Alzheimer, la enfermedad más común de las demencias; ‘desaparece’ a quien la padece

Alzheimer

La enfermedad del Alzheimer, “es la más común de las demencias, teniendo en cuenta que la demencia es un padecimiento que afecta directamente funciones cognitivas tan vitales como la memoria, la orientación, el reconocimiento de personas y objetos y la práctica de actividades de la vida diaria como el vestido, la alimentación y las relaciones sociales” explica la Beatriz Corona Figueroa, Coordinadora del Comité de Investigación del Decanato de Ciencias Sociales, Económico y Administrativas y académica de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG).

Una descripción sencilla del proceso de deterioro que el cerebro sufre ante esta enfermedad es el “encogimiento” del encéfalo debido a la formación de placas anormales de proteína y “nudos” en las fibras nerviosas, que son las que permiten la comunicación entre las neuronas y el desarrollo de nuestras funciones cerebrales, explica Corona Figueroa.

La enfermedad es paulatina, crónica y degenerativa y hasta ahora, irreversible.

Agrega que los factores de riesgo más conocidos para el desarrollo de la enfermedad son: “la edad (a mayor edad, mayor riesgo), el sexo (suele presentarse más frecuentemente en mujeres a causa de la pérdida del factor neuroprotector estrogénico posterior al climaterio), la carga genética (es más común en personas con familiares directos que la hayan padecido), traumatismos y factores de riesgo más específicos como el tabaquismo, la obesidad, la diabetes, el colesterol alto, la hipertensión arterial y la exposición a tóxicos en los alimentos y en el ambiente”.

En cuanto al tratamiento, explica es una enfermedad irreversible, pero es posible atenuar algunos síntomas con medicamentos, pero, sobre todo, el entorno inmediato es el que puede tener influencia ante el curso que la enfermedad tomará para cada persona.

La progresión del Alzheimer está identificada en tres etapas, las cuales describe la doctora, Corona Figueroa.

“La primera etapa se presenta, con variaciones de acuerdo con la agresividad de la enfermedad y la esperanza de vida particular, de los primeros dos a ocho años de haberse manifestado. En esta etapa tienen lugar los primeros efectos cognitivos como la pérdida de la memoria reciente, la desorientación en tiempo y espacio y la afasia, que es la dificultad para expresar verbalmente lo que se desea”.

“La segunda etapa puede afectar directamente la producción del lenguaje y el reconocimiento de personas que solían ser comunes a la vida diaria (agnosia) e incluso dificultad para la realización de tareas funcionales que se tenían muy automatizadas como el vestido, la alimentación y los movimientos cotidianos intencionados (apraxia), carencias que vuelven al paciente dependiente y aislado de su entorno”, indica.

“La tercera etapa es tan variable en el tiempo como años de vida alcance la persona, pero suele caracterizarse por pérdidas de funciones básicas como el aseo y la alimentación, al grado de que, en muchas ocasiones, el fallecimiento viene por el deterioro físico y mental, y la anulación del instinto básico de supervivencia”.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 2015 alrededor de 50 millones de personas en el mundo la padecían y se estima que para 2030 150 millones a nivel mundial y 1.5 millones en México la padezcan, “y en este fenómeno el envejecimiento poblacional y la exposición a los factores de riesgo señalados juegan un papel primordial”.

El grave peligro de este aumento, explica “es sin duda su impacto en la salud pública y el severo daño causado en el entorno de los pacientes y para las vidas de sus cuidadores, en muchas ocasiones sin la posibilidad de contar con apoyos emocionales ni instrumentales y que desarrollan también síntomas psicológicos como ansiedad, depresión, soledad, abatimiento y desesperanza”.

¿Es posible prevenir el Alzheimer?

La especialistas de la UAG explica que por la naturaleza de esta enfermedad es difícil de prevenir, y una vez presente, casi imposible de detener. Sin embargo, recalca “si se atiende a los factores de riesgo antes mencionados y se tiene identificada la posibilidad de identificar la predisposición genética a padecerla, ciertas acciones de nuestra parte podrían representar algún efecto protector para nuestro cerebro en general o para posponer la edad de inicio de algunas enfermedades”.

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