Aceptando que la mariguana contiene poderes curativos para algunas enfermedades, el liberar su consumo no es la solución a los problemas sociales que está padeciendo México con el narcotráfico, que deriva en inseguridad, violencia, sobrepoblación carcelaria, entre los principales.
En todo caso, si se quiere argumentar que la liberación de su uso es para fines curativos, su aplicación debe quedar en manos de la ciencia, permitiendo a los médicos su receta, de acuerdo a los casos a tratar, como se hace para el control del uso de los antibióticos.
Si se aprueba su uso en forma indiscriminada, estaremos acelerando la decadencia de la sociedad mexicana, en que está cayendo desde hace tiempo, lo que propiciaría mayores problemas de salud pública, al agregarse a los que ya padecemos con el consumo del alcohol y el tabaco en el país. Por cierto que, en el renglón de salud pública, el gobierno mexicano está teniendo ya serias dificultades para atender al cada vez más alto número de enfermos que requieren de atención especializada en los centros psiquiátricos y hospitalarios.
Han surgido muchos argumentos de parte de quienes proponen el libre uso de este estupefaciente, alegando cuestiones jurídicas y con fines recreativos, porque el ser humano tiene derecho a hacer de su cuerpo lo que se le venga en gana y que hay países donde ya se consume libremente. Estos ponentes quizás no midan las consecuencias de hasta dónde puede llegarse si se aprueba su libre consumo en México.
Por principio de cuentas, el uso de la mariguana es adictivo, como cualquier otra droga, como lo son el cigarro y el alcohol, que crean dependencia al organismo humano.
Es justo decir, también, que la mayor parte del pueblo mexicano no está psicológicamente preparado para el autocontrol del uso de la mariguana, consumo primario que en muchos casos abre las puertas para ingerir drogas naturales y sintéticas altamente perjudiciales para los consumidores.
Si se busca reducir los hechos de violencia, esto tampoco se logrará, porque los grandes narcotraficantes lo que manejan es el tráfico de cocaína y drogas sintéticas, que son las que mayores ganancias les reditúan. Estos zares de las drogas manejan la venta de la mariguana como un complemento.
Para ellos su venta es una actividad secundaria.
La verdad, aunque no se quiera aceptar, es que el consumo de mariguana es ya alarmante y sus consecuencias son muy graves, porque los drogadictos, además de volverse violentos, en muchos casos se dedican al robo en todas sus manifestaciones para mantener su vicio, acudiendo al hurto domiciliario y el asalto, principalmente.
En Sinaloa el consumo de mariguana se ha incrementado, principalmente entre los jóvenes en los centros pesqueros y en las comunidades rurales, de la mayor parte de los municipios, donde los comerciantes de este alcaloide se disputan las plazas, porque ante las barreras que tienen para su exportación, buscan colocar su ilícita mercancía en nuestro país, del cual Sinaloa no está exento.
No son pocos los lamentables hechos que genera el consumo de drogas, los que se dan a conocer a través de los medios de comunicación, llegando al grado de que los hijos llegan a matar a los padres porque no les dan dinero para comprar la droga.
Acudiendo a un ejemplo, los medios de comunicación han dado cuenta en las últimas fechas que ciudades enteras, como el caso de Ciudad Juárez, Chihuahua, está a merced de la delincuencia, que en su mayoría consume mariguana.
Personalmente he conocido casos espeluznantes propiciados por el consumo de drogas, como el de un pariente cercano, que atentó contra su señora madre, porque ya no le quería dar para su vicio. Por fortuna los vecinos rescataron a la mujer, quienes al escuchar sus gritos de auxilio, lograron despojar del arma punzocortante con la que amenazaba a su progenitora, el hijo convertido ya en un energúmeno.
Ojalá que no se libere su consumo, porque aceleraremos la decadencia de nuestra sociedad, que ya va en esa dirección.
