Víctor Joel Santos
Hace quinientos años el sur de Sinaloa estuvo poblado por una cultura originaria, de la cual sabemos poco; por las fuentes históricas tenemos conocimiento de que su lengua era el totorame, aunque desconocemos si este nombre era el empleado por este pueblo para denominarse a sí mismo, pues este grupo se extinguió poco tiempo después de la Conquista en el siglo xvi. En la época del contacto español, los nombres que recibieron los pueblos indígenas, la mayoría identificados por su lengua, en lo general recibieron una denominación arbitraria, como fue el caso de los mayos en el norte de Sinaloa, nombrados desde tiempos novohispanos como «cahitas» y quienes hoy en día se han reivindicado como yoremes, esto debido a que muchos pueblos antiguos no se identificaban con gentilicios, simplemente se hacían llamar «hombres» (significado de ioreme), «hombres ancestrales»;otros ejemplos son los huicholes, en realidad wixárika (wixáritari en plural); los tepehuanes del sur, Od’am; los tarahumaras, rarámuri; los otomíes, Hñähñu, por citar algunos.
Lo que sí sabemos acerca del extinto totorame es que era una variante de la lengua cora, la cual aún se habla en Nayarit y es perteneciente a la familia yuto-náhuatl. Los totorames habitaron la franja costera del sur de Sinaloa hasta el río Piaxtla, se extendían al territorio que hoy pertenece a Nayarit y sus principales poblados fueron Aztatlan, Sentispac y Chametla. De acuerdo con estimaciones demográficas, en el año 1530 —antes del arribo de los españoles— la población totorame de la provincia de Chametla, desde el río Cañas al río Piaxtla, era de 210 mil habitantes (Gerhard, Peter, 1996). Los totorames fueron agricultores, cultivaron maíz, chile, calabaza y algodón; también eran cazadores, cosechaban miel, extraían sal, consumían productos del mar, desarrollaron el sistema de tapos para la pesca, además, fueron alfareros, tallistas de piedra, artesanos en plumería, piel y concha.
Las poblaciones totorames eran ribereñas, algunas con un mayor desarrollo urbano que otras, las casas eran de entramados de madera y adobe. Así era Chametla, el poblado principal en el sur de Sinaloa en la época en que llegó el ejército español-indígena, en enero de 1530, cuando fue conquistada por las huestes del etnocida Nuño Beltrán de Guzmán, en una batalla que los tlacuilos (pintores) tlaxcaltecas representaron a través de una escena en su propia relación de la conquista (Lienzo de Tlaxcala).
En el margen superior de la representación pictográfica de esta batalla fue escrito en letras latinas el nombre náhuatl de Chyametlan, el significado etimológico de este término y sus acepciones son analizados en el primer capítulo de la presente obra por Víctor Joel Santos Ramírez, quien recupera el significado cosmogónico de esta región sugerido en las fuentes documentales y etnográficas, de esta manera, el autor concluye que este lugar es identificado aún hoy en día en la geografía sagrada del Gran Nayar como: La casa del mezcal y morada de los muertos.
Fragmento de la introducción del libro del mismo título, coordinado por Víctor Joel Santos Ramírez, Gilberto López Castillo y Luis Alfonso Grave Tirado, y publicado en 2024 por la Secretaría de Cultura, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Congreso del Estado de Sinaloa, Secretaría de Educación Pública, Instituto Sinaloense de Cultura. Y reproducido aquí con la autorización de los autores y de los editores.
Artículo publicado el 18 de agosto de 2024 en la edición 03 del suplemento cultural Barco de Papel.