Ecos del M68

EL 68

La vi caminar entre los estrechos pasillos de los conjuntos habitacionales de Tlatelolco, me llamó la atención porque su mirar era imperativo, desesperado. Cuando miraba a un joven, lo seguía con la vista hasta perderlo, sacudía la cabeza y seguía con su lento andar. Casi al oscurecer la volví a ver, con la vista gacha, sentada sobre las baldosas de la escalinata del centro ceremonial.

—Buenas noches, disculpe, ¿es usted de Sinaloa?
—Usted… ¿¡Quién es!? ¿Es de gobernación?
—No, no, cálmese, mire —dije mostrando mi credencial de elector— yo también soy de allá.
—¿De dónde allá?
—De Sinaloa.
—¿Usted también busca a alguien?
—Sí, a mi compañero de prepa.
—¿Cuántos años tenía?
—18, nos decíamos cuates porque habíamos nacido en la misma fecha.
—¿Y también desapareció?
—Sí. Aquella tarde, en la refriega nos perdimos. Yo alcancé a meterme debajo de un auto, a rastras salí y logré escapar.
—¿Cómo se llamaba?
—Él, se llamaba Pedro.
—¡Pedro! ¡Era mi hermano!…

Historias como estas existen por cientos, porque cientos, tal vez miles, fueron los muertos y desaparecidos en aquella masacre del 68 que el Estado Mexicano ordenó, por el mismo presidente Gustavo Díaz Ordaz; cínicamente lo declaró. Y ahora nos enteramos que también era agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, lo que ratifica su traición a la patria, pues es posible haya recibido órdenes de aquellos.

El próximo 2 de octubre de este año 2018 se cumplirán 50 años, cinco décadas de aquella nefasta y terrible matanza. Fecha que quedó marcada con un crespón negro, en señal de luto por los muertos, y, a partir de ese acontecimiento, el gobierno federal, apoyado por la mayoría de los gobernadores de los Estados, continuaron con una escalada de detenciones, desapariciones, torturas y encarcelamiento de miles de estudiantes, obreros y campesinos, cuyo único delito era serlo, es decir, ser pobre, ser estudiante; para el gorilesco presidente y sus lacayos, suficiente motivo para ser reprimido. Miraban en cada uno de ellos a un posible enemigo, un manifestante en potencia que podría alzar la voz y reclamar libertad, justicia y mejores condiciones de vida.

Muchos fueron los perseguidos, torturados con horrendos castigos, y asesinados, que servían “al sistema” para aterrorizar a la población y seguir sosteniendo el unipartidismo en el poder. Son muchos los nombres de los héroes, pero más de los que murieron, la mayoría sin causa justificada. Gobierno bestial, amparado con la llamada Dictadura Perfecta.

Desde el primero de agosto pasado se empezaron a desarrollar algunos eventos, no nada más para conmemorar, sino para seguir manteniendo viva la llama de la protesta, y para seguir alentando el recuerdo de todos aquellos que dieron su vida por tener el derecho de alzar la voz.

El ciudadano Enrique Graue Wiechers, Rector de la Universidad Autónoma de México (UNAM), declaró hace unos días a la prensa nacional: “Con más de un centenar de actividades en diversas sedes, un fuerte programa editorial, la renovación del Memorial del 68 en Tlatelolco y la creación de un repositorio con los principales movimientos ciudadanos que han mejorado nuestro régimen de libertades, la UNAM conmemorará los 50 años del M68”.

Será una intensa actividad conmemorativa cultural, donde se expresarán testimonios de algunos actores que aún viven y se conservan en pie de lucha. Habrá también manifestantes extranjeros, sobre todo de América Latina y algunos países europeos. Todo ello es necesario y justo, sobre todo ahora que el pueblo mismo ha dado una muestra contundente de su sentir con relación a la gobernanza que hemos tenido en las últimas tres décadas.

Los 133 periodistas inmolados, los más de 440 mil muertes provocadas por una guerra injusta y estúpida, y los más de 200 mil desaparecidos, todo en tres décadas, en las que además, el país ha ido en retroceso en cuanto a desarrollo económico, educativo y cultural.

Los mexicanos han madurado, se puede decir que ya se curtieron con tan prolongados sufrimientos, las jornadas anunciadas seguramente tendrán eco en la mayoría de los estados. En especial en nuestro Sinaloa, que no escapó a la barbarie, nuestros gobernantes de aquellos años se unieron al aquelarre orquestado por el presidente; aquí también hubo muchos muertos, torturados, desaparecidos y encarcelados. En aquellos tiempos, muchos lo saben y sostienen, para los representantes del gobierno, era más peligroso ser estudiante, que ser narcotraficante.

Es posible se recuerde y se les rinda merecido homenaje a Gilberto Guevara Reynaga, Jesús Michel Jacobo, los hermanos Liberato, Rito y Lorenzo Terán Holguín, y muchos más. De resonancia nacional: Valentín Campa, Demetrio Vallejo, Eduardo Valle el Buho, Ing. Heberto Castillo y también muchos más. Unamos nuestra voz y presencia en estas conmemoraciones, ratifiquemos nuestra fuerza y decisión. Creo que es momento de sacar del arcón de los recuerdos aquella contundente consigna: ¡El pueblo unido, jamás será vencido!

No, no se nos olvida, porque el espacio de nuestro compañero y amigo JAVIER VALDEZ CÁRDENAS jamás nadie podrá ocuparlo, por eso seguimos exigiendo sean detenidos los que ordenaron su asesinato: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!

*Escritor de la novela En el casi ombligo del mundo.

Artículo publicado el 26 de agosto de 2018 en la edición 813 del semanario Ríodoce.

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