El tufo del narco

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El narco es un poder en México. Negarlo no resuelve la situación. Ni omnipotente, ni desdeñable, dependerá donde se vive. ¿Qué necesita suceder para que en México se entienda el peso del narco al momento de elegir autoridades? Ya han asesinado candidatos, han impuesto legisladores locales y federales, alcaldes y hasta gobernadores. ¿Qué más?

Es tiempo de elecciones, son tiempos en que todo esto sucede en paralelo, mientras los candidatos se acusan mutuamente por utilizar las frases del Presidente o del gobernador. Minucias. Abajo, en el fondo, hay otra gran pelea por el poder. No se define en los votos, sino en los apoyos de los hombres del poder del narco.

¿Son el gran elector? No. Aunque en muchas zonas del país tiene una influencia mayúscula. ¿Podría alcanzarles para imponer un alcalde de un municipio de unos 10 mil electores? sí, es posible, lo hace frecuentemente. ¿O un legislador en distritos con territorios que el narco gobierna? También, tiene muchas posibilidades.

Pero tampoco es que decida –como gran elector- una gubernatura o una alcaldía de un municipio con más de 100 mil electores, tampoco le alcanza para tanto. Esta es la parte que no omnipotente, pero luego entra la parte que no es desdeñable, y su apoyo son votos y recursos.

No vayamos lejos para ilustrar. Ni Michoacán, ni Guerrero, estamos en Sinaloa.

Empecemos por las afirmaciones que no requieren discusión:

El narco palomea candidatos. Básicamente lo que hace la organización criminal, de influencia en la zona, es otorgar la anuencia a las candidaturas. Llegado el caso, porque tampoco es que todos los partidos le envíen todas las propuestas, autoriza o rechaza tal o cual propuesta. Esto se da en el momento de las definiciones internas.

Impone. Sucede de dos modos. Uno, donde de plano busca que tal personaje sea alcalde o legislador, por ejemplo Lucero Sánchez, pareja del Chapo y con influencia en Cosalá. La llevaron a personajes clave y sin arraigo ni carrera política terminó siendo candidata y después diputada. Más reciente es el caso del alcalde Iván Baez, en San Ignacio, compró la candidatura al Partido Verde con la anuencia del PRI, y se mantuvo tres años de Alcalde. Quiso ser diputado federal, pero alguien o algo lo atoró, cuando quiso reelegirse como alcalde ya era tarde.

Rechaza. En 2018, el narco con influencia en Guasave y alrededores, bajó de la contienda al candidato del PAN. Los humores del narco iban en otro sentido. El candidato se exculpa con un pretexto y se baja de la contienda. Hoy de nuevo es candidato, por cierto. La jugada le resulta de maravilla al narco, gana quienes ellos apoyaron. Es diputado. Y ahora es de nuevo candidato.

Pero el narco además de palomear, impone, rechaza, asesina. Apoya.

Esto es indiscutible. Negarlo, es caer en el autoengaño.

 

Margen de error

(Aquí nos tocó) El narco combina con todo, narco-cultura, narco-economía, narco-política…En un país como el nuestro, hace tiempo que invadió casi todo, como la humedad.

En contraparte, el poder legalmente establecido, el Estado, fue perdiendo dos elementos básicos de los cuatro que lo componen en la teoría básica y simple: no siempre posee el territorio, y no siempre tiene el control completo del gobierno.

Pensemos en el país con sus divisiones políticas: comunidades, municipios, ciudades, estados…Igual el poder del narco se reparte ese territorio. O hace de una manera distinta: por rutas, zonas de siembra, puertos disponibles, fronteras a disposición.

 

Mirilla

(2021) El reacomodo político este 2021 es también el reacomodo de otros poderes, no solo los legítimos sino también los fácticos: los empresarios medios, o el narco.

Si López Obrador se juega la segunda parte de su mandato con las definiciones en el Congreso federal o en las gubernaturas, lo mismo sucede con las organizaciones criminales, igual se juegan las condiciones de sus negocios en los próximos tres o seis años.

Ingenuo es quien piensa que al narco solo le interesa la influencia en las corporaciones de policía. Los negocios también están dentro de los gobiernos, con las empresas legítimas que hacen obra pública o son proveedores del gobierno.

 

Deatrasalante

(Pasó, pasó) En política –como en la vida misma- las cosas muchas veces no son lo que parecen. En 2010 Mario López hizo creer y armó un discurso acusando a Jesús Vizcarra de ser el candidato del narco –léase específicamente de Ismael Zambada, el Mayo.

Para respaldo de Malova se filtró una añeja foto del Vizcarra joven en un poblado del Salado, más o menos cerca del que sería un capo al que ni los años ni los ataques derriban. En la guerra electoral no hay matices, hay solo generalidades y discursos que se ganan o pierden.

Era exactamente al revés: el Mayo apoyó a Malova, eso está acreditado desde antes que tomara posesión de la gubernatura en 2011. Está también expuesto en tribunales americanos, con la afirmación de que fue Zambada García, el Mayo, quien puso al jefe de la policía ministerial de Sinaloa en esos años, a Chuytoño, Jesús Antonio Aguilar Íñiguez. Eso es historia, ganó Malova perdió Vizcarra, ganó por adelantarse acusando de lo que él mismo sabía que era lo contrario. Electores y medios le creyeron a Malova, Vizcarra calló –cayó- y perdió (PUNTO)

Columna publicada el 23 de mayo de 2021 en la edición 956 del semanario Ríodoce.

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