoy trabajando. Esta es mi vida”.
Junto a sus hijos, detalló que pinta en su estudio. A un lado tiene una cocina, en la que también ocupa su tiempo. Viaja y está al tanto de lo que pasa en el mundo. Tiene claro el valor el oficio, a ese que durante más 40 años, le ha entregado su vida.
En Oaxaca radica, pero nunca se desliga de Sinaloa. Dijo ser un artista que comparte dos mundos y sobre esos habla en sus cuadros, en los que cuenta las historias de su origen. No son del todo figurativos, pero tampoco abstractos. Son apuntes visuales presentes. Guillermo Pacheco pinta la tierra.
Artículo publicado el 27 de octubre de 2024 en la edición 1135 del semanario Ríodoce.