Qué bonita elección

ELECCIONES

En mi oficio de facilitar y dar fe de la celebración de contratos, digo siempre “que bonito contrato” cuando advierto que las partes firman la versión final del documento, con la seguridad de que ambos salieron ganando.

Así, por extensión, aplico esta expresión a las elecciones del domingo pasado.

Por un lado el gobierno, su partido y el satélite PVEM, que proclaman su satisfacción por haber “despojado” al PRI de los estados de Hidalgo y Oaxaca, al PAN de Tamaulipas y a la mezcla opositora en Quintana Roo.

Por el otro, PAN, PRI y PRD, declaran festivos sus triunfos en Aguascalientes y Durango, estados ganados anteriormente por el PAN, aunque gobernados al menos nominalmente, como es el caso de Durango, por el mismo partido.

Movimiento Ciudadano, muy lejos, de una posición ganadora, festeja también su decisión de ir solos, lo que les permitió, dicen, crecer y demostrar que no les resulta conveniente aliarse en el bloque Va por México.

Aunado a las celebraciones de sus triunfos, cada fuerza política proclama al alimón, que derrotaron por toda la línea a sus adversarios, es decir no nada más proclaman que ganaron, sino que recalcan y despliegan su esfuerzo en convencer de que “perdieron” sus contrarios.

¿Dónde quedó el seis de seis? Dicen burlones los aliancistas, mientras que Morena y el gobierno, presumen: “Simple y sencillamente: ¡Arrasamos!

En la colaboración del cinco de junio dijimos que esta jornada en seis estados semejaba el “antepenúltimo round” de una pelea que verá su episodio final el dos mil veinticuatro y que aún con toda su importancia, los resultados no definian la “pelea”.

Luego entonces, mas allá del ruido partidista y de las poses triunfalistas de cada fuerza política, puede decirse que nadie ganó todo; nadie perdió todo y que el fallo de la gente en estos seis estados en contienda fue una “decisión dividida”.

Los resultados dan a Morena y al gobierno, el impulso para seguir poniendo el énfasis en el reparto de dinero de sus programas sociales y para las elecciones de dos mil veintitrés en Estado de México y Coahuila, encontrar los puntos débiles de los gobernadores y poner en práctica el viejo manual del PRI de premio o castigo, según sea su comportamiento político.

A los partidos de la Alianza Opositora, los triunfos de Durango y Aguascalientes y el haber logrado “cerrar” la elección en Tamaulipas los anima a mantener su unión y a redoblar esfuerzos para convencer a Dante Delgado de la conveniencia de sumarse.

Quizá sus derrotas le sirvan tambien a la oposición, para no repetir lo que ahora según los números emerge como un error: la decisión de ir separados como lo hicieron en Quintana Roo y Oaxaca.

Que bien que todos estén contentos con los resultados aunque anuncien que habrá impugnaciones que de antemano saben no cambiarán el panorama. Su regocijo es más propaganda que verdadero ánimo de triunfo.

Una conclusión sí objetiva sobre estas elecciones, es que el INE y los órganos electorales locales cumplieron con su responsabilidad de organizar los procesos y difundir resultados en forma pronta, expedita y accesible para todos los interesados.

Una vez más nuestro sistema electoral que tantos años y esfuerzo ha costado construir fue puesto a prueba y demostró la importancia de preservar la fortaleza de las instituciones, sobre todo ahora, que empezará la discusión en las cámaras de una iniciativa de reforma constitucional impulsada por el gobierno para desmantelar la integración, funcionamiento y fortaleza de esos órganos electorales.

La otra demostración objetiva es que la mayoría de los electores mostró apatía por los comicios y el abtencionismo ganó mas terreno que la participación.

La política en democracia, actividad sin fin, nos llevará ahora a la vorágine discursiva de las elecciones que siguen.

Por lo pronto el presidente ya empezó dando lecciones a la oposición sobre cómo tratar a la gente para tener éxito político.

Los partidos siguieron en la semana festejando que ganaron y explicando con números o con alegatos, por qué perdieron sus contras.

Que bueno que todos se sientan ganadores y mucho mejor que en sus discursos, incluido el del presidente, se reconozca de manera implicita la excelente organización electoral.

Esperemos que eso mantenga el ánimo, no solo de los partidos sino de la ciudadanía para participar con su voto y vencer ese abstencionismo que lamentablemente estuvo presente y fue el ganador silencioso en algunas de las entidades en disputa.

Por lo pronto, si nos vamos con lo que dicen los dirigentes partidistas que ganaron ellos y perdieron “los otros”, tenemos que exclamar: ¡Que bonita elección!

¿Será?

Artículo publicado el 12 de junio de 2022 en la edición 1011 del semanario Ríodoce.

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