Narran el dolor que vivieron en el ‘Conversatorio entre familiares de personas periodistas asesinadas y desaparecidas en México’

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Familiares de periodistas asesinados y desaparecidos narraron el dolor que viven desde la muerte o desaparición de su familiar y la revictimización que sufren de parte de las autoridades.

Como parte de la conmemoración del séptimo aniversario luctuoso del periodista Javier Valdez se realizó el “Conversatorio entre familiares de personas periodistas asesinadas y desaparecidas en México”.

Los familiares compartieron testimonios de su dolor y lo que han tenido que enfrentar tanto la revictimización de las autoridades y el abandono de sus propias familias o amigos.

Griselda Triana, esposa de Javier Valdez y coordinadora de la red Tejidos Solidarios, comentó que los asesinatos poco importan a las autoridades, pero sus familias no claudicarán en exigir justicia por cada periodista privado de la vida o desaparecido.

Señaló que los asesinatos o desapariciones de periodistas causan graves afectaciones en los núcleos familiares, por eso formaron una red para apoyarse mutuamente.

Frida Urtiz, esposa del periodista Salvador Adame Pardo, privado de la libertad el 18 de mayo de 2017 en Michoacán y un mes después algunos de sus restos encontrados calcinados, comentó que cuando su esposo desapareció se sentía sola porque en ese entonces no había como ahora red de apoyo para sentirse segura.

Narró que sufrió acoso de las autoridades y maltrato.

Cuando su esposo fue privado de la libertad, dijo, fue con los militares y nunca quisieron salir del cuartel para buscar, luego acudió con el ministerio público a poner la denuncia en Apatzingán y de ahí empezó todo un caos para la familia.

En la Fiscalía pasaron días y noches declarando y haciendo trámites y se sentían secuestrados, expresó.

Detalló que tuvieron que salirse de su casa y estuvieron 15 días durmiendo en el suelo y sin dinero.

Ella también es periodista, manifestó, y se ha apartado del periodismo y ha estado sobreviviendo con otro trabajo lejos de su pasión, con muchas limitaciones y esfuerzos.

Todavía tiene esperanza que haya justicia para cada uno de los periodistas y se valore el trabajo que ellos hicieron.

Estela Méndez, esposa del periodista Ramón Ángeles Zalba, desaparecido en Michoacán, el 8 de abril de 2010, comentó que siempre es difícil hablar del proceso que viven las familias.

Mencionó que a ella no le daba miedo la labor de su esposo porque lo sentía a él seguro de sí mismo y ella creía que no había ningún peligro.

Su pareja, dijo, salió de su casa rumbo a la universidad donde daba clases y a las 9 de la noche su hijo le marcó y el celular estaba fuera de servicio.

Narró que toda la noche ella le estuvo marcando y al día siguiente su hijo salió a buscarlo. Comentó que ella creía que su esposo tenía amigos, pero era mentira porque ese día la dejaron sola.

Hasta la misma familia se aleja porque les da miedo, expresó.

Narró que cuando fue a la Fiscalía a presentar la denuncia le dijeron que a lo mejor su esposo se había ido con otra mujer.

Señaló que son 14 años que han luchado día a día, que lo han buscado sin tener respuesta alguna y de un sufrimiento cruel.

Comentó que todavía tiene miedo, pero también fe en que algún día se hará justicia y sabrá dónde está su esposo.

Priscila Pacheco, hija del periodista Francisco Pacheco Beltrán, asesinado el 25 de abril de 2016 en Taxco, Guerrero, dijo que si olvidamos a los periodistas estaríamos dejándolos morir.

Su familia ha vivido violencia sistemática por parte de las autoridades mexicanas, expresó.

Detalló que hasta el día de hoy siguen siendo amenazados y hostigados y la averiguación previa sigue impune.

Señaló que tras el asesinato de su padre se quedaron sin familia, sin amigos, sin vecinos y sin dinero.

Detalló que estuvieron meses encerrados y se autocensuraron por temor a que les pueda pasar lo mismo que a su papá.

Matar en México a un periodista es como si se matara a nadie, lamentó.

Manifestó que vive con la angustia de que un día la maten, y su madre con la angustia de que sus hijos un día no regresen.

María Teresa González, esposa de Gregorio Rodríguez, asesinado cuando cenaba con sus dos hijos en Escuinapa, el 28 de noviembre de 2004, tras el homicidio, sentía que tenía un abismo por delante, pero algo le decía que no estaba sola, que tenía un ángel en el cielo.

Recordó que como parte de la investigación citaron a declarar a sus hijos que apenas hablaban, por lo que hizo una huelga en la Subprocuradoría de la zona Sur para que desistieran de la declaración de los niños y evitar que le echaran sal a la herida.

Mencionó que fue objeto de acoso a pesar de que tenía custodia y durante un tiempo se alejó de la sociedad hasta que tuvo apoyo psicológico y se recuperó.

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