Charla con Javier Valdez en el letargo de una tarde bermeja en Culiacán

El calor, ¿dónde es más fuerte? ¿En Culiacán, Hermosillo, Mexicali o en Los Cabos? No sé dónde, pero donde sea me hace sentir un desespero tremendo, y no termina hasta que llego a una cantina donde pueda beber una cerveza bien helada.

Antes de que me llegara ese vértigo que me marea, decidí caminar hacia allá. Caminaba bajo el tórrido sol culichi de las cuatro de la tarde. Cuando me acercaba al territorio del “Triángulo de las Bermudas” —ya saben, donde están varios antros donde uno se pierde, entre ellos el famoso Guayabo—, al doblar una esquina lo miré, lo conocí por su inconfundible sombrero Panamá. Me dije, mi compa también va al aguaje. Imaginar la charla con él me animó, y apresuré el paso con el fin de alcanzarlo antes de que entrara, pero no pude. Entré y eché una vista por todo el lugar, no lo vi. Seguro entró al mingitorio, pensé. En eso llegó el “Zurdo” y me puso una ambarina bien helada, con su habitual sonrisa me saludó:

–Bienvenido amigo. Gusto de verlo.

–Igual compa. Usted como siempre, al tiro.

Sonrió y se fue. Bebí un trago largo y al dejar la botella sobre la mesa, me dije: –ahorita que vea al pinche gordo me lo voy a cotorrear: “hora sí cabrón, con AMLO en el poder, tus macabras historias van a escasear”. Seguro va a revirar.

–¿Por qué bato?
–No pues él dijo que va a acabar con la corrupción, eso quiere decir que ya no habrá tanto matón en las calles, ni tampoco tanto morro hambriento, ya no serán sicarios; tendrán donde comer, donde dormir y hasta podrán estudiar para tener un mejor destino. Y qué decir de las mujeres, ya no habrá tanta Miss narco ¿no?

Responderá: “Se me hace que sueñas, bato. Para que pase eso tienen que cambiar muchas cosas. Este país está podrido, son muchos los que tendrán que salir del sistema, ¿no te has puesto a pensar, qué van hacer esos batos cuando se queden fuera del presupuesto?”

Y le diré: “Tienes razón pinche gordo, son miles, pero si se aplica la ley, tienen que alinearse”.

Y porque lo conozco, me va a responder: “No seas mamilas, bato, esos güeyes tienen muchos recursos, y los otros, tienen muchos billetes”.

–¿Cuáles otros?, le preguntaré y responderá: “Los meros jefes del narco, y los oligarcas. ¿Sabes quiénes son los oligarcas, bato?”

–Pues los que…

–No sufras, son los de la lana, bato, los dueños del país, pa’ no ir más lejos —me dirá midiendo mi ignorancia.

Pero le contestaré: ¡Ah chingá! Tú estás en todo, pinche gordo. Por eso has logrado ser tan chingón. Eso no le gustará y con el ceño fruncido retobará: “No bato, no es que sea chingón, es que ellos sí se lo creen, por eso debo usar palabras claras y fuertes pa’ ponerlos en su lugar. Alguien tiene que decirles sus verdades, lo mierda que son, si nadie lo hace ellos creen que así está bien, y que todos los demás somos unos pendejos que valemos madre.

–Aquí tiene la botana, mi Leónidas –irrumpió el “Zurdo”.

–Oiga, qué tanto habla usted solo —miré al cantinero con cara de no sé qué, pero me dijo: “No se agüite, no es el único que lo hace, a este lugar vienen a sacar sus cuitas mucha gente, sobre todo los de su gremio”.

–¿Yo estaba hablando solo, mi ‘Zurdo’?

–Sí, pero no se notaba mucho. Un tanto apenado dije que estaba ensayando un discurso que voy a tener con el gordo.

–¿El gordo Murillo?

–No… quiero decir sí, si con él. No tarda en llegar.

–Será bienvenido –dijo amable el cantinero, creo que notó mi turbación.

Yo me refería a nuestro Gordo; asombrado reconocí mi amnesia, él cumplió el pasado día 15, un año dos meses de que fue arteramente asesinado.

La neta es muy difícil alejarlo del pensamiento, son muchas las razones por las que hemos de recordarlo, sobre todo aquí, en su “sacrosanto recinto”. Cómo olvidar el valor de sus palabras, la claridad de su quehacer periodístico que incomodó y molestó a los criminales.

Los que lo estimamos como el gran amigo que fue, le apreciábamos su trabajo por la hidalguía de su nobleza. Los que tuvimos la fortuna de tratarlo y platicar con él, disfrutamos su charla siempre salpicada de ocurrencias, adornada con insultos y palabrotas que acertaban para hacernos reír. Su trabajo de periodista fue reconocido con premios nacionales e internacionales, sin embargo, nunca perdió su sencillez, eso confirmó su grandeza. Con sus libros nos heredó la verdad de su sentir ante la barbarie que vive nuestro país. A continuación algo de su discurso cuando recibió el premio que le otorgó el Comité para la Protección de periodistas, fue en Nueva York en octubre de 2011.

“En Culiacán Sinaloa, México, es un peligro estar vivo, y hacer periodismo es caminar sobre una invisible línea marcada por los malos que están en el narcotráfico y en el gobierno.

“Dedico este premio a los periodistas valientes, a niños y jóvenes que viven una muerte lenta, he preferido darle rostro y nombre a las víctimas, retratar este panorama triste y desolador, estos pasos agigantados de tomar atajos hacia el apocalipsis, en lugar de contar los muertos y reducirlos a números.

“Este premio es como un faro de luz del otro lado de la tormenta, un puerto seguro más allá de la tempestad. En Ríodoce hemos experimentado una soledad macabra porque nada de los que publicamos tiene ecos ni seguimiento y esa desolación nos hace más vulnerables. Y a pesar de esto, con ustedes, con este premio puedo decir que tengo donde guarecerme y sentirme menos solo”.

Las autoridades responsables de procurar justicia todavía no han descubierto quién y por qué ordenaron su muerte. Javier Valdez Cárdenas aún vive, por eso seguimos exigiendo: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!

*Escritor de la novela Golpe a Golpe.

FUENTE DE DATOS: WIKIPEDIA

Artículo publicado el 22 de julio de 2018 en la edición 808 del semanario Ríodoce.

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