¿Cuántas bombas dejará activadas Quirino Ordaz que le explotarán en las manos a Rubén Rocha? Quirino estará tan lejos de Sinaloa que no necesitará ni taparse los oídos mientras estallan. Desde hace semanas solo lee el periódico El País, necesita empaparse de España. Aquí solo le queda su gira de despedida, va de un lado al otro repitiendo que “hay un antes y un después” en Sinaloa.
Una de esas bombas se llama Mazatlán, la tierra natal del gobernador Ordaz y donde están los intereses familiares. La ciudad en la que más gastó recursos públicos de su gobierno es un gran polvorín: el crecimiento desmesurado, aprisa, sin un plan claro, podría terminar por revertirse en el mediano plazo.
Unas cuántas familias se reparten Mazatlán como si se tratara de un pastel. Saben que los tiempos de las vacas gordas son para eso, así hicieron las fortunas sus padres o abuelos en otra buena racha, y con este impulso podrán afianzar su dinastía, la herencia alcanzará a los bisnietos.
Es curioso, pero son las épocas de auge donde es necesario un orden escrupuloso, un plan para no terminar por devorarse a sí mismo. Eso les pasa a las ciudades cuando por alguna razón se vuelven polo de desarrollo, temporadas donde atraen dinero y personas.
En un escenario de crecimiento regular se marca un equilibrio entre las posibilidades del Estado para supervisar y las condiciones de los empresarios para invertir. Aun entonces debe marcarse una ruta, en la administración pública se conoce como Plan de Desarrollo Urbano. Se supone que ahí se plasman los deseos, intereses, y límites del crecimiento.
Pero cuando de manera intempestiva se necesitan más cuartos de hotel, más calles, más agua, más energía, más comida…etcétera…entonces muchos ven la gran oportunidad de negocios.
Y la visión futurista empresarial está muy bien, eso impulsa a una ciudad, le da vida. La crítica no puede hacerse en el sentido contrario al desarrollo, sino a la necesidad del orden y respeto a un plan pensado entre todos, no únicamente entre quienes ven la gran oportunidad de acrecentar los negocios. Ningún desarrollo puede ser en detrimento de otros muchos, dejando fuera a los demás.
Margen de error
(Catoblepas) El catoblepas es un animal mitológico a quien le atribuyen muchas características, entre ellas que se alimenta de sí mismo, se devora para sobrevivir. A Mazatlán se requiere salvarlo de sí mismo, debe buscarse a toda costa que la ciudad no se devore a sí misma y en unos años sea el catoblepas de Sinaloa.
Al tiempo que estas familias dueñas de Mazatlán se ufanan del crecimiento, cortan listones todos los días, ponen primeras piedras, muestran maquetas enormes y presumen generar empleos, podrían estar torciéndole el buche a la gallina de los huevos de oro, así de claro y directo.
El otro señor Q –como llamamos aquí a los dos hombres que han hecho mancuerna en esta etapa de poder, Quirino y el Químico-, el Alcalde Luis Guillermo Benítez, contribuye poco o nada a encargarse de vigilar que el gran boom en Mazatlán sea con orden y respeto, que abarque a todas las zonas de la ciudad no solo al cuadro turístico, que lleve servicios públicos de calidad a todos, no que se los quite.
Sobran ejemplos en la historia de las ciudades de que el auge de unos es la miseria de otros. El oro, el petróleo, y ahora el turismo, se vuelven generadores de fortunas y al mismo tiempo de pobreza.
Los cordones de miseria, sin servicios públicos, con la violencia encima como una plaga, se van empujando a las orillas de las ciudades mientras el otro lado se torna poderoso. El gran problema en estos casos se llama desigualdad.
Ya Mazatlán vivió la primera llamada en los días recientes, media ciudad se quedó sin servicio de agua potable. Se dijo que las lluvias de “Pamela” colapsaron el sistema, y puede ser cierto, el punto es que los miles que todos los días llegan a la ciudad como turistas demandan servicios y Mazatlán carece de las condiciones para otorgarlos por igual en el Emerald Bay que en la Montuosa.
Mirilla
(Malecón) Quirino Ordaz decidió levantar pavimento de las vialidades principales de Mazatlán y poner nuevo pavimento. En algunos tramos, incluso, con serias dudas de que había concluido la vida útil del que estaba. En otros tramos sin preocuparse de las necesidades del drenaje pluvial que demandaba el sector, zonas que previo a esas obras se inundaban por completo, y que ahora se seguirán inundando.
Todo porque la obra de una manera correcta, planeada a futuro, costaba cinco o diez veces más, y serían obras invisibles. En cambio camellones con plantas, palmeras, ciclovías, esas siempre serán agradables a la vista.
Primera cita
(boom) El boom del que tanto habla el Químico Benítez tiene dos acepciones. Una como él misma la usa, refiriéndose al auge que tienen Mazatlán como destino turístico y el éxito inmobiliario que lleva a pelearse a muerte por cada metro de tierra donde sea posible construir una torre o edificio.
La otra acepción es la onomatopeya del estallido de una bomba, la misma que podría explotar si no se enfocan todos los actores que están ordeñando la gallina de los huevos de oro. En lugar de ahorcarla, necesitan preservarla.
Detrasalante
Mazatlán no será la única bomba a estallar cuando se acabe la mecha. Este gobierno, como el anterior le heredó al actual, deja otros muchos asuntos sin resolver. Unos porque solo se administraron, y otros porque resultaron demasiado complicados para enredarse en resolverlos.
Están las pensiones de los trabajadores al servicio del gobierno, la regularización del personal de salud, las deudas sin fuente de pago, los sistemas de agua potable…bombas, y no yucatecas (PUNTO)
Artículo publicado el 24 de octubre de 2021 en la edición 978 del semanario Ríodoce.