Comer como niños; hábitos alimenticios en la adultez

GULA cereal

La madurez alimentaria es un concepto que se asocia más a la industria agrícola que a un estado psicológico de alimentación sensata. Un mango pasa de verde a maduro, es natural y lógico. De igual manera, la alimentación pasa por un proceso de maduración: en las primeras etapas no elegimos qué comer; se nos sirve, y a veces se nos obliga, en nuestro papel de niños subordinados, a comer, aunque el gusto no sea de nuestro agrado.

Empezamos disfrutando el gusto por lo dulce, pero a medida que crecemos, le vamos tomando gusto a lo salado, lo amargo, lo ácido, lo picante.

En este madurar del paladar, se nos va delegando de manera gradual la tarea de comer por nosotros mismos, así vamos descartando algunos gustos y fortaleciendo otros, esto hasta que dejamos de depender de segundos y terceros y comemos lo que se nos antoja. En este punto pasamos de clientes a proveedores, responsabilizándonos de lo que entra en nuestras alacenas y lo que se come en nuestro entorno.

 

Capuchinos y la fijación por lo dulce

Una de las “herencias” de nuestra niñez es la pasión por lo dulce. Para los niños, lo dulce es el gusto más popular, y durante esa etapa es moneda de cambio, premio o herramienta de negociación para nuestros padres o adultos cercanos. Es el pastel y las gelatinas, las paletas, la nieve y las bolsas en las posadas. Y es algo que comúnmente arrastramos y replicamos siendo adultos.

Para muchos adultos, un alimento dulce sigue siendo una opción diaria de consumo. No importa la forma, sino el gusto. Es común ver a presuntos apasionados por el café tomando capuchinos hartamente dulces y acompañándolos de galletas o cualquier tipo de pan: su gusto no es por el café, sino por el azúcar.

Cuando se trata de tomar un café fuera de casa, el capuchino es la versión más vendida en México (y la más dulce), con un 36 por ciento de preferencias. Para los hogares, la versión más popular es la de café americano soluble, con un 85 por ciento del mercado, aunque un 47 por ciento de los hogares compran cremas o sustitutos para suavizar su sabor.

 

Algo ligero, que no lo es tanto

Al gusto por lo dulce lo complementa otro hábito de niñez: desayunar o cenar cereal con leche. Una alternativa fácil y rápida que se quedó en muchos adultos y hoy en día agrava silenciosamente su salud. Este tipo de comidas contienen grandes porciones de carbohidratos y sirven para matar antojos más que para alimentarse.

El estudio Worldpanel Usage reveló que 96 por ciento de los hogares mexicanos compran cereal para desayunar, aunque el 50 por ciento de las veces es consumido fuera de esta hora. Un siete por ciento afirmó consumirlo como cena. El consumo promedio por hogar alcanza los siete kilos de cereal en seco.

El sabor preferido es chocolate, aunque destacan aquellos que contienen ingredientes adicionales como frutas o malvaviscos. Son estas últimas presentaciones las que tienen el mayor contenido de azúcar, que en combinación con la leche son una bomba para desestabilizar los niveles de azúcar en la sangre.

 

Bigote chocomilero

Otro alimento dulce y famoso en los adultos es el chocolate en polvo. Pancho Pantera y el conejo Quick eran personajes adolescentes dirigiéndose a niños, el mercado que hizo de su consumo un hábito y hoy seguimos teniendo.

Un 26 por ciento de la población consume un vaso de leche con chocolate de dos a tres veces por semana, del total de los encuestados, solo en el 30 por ciento de los casos es consumido únicamente por niños. El 70 por ciento afirmó que toda la familia lo consume. Las marcas más populares son Chocomilk, Nesquik y Hershey´s.

La característica principal por la que se consume chocolate en polvo es su sabor, así lo expuso el 73 por ciento de los encuestados, mientras que solo el 12 por ciento contestó que era debido a las vitaminas que aporta. Cada vaso de chocolate contiene alrededor de 25 gramos de azúcar y, al igual que el cereal con leche, es visto como una buena opción para desayunar o cenar.

Romper el ayuno con un cereal dulce, un capuchino o un vaso de chocolate es una pésima manera de empezar el día. Los disparos de insulina que se generan al ingerir alimentos dulces promueven ansiedad y ganas de comer más al poco tiempo, haciendo que se active el círculo vicioso del azúcar.

Artículo publicado el 15 de noviembre de 2020 en la edición 929 del semanario Ríodoce.

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