El ministerio público padece ‘fiscaliesclerosis múltiple’

El ministerio público padece ‘fiscaliesclerosis múltiple’

La fiscaliesclerosis múltiple, es un padecimiento de los más crónicos del Ministerio Público que lo acompaña como la sombra al cuerpo; sin embargo, aun con esta dolencia ha tenido que sobrevivir durante tanto tiempo, por supuesto, con una función mermada ante estragos ocasionados por este padecer.

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La sintomatología de la esclerosis múltiple, se manifiesta con pérdida de visión, entumecimiento de extremidades, dificultad para caminar y pérdida del equilibrio, fatiga y disminución de la coordinación. Es una enfermedad del sistema nervioso, que empieza a temprana edad regularmente. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa.

Para explicar esta anomalía, es necesario recordar los orígenes de esta institución y su directa vinculación con el ejercicio del poder, por supuesto, del poder político. Veamos, desde la época virreinal, se creó la Sala del Crimen como parte de la Audiencia de México, donde el virrey era su presidente y representante personal del monarca. El virrey encarnaba todos los poderes estatales: político, económico, social, religioso y militar; por tanto, le correspondía presidir el organismo superior de la administración de la justicia, al que estaba integrado el ministerio fiscal.

En el México independiente, la figura del fiscal se conservó y fue retomada por las constituciones que precedieron a la Constitución de 1857; en ésta, aparece la figura del Procurador General, dependiente de la Suprema Corte de Justicia; después en la Constitución de 1917, apareció el Ministerio Público y la Policía Judicial bajo su autoridad y mando.

Policía Judicial y Ministerio Público emprenden su recorrido en la historia, una bajo la autoridad y mando del otro; sin embargo, su origen depende del poder político y, como es principio de derecho que lo accesorio corre la suerte de lo principal; luego entonces, la cercanía al poder político de la Policía Judicial, le ocasionó una obediencia doble: de derecho y de hecho; es decir, el mandato de derecho genera obediencia jurídica; el mandato de hecho, genera obediencia política.

Los cambios de denominación de la Policía Judicial a Policía Ministerial y más reciente Policía de Investigación, en nada han modificado el mandato de hecho y, por tratarse de brazo armado, la dependencia de facto del Poder Ejecutivo, ha tenido una suerte de territorialidad, con vínculo directo y derecho de picaporte ante la autoridad gubernamental en turno.

Esa disyuntiva de obedecer a la autoridad política, por la vía del mando de hecho y al titular del Ministerio Público por la vía del mando de derecho, siempre ha generado fricciones, propiciando entre las diferentes áreas que integran el Ministerio Público o sus autoridades, innecesarias competencias, desequilibrio en autoridad de mando y luchas internas, con serias repercusiones en términos de control y unidad de actuación institucional.

Desde hace tiempo el germen de esta enfermedad está presente. Este padecimiento ha ocasionado graves dificultades para llevar su gran responsabilidad; pues su deambular errático lo ha llevado a una pérdida de visión, sobre la importancia de investigar los delitos con protocolos y metodologías técnicas y científicas que garanticen y, en el marco del nuevo sistema penal acusatorio, son exigibles, buenas y profesionales prácticas en los procesos investigativos del hecho delictuoso.

Es común también, observar una institución del Ministerio Público fatigada, por el cuestionamiento constante ante los magros resultados que presenta; pero, sobre todo, es advertible y urgente el fortalecimiento del trabajo en equipo, en que se respeten y reconozcan las habilidades, destrezas y responsabilidades de cada miembro y el rol de cada quien, como condición necesaria para garantizar un resultado favorable en las carpetas de investigación y la judicialización de las mismas.

La fiscaliesclerosis múltiple tiene postrada a la institución. La falta de coordinación, va en demérito del proceso investigativo del delito, prueba de ello, resulta notorio en la investigación preliminar del lugar de los hechos o lugar de intervención, donde policía investigadora y perito criminalista corren por cuerdas separadas, dificultándose la coordinación entre éstos, sobre todo, en los “delitos de sangre”, como el homicidio, en los que se observa, claramente, que los auxiliares directos del Ministerio Público, más que como equipo, se comportan como suerte de feudos, donde cada quien construye su “verdad”, en la que muchas veces no concuerdan con la verdad real; para muestra estos hechos como ejemplo: el caso Ayotzinapa o el caso Héctor “N” y tantos otros casos, cuyos resultados han sido altamente cuestionados.

No es reciente este problema en el Ministerio Público, viene de tiempo atrás presentando síntomas de esta enfermedad y dando claras muestras de sus consecuencias y efectos.

En la medida que el órgano acusador siga siendo suma de partes y no logre constituirse como un todo integral; que continúe descoordinado y muestre incapacidad para conducirse con eficiencia y eficacia en su obligación constitucional de investigar los delitos, habría de reconocerse que los estragos de una fiscaliesclerosis múltiple, se irán acentuando aún más.

Continuará…

Artículo publicado el 08 de septiembre de 2024 en la edición 1128 del semanario Ríodoce.

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