Hábitos de adultos, de gran influencia en la obesidad infantil

Hábitos de adultos, de gran influencia en la obesidad infantil

¿Tiene más de 30 años? Si es así, ¿cuántos niños obesos o llenitos recuerda en su salón de clases? ¿uno de 10? ¿dos en todo el salón, tal vez? Pregunto por los treintones porque es mi referencia más cercana. En mis últimos dos años de primaria, los que cursé en Culiacán, recuerdo solo tres con estas características: dos niñas y un niño.

Esa fue la constante en mis años de primaria, secundaria y prepa: niños y niñas como en salón del ‘chavo’, todos delgados o de complexión media y uno o dos gorditos, pero eso sí, ninguno como ‘ñoño’. Hoy eso no va más, la constante en la actualidad es, en primarias, de al menos tres gorditos por cada 10 alumnos.

Los sistemas de salud son amenazados por los adultos con enfermedades de alta prevalencia como la diabetes, el cáncer o enfermedades del corazón, pero eso parece una broma comparada con la amenaza que representa esa multitud que hoy viste pantalones cortos y pasa sus embarrados dedos por la Tablet, la que dejó de moverse y se volvió frágil al momento que coincidió con la modernidad sedentaria: los niños.

Se estima que el sobrepeso y la obesidad reducen el PIB de los países afiliados a la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en un promedio de un 3.3 por ciento. Actualmente el 60 por ciento de los habitantes adultos de países de la OCDE sufren de sobrepeso. En 34 de los 36 países de la organización, más del 50 por ciento de la población tiene sobrepeso y uno de cada cuatro personas es obesa.

La obesidad infantil es un verdadero reto para el gobierno mexicano, y cada vez crece más y más. De hecho, será el mayor reto de salud y uno de los mayores para la economía del país en las próximas décadas.

 

 

La genética cuenta, los hábitos son heredables

“De tal palo, tal astilla”, cuenta el refrán que se refiere la adquisición, ya sea por aprendizaje o por herencia, de características similares a las de los padres o el entorno en que se forma una persona. Si bien la obesidad ha sido relacionada con la genética, el hecho de que esta última sea utilizada como causa justificante es un arma de dos filos.

La genética no es una condición controlable en los individuos, nacemos con ella y cada quien tiene su configuración única, absolutamente intrínseca. Entonces, culpar a la genética es una práctica común, similar a culpar a la tiroides o la retención de líquidos. Esto lleva a aceptar el problema y sacarlo de nuestro alcance con ideas como ‘mi problema es heredado, poco puedo hacer para cambiarlo’.

Los estudios más profundos sobre la incidencia de la genética en el desarrollo de obesidad señalan que puede haber mutaciones en el receptor de melanocortina 4 (MC4R), el gen asociado a la masa y la obesidad y alteraciones en enzimas como la leptina, su receptor, la proopiomelanocortina y la proteína convertasa, pero esto solo justifica el uno por ciento de los casos.

Por otra parte, un estudio realizado por la Universidad de Rutgers revela que la sobre nutrición materna es un factor de riesgo de complicaciones del embarazo y se asocia cada vez más con resultados infantiles adversos, como una mayor propensión a la obesidad y las enfermedades metabólicas. Sin embargo, existe evidencia emergente de que los factores del estilo de vida de los padres antes y en el momento de la concepción tienen un impacto poderoso en la salud de la descendencia durante más de una generación.

La obesidad materna y paterna antes de la concepción altera la composición molecular de los ovocitos y los espermatozoides, lo que puede escapar en parte a la reprogramación epigenética en la fertilización, alterando la trayectoria de desarrollo del embrión resultante y, en última instancia, aumentando la incidencia de obesidad y trastornos metabólicos en la descendencia.

 

La viva imagen de los padres

Si bien la genética condiciona a ciertos individuos a tener un reto mayor a lo hora de controlar los índices de grasa corporal, la obesidad no se limita a eso. Los hábitos y el entorno los factores muy importantes a controlar también, principalmente en los padres.

Otra forma de carga hereditaria no genética es la del ejemplo. Lo que hacemos o dejamos de hacer es parte importante en la formación del carácter y conducta de los menores.

Estudios revelan que la proporción de menores con sobrepeso desciende a medida que el nivel de estudios del adulto es más alto. Asimismo, la cantidad de menores con bajo peso incrementa ligeramente con el aumento de nivel de estudios del adulto. En general, los menores realizan con más frecuencia actividad física que los adultos (38.1 por ciento de adultos sedentarios frente a 13.7 por ciento de menores) y dicha frecuencia aumenta a medida que el nivel de estudios del adulto es más elevado.

Los menores tienden a replicar el estilo de vida de los adultos, lo que podría convertir a los mayores de edad en el blanco de políticas públicas asociadas al combate a la obesidad: es correcto educar a los niños, informarles, restringirles; pero es importante también orientar a los portadores del ejemplo y que ellos terminen influyendo en los menores que les rodean.

Artículo publicado el 11 de julio de 2021 en la edición 963 del semanario Ríodoce.

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