Quieren representarnos pero no nos conocen (3 de 6)

PRESIDENTE AMLO. El gran narrador, se va.

En 2018, el ingreso monetario de los hogares más pobres era de 912 pesos mensuales por persona. 3 millones 700 mil mexicanos vivían con piso de tierra, 9 millones sin agua entubada en su casa, 9 millones en pobreza extrema y 20 millones sin acceso a servicios de salud.

El desarrollo económico no generó prosperidad para todos, a precios constantes el salario mínimo era de 410 pesos en 1976 y de solo 105 en 2016. La transición democrática no provocó gobiernos honestos ni un eficiente sistema de justicia. La apertura comercial y el salto tecnológico no ocasionaron mayor crecimiento del PIB per cápita ni mayor formalidad empresarial.

La clase media era económicamente marginal.

Muchos sectores percibían que las sustanciosas promesas de libertad y prosperidad de la globalización y la democratización no contaban con instituciones políticas y económicas capaces de hacerlas realidad.

El 59 por ciento consideraban la corrupción como el principal problema.

Ese escenario incubó el triunfo de López Obrador.

Excluidos de la economía globalizada o desdeñosamente ninguneados por los señores de la política y los negocios. Desigualdad, sensación de horizontes cerrados, ausencia de instituciones mediadoras, desesperanza política general‍.

El atractivo de los populistas reside en su capacidad para convertir los estados de descontento generalizado, resentimiento, desilusión e inseguridad económica, en acción política.

Los populistas se presentan como políticos antisistema, afirman ser la voz del “pueblo” y proclaman que libran una guerra contra lo que describen como una élite corrupta y conspiradora, la mafia del poder.

Se cuenta una historia de dolor, traición y redención: hay un gran pueblo, destinado a la grandeza, que fue traicionado por el villano, pero con la ayuda y el liderazgo de un redentor este pueblo se rebela contra su adversario para alcanzar su destino de gloria.

La legitimidad del líder deriva de su capacidad de explicarle al pueblo quién lo ha dañado y qué debe hacer para alcanzar la redención.

El mito populista funciona porque logra dar respuesta a las dificultades, frustraciones, enojos y miedos de los ciudadanos; porque resalta situaciones de injusticia que son sentidas; porque explica tranquilizadoramente una realidad sísmica; porque muestra un camino sencillo para lograr transformaciones y reparar el daño y porque ofrece la posibilidad de participar en un proyecto con carácter épico.

El mito populista invita a fundirse en el amor a la propia comunidad, a movilizarse junto con otros en una tarea común, a imaginar que se puede, entre muchos, cambiar el mundo.

La lealtad al pueblo consiste en adherirse a una narrativa, una explicación, un mito populista que señala a un villano como responsable de un daño común.

La política requiere formar identidades.

Una narrativa potente tiene un efecto político porque genera entusiasmo y un sentido de identidad en los seguidores.

Todos estos sentimientos –esperanza, resentimiento, solidaridad, lealtad, temor– son motores de la acción política.

Un discurso programático intenta demostrar que una medida determinada es la mejor resolución a un problema. Un discurso populista busca construir identidad poniendo en evidencia que “nosotros” debemos unirnos en una lucha contra un “ellos” que nos ha dañado.

Construyen una identidad a partir de la indignación común frente a un daño, ofrecen refugio en la identidad colectiva.

Ni el pueblo ni la élite son entidades objetivas, sino colectivos discursivamente construidos. Un día puedes ser parte del pueblo y el otro no, según decida el líder.

El líder es una figura siempre amenazada por malvados adversarios. Es alguien incontaminado por los vicios de la política, que se ha visto casi forzado a entrar en ella ante el sufrimiento del pueblo.

Como combate con un villano, no hay ningún valor democrático que deba respetar, se vale todo.

López Obrador ha convencido a la mayoría de los votantes de que él encarna al pueblo y que lo que diga y haga es para reparar el daño y combatir al villano. Sus acciones están legitimadas, los que piensen diferente son la mafia del poder.

Creó la marca.

Esa que gana, casi, siempre.

No resolvió los problemas enunciados al principio, pero dio una muestra simbólica de su proclamado amor al pueblo: apoyos en efectivo, que no resuelven, pero alivian.

Además, fundamentalmente, reivindica al “ninguneado” como alguien que es parte de lo más importante y lo más valioso: “el pueblo”. Una vía para ser feliz, feliz.

Están contentos, no tanto con la realidad que viven hoy (gritan en un mitin de Sheinbaum que están mal sus clínicas y que les falta todo) sino con saberse en camino de un futuro promisorio, con el mejor sistema de salud del mundo, (votan Morena).

Hay un discurso reivindicador que mucha gente pobre quería escuchar; una clase media que quiere tener la esperanza de que la corrupción es combatida; una clase alta preocupada por las amenazas de la inequidad.

Las mayorías de todas las clases y edades creen que los héroes a veces tienen que hacer algo malo o se tardan en conseguir la meta, pero siempre son preferibles a los villanos.

Las oposiciones no han construido una explicación alternativa, un mito, una narrativa, una marca.

Al contrario. Confirman las premisas fundamentales de la marca obradorista cuando insultan a los votantes; reducen su propuesta a ofender a la persona de AMLO y sus caras visibles son políticos corruptos.

La marca obradorista tendrá problemas porque su gran narrador bajará del escenario, su superpoder hace inverosímil la premisa de que un villano lo obstaculiza y capas amplias rechazan su espíritu peleonero.

Es imprescindible que las oposiciones entiendan las razones del votante; construyan una explicación clara, sencilla y verosímil de la realidad; presenten alternativas fundamentadas para la inseguridad, vivienda, pobreza extrema, agricultura y el nearshoring, entre otros problemas que el populismo no solucionará porque no escucha opiniones diferentes ni críticas y también lo carcome la corrupción.

Si no hay narración alternativa, perderán, a pesar de los hechos, como en Yucatán.

Artículo publicado el 23 de junio de 2024 en la edición 1117 del semanario Ríodoce.

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