La vida tiene los colores de un cartón del Bobadilla

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Los Cochipolicías de Bobadilla alcanzan vida propia en el momento en que se anticipan a la realidad de una ciudad cualquiera –Culiacán, o como se llame. Las aventuras de unos agentes del orden se van contando por episodios en los cartones que publica el periódico El Debate, y terminan por vincularnos a todos nosotros en una realidad que hace las veces de espejo.

Bobadilla es un monero de personajes clave, antes ya había construido un mundo con El Ñacas y el Tacuachi Sicarios a la Orden, que semana a semana aparecen aquí en Ríodoce. Digamos que son las dos monedas de una misma cara.

Con Los Cochipolicías no solo se va de sorpresa en sorpresa por la forma en que esos quicos resuelven la vida que les tocó, además logran hacernos reír, sentirlos entrañables y entenderlos. En unos cuantos diálogos breves y con un par de cuadros es posible revelar una realidad que harían falta reportajes enteros para aprehenderla.

En uno de los más recientes el policía detiene a un conductor por cruzarse un semáforo en rojo, lo dice con una corrección del lenguaje que sorprende al infractor. Qué educado, oficial, le dice. Responde el Cochipolicía que pasó con excelencia los exámenes de la Facultad de Filosofía y Letras, pero luego admite que los de control y confianza los reprobó y pasa a lo esencial: “…de a cómo le puedo ayudar.”

La semana pasada un par de personajes de Bobadilla –no Los Chochipolicías, otros- entraron al cartón, es decir al mundo de colores de Bobadilla. Evaristo y Gilberto son dos agentes de Seguridad Pública de Culiacán que están vinculados a proceso y enfrentan una acusación por desaparición forzada.

La historia es por ahora dos historias, una contada ante los Ministerios Públicos que recibieron a los detenidos –además de los dos policías están involucrados dos civiles-, y otra la expuesta ante la jueza de control que decidió vincularlos a proceso aun cuando se cambió la versión de lo ocurrido una de las ultimas noches de septiembre en la sindicatura de Tepuche.

La primera historia ya era espectacular, cuando se cambia la versión en la audiencia, con todos los involucrados en otro escenario, todo se vuelve una farsa, una caricatura, una engañifa, o todo junto.

En la primera versión, la que se basa en las declaraciones de los implicados ante el Ministerio Público, los policías Evaristo y Gilberto viajaban en una patrulla con dos civiles, Víctor y José Antonio. Fueron interceptados la madrugada del 24 de septiembre por policías estatales en un camino cercano a Caminaguato, en la sindicatura de Tepuche. Víctor estaba herido y declaró que los municipales lo “levantaron” –no lo detuvieron, porque es distinto-, lo retuvieron durante días y el otro acompañante, José Antonio, le disparó en un pie para que revelara para quien estaba trabajando. En esas andaban cuando el convoy de una corporación distinta los sorprende y los persigue. Según esa misma versión la patrulla donde viajaban los cuatro detenidos no era la única que estaba en ese lugar, había al menos otras dos patrullas que no lograron detener. También se reveló que las patrullas tenían imanes para cambiar los números originales de los vehículos.

 

Margen de error

(Otra realidad) En el nuevo relato de la misma historia, el que se expuso ante la jueza, todo sucedió distinto. Tanto, que Evaristo y Gilberto pasan de ser señalados por la privación ilegal de la libertad y la tortura a ser los héroes que rescataban a un levantado. Así lo narra en esta edición el reportero de Ríodoce Alejandro Monjardín.

En la larga audiencia Víctor señaló que unos desconocidos lo capturaron y estuvieron torturándolo y le dieron un balazo en el empeine izquierdo. Después de tres días escapó y aunque lo persiguieron logró evadirse. De pronto en un camino, ya la suerte de su lado, se encuentra a dos policías que en la patrulla llevaban detenido a José Antonio, por orinar en la vía pública. Entonces Evaristo y Gilberto lo rescatan, incluso buscan a sus captores y encuentran un arma larga y un chaleco –los que en la primera versión eran de José Antonio, quien habría disparado a Víctor.

La jueza no creyó la nueva versión y decidió vincularlos a proceso.

Las dos historias parecen de un cartón del Bobadilla.

 

Mirilla

(Macario) Por diferencia de horas otro agente del orden resultó involucrado en una acusación. No cualquiera, el mismo reportero narra en esta edición la trayectoria de 17 años de Macario “O” como fiscal antisecuestros en Sinaloa. Fue detenido en un retén militar en San Luis Río Colorado con 40 kilogramos de cristal. Según el parte informativo llevaba 90 paquetes ocultos en una camioneta.

Macario formó parte de la Procuraduría de Justicia de Sinaloa, hoy Fiscalía, desde el año 2000. Destacó en el Unidad Especializada Antisecuestros como parte de un modelo que desde el gobierno de Juan Millán se presumió como exitoso. Por dos décadas el estado ha mantenido una reducción constante del delito y se fueron capacitando a agentes en labores de inteligencia para anticiparse ante las bandas de delincuentes.

Más aun, Macario fue un agente del Ministerio Público premiado. Y las declaraciones de aquel momento, al recibir el galardón, hoy resultan lapidarias: “a mí no me toca la corrupción”, habría dicho Macario (PUNTO)

Columna publicada el 04 de octubre de 2020 en la edición 923 del semanario Ríodoce.

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