Cuarto informe: el Gobierno que no fue

Cuarto informe: el Gobierno que no fue

Mario López Valdez. Se acaba el tiempo.
Mario López Valdez. Se acaba el tiempo.

El gobernador Mario López Valdez entregó al Congreso del estado su cuarto informe de Gobierno. Lleno de cifras y cuadros estadísticos manejados a conveniencia, no va más allá de ser un acto protocolario pero insustancial. La realidad de lo que pasa en Sinaloa está en las casas de los sinaloenses y en las calles, en los bolsillos de la gente y en sus percepciones y sentimientos. No pasan por el papel ni los discursos sus preocupaciones cotidianas, que siguen siendo las mismas que hace cuatro años, algunas de ellas llevadas al extremo.
La inseguridad, el desempleo, la impunidad con que se siguen cometiendo los delitos, se mantienen inalterados bajo un Gobierno que se presumió del “cambio” y que terminó por confirmar que los partidos, solos o en coalición, ya en el poder, terminan hermanados en la inmoralidad.
Malova llegó a la gubernatura para demostrarnos que el poder solo cambió de manos pero no de propósitos, muy alejados, por cierto, de esa sencilla cualidad que debiera ser consustancial a la política: servir a la gente.
Alucinado por un triunfo histórico contra su propio partido, el PRI, Mario López Valdez se desbarrancó desde los primeros días de su mandato entre nombramientos abominables y crímenes en cadena que, a pesar del impacto causado y el significado que anunciaron —quizá por ello—, permanecen impunes.
A la vuelta de casi cuatro años, el Gobierno actual acumula más de 5 mil 400 homicidios dolosos —2 mil 558 más que en el mismo periodo del gobierno anterior—, de los cuales, si acaso, han sido aclarados y castigados el 5 por ciento.
Porque en este rubro hay una constante en todos los gobiernos: los asesinatos relacionados con el crimen organizado nunca se investigan. Así que el reino de impunidad se mantiene inalterado bajo un Gobierno que prometió el cambio y que dijo en campaña, en medio del drama de miles de familias afectadas por la violencia, “nunca más”.
Pero si de cambio se habló, han sido la falta de transparencia y la corrupción la gran decepción de este Gobierno. Malova se ha acompañado en estos cuatro años de un equipo rapaz, que vio en el tesoro público no una oportunidad para atender las necesidades de la población, vía obras y servicios, sino la ocasión de su vida para enriquecerse sin pudor, lejos de las formas, dominados por la avaricia sin límites.
Las huellas del saqueo están por todos lados. No aparecen en los informes que se entregan al Congreso cada tercer semana de noviembre, pero son parte del inventario de atrocidades y desparpajos administrativos que han caracterizado a las dependencias estatales, empezando por la secretaría de Finanzas, que dejó en manos de un hombre que no hubiera podido ir por las tortillas de su casa sin quedarse con la feria.
Nunca una administración estatal había sido tan observada por sus desórdenes administrativos ni bajo la presunción persistente y documentada de desvíos de recursos y por el uso turbio de éstos. Por ello nunca salió tan caro a los sinaloenses haber depositado su confianza en un político que llegó para sacar del palacio a una “camarilla mafiosa”, sin sospechar que se trataba solo de un relevo simple para que todo siguiera igual o peor.
Pero a estos males hay que agregarle dos más que no tuvieron gobiernos anteriores: la frivolidad y el cinismo. Malova no llegó para inventar la rueda, eso lo sabíamos, pero tampoco se le eligió para que hiciera del gobierno estatal una gran carpa donde hasta de los dramas hay que sacar chistes.
Sinaloa no es, a la vuelta de cuatro años, mejor que antes. En ningún aspecto, salvo por lo que está ocurriendo en materia turística gracias a la carretera Mazatlán-Durango, una obra federal. Por el contrario: en estos cuatro años se expandió el narcotráfico, se profundizó la impunidad, se deprimió la economía y creció la corrupción.
¿Tiene tiempo el gobernador para dar un golpe de timón? Tiempo sí. De lo que hay que dudar es si le quedan fuerzas.
Bola y cadena
DESPUÉS DEL EPISODIO AQUEL en el que el presidente de la República entregó un galardón al empresario Jesús Vizcarra Calderón como uno de los más fuertes exportadores del país en 2013, el Gobierno de Mario López Valdez entró en una crisis de nervios que sacudió los tres pisos del palacio. No era para menos, pues días después vino el empresario acompañado del secretario de Agricultura y de un hermano del secretario de Gobernación, para inaugurar sus oficinas corporativas, y no invitó a nadie del gobierno estatal. Los malovistas sintieron que el mundo les caía encima. Pero la vida da muchas vueltas y aquel presidente ya no es el mismo. Lo cual le dará tempo a Malova para enderezar un poco el barco y tapar algunos hoyos. Ya será cosa de él si lo aprovecha o no.
Sentido contrario
POCO A POCO SE HA ESTADO DERRUMBANDO la “explicación” de la PGR de que los 43 estudiantes desaparecidos terminaron hechos cenizas en una pira cerca de Cocula. Parecía que los tiempos de Pablo Chapa Bezanilla, fiscal especial para investigar el asesinato de Francisco Ruiz Massieu, al inicio del sexenio de Ernesto Zedillo, habían pasado. Pero al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, solo le falta su Paca —aquella se llamaba Francisca Zetina— para que nos diga dónde quedaron los muchachos, vivos o muertos.
Humo negro
SI LOS NARCOS CONOCIERAN MÁS de política, entonces sabrían que hay momentos en los que no hay que exponerse demasiado. Arrinconadas por los hechos de Guerrero y Tlatlaya, las fuerzas armadas quieren reivindicarse y buscarán golpes espectaculares. El Chapo Guzmán ya quedó atrás. Y no quedan muchos “blancos”.

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