Reformular la comida chatarra, una manera de evitar los sellos

GULA Sellos coca

Al inicio de la pandemia había dos voces encontrándose en el tema del etiquetado, aprobado y fechado inicialmente para octubre de 2020. La primera, la oficial, exigía a la industria de alimentos el uso de sellos de advertencia que alertaran a la población de índices altos de contenidos nocivos para la salud, como grasas, azúcar y sodio. La orden era muy simple, los octágonos iban si el producto contaba con alguno de estos índices altos.

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La otra voz, la de la industria, hizo su propia campaña desde varios frentes, como ConMéxico, Concamin y el Consejo Coordinador Empresarial, tachando a la norma de autoritaria, de bajo sustento científico y de alto impacto económico para el país.

Nada de eso resultó del todo cierto. Se les dio voz, pero no voto. Además, la ciencia respaldó la medida, con ejemplos como el de Chile, que tenía más de tres años operando y mostrando datos relevantes de disminución de consumo y de cambios en la percepción de ciertos productos. Tampoco hubo impacto económico notable, al menos no para el resto del país, aunque al parecer para la industria sí, de ahí que vinieran a poner nuevas estrategias en la mesa, como la reformulación de varios de sus productos principales.

 

De confinamiento y chatarra 

Durante los primeros meses de encierro pudimos ver el impacto de compras de pánico en la que no solo los artículos de limpieza se popularizaron, sino también los alimentos no perecederos, especialmente carnes enlatadas y sopas instantáneas.

El llenado de alacena con latas y vasitos de sopa fue complementado con paquetes grandes de galletas dulces y saladas, presentaciones jumbo de refrescos y papitas, así como charolas de jugos para los pequeños.

El confinamiento solo hizo que las compras de chatarra fueran en un número menor de veces, pero en presentaciones más grandes. Fue complicado ir de compras y hacer colas, por lo que la clientela eligió volúmenes grandes de compra con la finalidad de ir menos veces a las tiendas, pero los hábitos de consumo tuvieron muy poca variación, según un reporte de la analista de mercados Kantar Worldpanel.

Otro de los factores que promovió el consumo de productos de bajo aporte alimenticio fue la incertidumbre económica y la pérdida de empleos. Se dio prioridad a comidas llenadoras y de bajo costo, aunque faltas de frescura o de complejidad nutricional. La baja rotación de productos frescos, en parte por la poca afluencia o el cierre de los mercados populares, fue también un factor que promovió el bajo consumo de vegetales frescos.

Reformulando la oferta 

Si bien ya era cultura general que el impacto del consumo de productos chatarra menguaba nuestra salud, la pandemia no hizo más que confirmarlo: el COVID-19 empezó a cobrar vidas en los grupos de personas con comorbilidades, es decir, quienes ya estaban enfermos de algo más antes de infectarse de coronavirus. Gran parte de sus enfermedades ligadas a malos hábitos alimenticios, con diabetes, hipertensión y obesidad como las principales causas de riesgo.

Con esto, la afirmación de que la chatarra enferma y nos puede llevar a la muerte es algo que la industria no se va a quitar nunca, a menos que sus productos dejen de ser nocivos ¿Una opción? Sí: reformular.

Una investigación de Pop Lab detalló que al menos un 56 por ciento de los productos de empresas como Nestlé, Coca-Cola, Bimbo, PepsiCo, Kellogg’s y Lala, entre otras, se encuentran en proceso de reformulación, esto con la finalidad de evitar que sus productos sigan adornados con sellos de advertencia.

‘Tras la implementación del etiquetado, grandes empresas, que a pesar de que al principio estaban muy en contra del etiquetado de advertencia y que incluso, hubo amparos en contra del etiquetado, ya reformularon sus productos para librar los sellos de advertencia’, explicó Alejandra Contreras, investigadora de El Poder del Consumidor.

Esta reformulación de los productos es a nivel receta, por lo que se buscará reducir los excesos de grasas, azúcares y sodio, principalmente. Respecto al exceso de calorías, un sello muy común en este tipo de productos, puede desaparecer al momento que se reduzcan los dos primeros, pues generalmente son las mismas grasas y los azúcares culpables de que un producto sea altamente calórico.

Otro logro relevante es el del cambio de imagen de ciertos productos, que por norma dejaron de utilizar personajes animados en sus empaques con la finalidad de evitar sean atractivos para los niños.

‘También hemos observado que a pesar de que todavía no entra en vigor (hasta marzo), que los personajes y las caricaturas no deban estar en productos con sellos de advertencia, como cereales de caja o productos de bollería y panadería, las marcas ya lo adoptaron’, comentó.

Artículo publicado el 21 de febrero de 2021 en la edición 943 del semanario Ríodoce.

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