Cine: ‘Amigos imaginarios’

Captura de pantalla 2024-06-03 164158

Mientras espera que pase la cirugía de su padre (John Krasinski) en un hospital de Nueva York, Bea (Cailey Fleming) se queda en la casa de su abuela (Fiona Shaw), la que muy pronto entiende que a su nieta no le gusta que la traten como niña, porque, a sus 12 años, asegura ya estar grande. A los pocos días de su llegada al edificio, la chica se topa con Cal (Ryan Reynolds), quien vive un piso más arriba, acompañado de Blossom (Phoebe Waller-Bridge/Angélica Vale), una mariposa que baila ballet, y Blue (Steve Carell/Yordi Rosado), un enorme, juguetón, tierno y extraño ser de color morado, con los que se une para ayudar a algunos adultos a reconectar con sus amigos imaginarios de la infancia, sin reparar en que ella misma podría estar en la situación, ahora que su mamá ya no está y existe la posibilidad de que pase lo mismo con su papá.

Amigos imaginarios (IF/EU/2024), escrita y dirigida por el propio Krasinski, tiene una premisa muy atractiva, interesante y quizás (para la gran mayoría) necesaria: que los adultos recuerden, reconecten y se apoyen en su amigo imaginario con el que convivían de niños, suena estupendo, y más si a eso se le agrega la extraordinaria capacidad de soñar, crear e imaginar sin límites, que podría propiciar esa relación que, se dice, muchos experimentan de niños y (casi) todos olvidan de grandes.   

Aunque atina en el diseño de los personajes animados, que lucen muy bien delineados, coloreados y textualizados, al igual que el mundo en el que viven debajo de un parque de diversiones, y en la reiterativa, pegajosa y nostálgica música a cargo de Michael Giacchino, desafortunadamente no todo es miel sobre hojuelas y la película actualmente en las salas de cine falla más de lo que acierta en lo referente a su confuso guion, el cual no precisa su objetivo principal: lograr la reconexión entre amigos reales e imaginarios; que los mayores recuerden los sueños, deseos y anhelos que tenían de niños, pero que hicieron a un lado con el paso de los años; el duelo de Bea por la muerte de su madre; o la preocupación de la adolescente por la operación de su padre. Ni hablar de las cumplidoras, pero no extraordinarias interpretaciones del desaprovechado elenco. 

La trama no es una idea original de la película en cuestión, hay otras que también tratan de seres que solo habitan en la mente (Donnie Darko, 2001; Jojo Rabbit, 2019; Imaginario: Juguete diabólico, 2024, para muestra), pero llama la atención, en particular, el cortometraje español Blue & Malone: Casos imposibles (2020), de Abraham López Guerrero, con el que tiene puntos de encuentro fundamentales: el abordaje de los amigos imaginarios alrededor de una chica que aclarará “ya no soy una niña” cuando le recuerdan algo de la infancia; la presencia de uno de nombre Blue y un detective, entre los personajes animados; la referencia a burbujas de jabón; la importancia de la abuela para activar los recuerdos; el recurso de la cámara de video como prueba infalible; la percepción de una historia más para grandes y no tanto para niños o familiar; y la mezcla de animación con imágenes reales –cabría preguntarle a Krasinski cómo referirse a su cinta, si “basada en”, “en homenaje a” o “copiada de” ese corto­–. Véala… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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