En tiempos de guerra, los obesos tienen un lugar aparte, es decir, cuando se trata de correr grandes distancias, o imprimir velocidad en cortas distancias, los obesos pertenecen al grupo segregado por razones obvias.
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Una de las causas para correr de manera súbita, es el miedo a perder la vida, o miedo a perder la integridad física. Los humanos, a diferencia de los animales irracionales, tenemos conciencia y capacidad de abstracción, capacidad para pensar, razonar y tomar las mejores decisiones.
En la vida diaria, las personas están preparadas para estar en movimiento, aunque el trabajo sea sedentario, la evolución ha preparado a las personas para desplazarse en grandes distancias, sin embargo, la modernidad facilita las cosas. Hoy el transporte a través de los vehículos de motor, resuelve la vida y hace humanos perezosos.
Las personas obesas, tienen un riesgo mayor de comorbilidad, es decir, los obesos tienen mayor riesgo a ser hipertensos, diabéticos, y dislipidémicos, tienen mayor riesgo al infarto, y también se les puede asociar más que a la población promedio con el desarrollo de enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad.
Es precisamente la ansiedad la que se asocia al miedo. En tiempos de crisis sociales, donde el miedo a perder la vida es una constante por la incertidumbre y la ausencia de seguridad pública, los obesos enfrentan un riesgo mayor porque el insomnio se apodera de ellos: noches en vela esperando conciliar el sueño y mientras tanto, la ansiedad les induce hambre y con esto la ingesta de comida, calorías, y grasa que se traduce en más aumento de peso.
Si de por sí, la obesidad es una enfermedad compleja, cuando se acompaña de otras enfermedades metabólicas y de una enfermedad mental, el pronóstico se complica, el miedo a la muerte aparece como una sombra amenazante todos los días.
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La potencialización del miedo surge cuando se sabe o tiene conciencia de la imposibilidad de correr o ponerse a salvo si fuera víctima de un ataque donde la vida está en riesgo. En todas las personas, pero más en los obesos, el miedo aumenta el cortisol que es la hormona del estrés, aumentan las cifras tensionales, aumentan los latidos del corazón, y se vuelve susceptible a una crisis hipertensiva cuyas consecuencias pueden ser un derrame cerebral o un infarto del miocardio, mejor conocido como un ataque al corazón. La letalidad de la obesidad se puede potencializar con el miedo de cualquier origen. Finalmente, el miedo es a la muerte, al hospital, o a una discapacidad permanente.
El obeso miedoso no quiere terminar en una cama de hospital, tampoco quiere tener más limitaciones físicas, siempre tiene la fantasía de regresare a su peso ideal con el menor de los esfuerzos, y solo cuando el susto es mayúsculo, el miedo se transforma en la palanca que mueva la voluntad atascada de casi todos los obesos.
Artículo publicado el 29 de septiembre de 2024 en la edición 80 del suplemento Gula.