Los Coppel y su alfil por la gubernatura

JUAN ALFONSO MEJÍA. Las miras en 2021.

“Tardamos 30 años en poner un gobernador pero al fin lo logramos”. Algo así dijo Adrián Coppel al referirse a Quirino Ordaz… Coppel. Estaba en el tercer piso pasando tarjetas para acá y para allá. Emparentados todos, hay unos más ricos que otros –creo que no hay ninguno que sea pobre al menos de dinero, tal vez de otras cosas sí, escudriñando un poco en la Cris, Cris, Cristina que recreó Joaquín Sabina.

Pero fue una expresión altanera la de Adrián, hijo de Enrique. En realidad Quirino no llegó a la gubernatura por los Coppel, sino por sus relaciones con grupos de poder del Estado de México. Empujaron, seguramente, igual que el general Salvador Cienfuegos, ahora preso en los Estados Unidos, pero no fue obra de ellos. Eso sí, se acomodaron con el apellido y ahora les fue más fácil influir en el diseño del gobierno quirinista. Solo un botón de muestra: el puente de desnivel y la ampliación del bulevar Rolando Arjona, con seis carriles y ciclovías, fueron construidos para favorecer el tráfico que implicará el complejo comercial La Ceiba, propiedad de los Coppel.

Exitosos como son, los Coppel están en todo desde hace décadas. Su base son las tiendas, pero se metieron al desarrollo urbano y se adueñaron de las proyecciones a través de los institutos como el Implan, lo cual les ofrece una visión de cóndor, con sus respectivos dividendos en materia de predios baratos, asentamientos, vialidades, parques… Como trasfondo de todo, siempre el dinero. Eso explica porqué, por ejemplo, promueven un Jardín Botánico, del cual se adueñaron desde hace lustros, pero al mismo tiempo construyen un fraccionamiento como Valle Alto, sin las obligadas normas de urbanismo, para que en tiempos de lluvias la gente termine ahogándose y perdiendo su patrimonio.

Son empresarios, pero desde hace décadas han estado influyendo en la política porque eso les facilita ganancias y sienten que influyen en un modo de vida ideal para ellos, un tanto porfiriana. Son una mafia de algún modo. Otra mafia. Los narcos son narcos, pero influir en la política les permite desarrollar mejor sus actividades criminales. Por eso ponen diputados, alcaldes, regidores y gobernadores. Allí esta Malova, para qué miramos más atrás.

Lo mismo hacen los Coppel: siempre están patrocinando políticos, de uno y otro partido. Y al mismo tiempo si es necesario, porque si no ganan con uno lo hacen con el otro. En 1998, recuerdo, uno de los hermanos, creo que Agustín, apoyó a Juan Millán, mientras que Enrique apoyaba a Emilio Goycochea. Y si fue al revés no cambia nada, de todas maneras ganaron.

Presumen de filántropos, promueven el arte y la cultura, el desarrollo sustentable, la “inteligentzia” mediante el patrocinio de becas para estudios en el extranjero, el desarrollo de la niñez… pero si se trata de cuidar su patrimonio, así se trate de accesorios para teléfonos celulares o ropa taiwanesa importada de contrabando, encierran a sus empleados con candados cuando van a hacer inventario. ¿Alguien olvidó ya el incendio de su tienda en Culiacán? ¿Alguna vez los castigaron?

Los Coppel son parte de esa clase empresarial a la que el presidente Andrés Manuel López Obrador se refería cuando hablaba de “la mafia del poder”. En 2006 apoyaron a Felipe Calderón y antes de tomar posesión del cargo les destrabaron el permiso para operar como banco. En 2012 aportaron a la campaña de Enrique Peña Nieto porque no querían que AMLO llegara a la presidencia, y en 2018 instrumentaron lo que se conoce como Operación Berlín, que no fue más que un cuarto de guerra sucia en donde se trataba de descarrilar la campaña de AMLO bajo la advertencia al electorado de que era “un peligro para México”.

Paralelo a esto y en pleno proceso electoral, desde la agrupación civil “Mexicanos Primero”, cuyo primer presidente fue Claudio X González y siendo Juan Alfonso Mejía su director general, se lanzó un video elaborado con niños donde estos llamaban a votar por quien apoyara las reformas que se habían aprobado bajo el régimen de Enrique Peña Nieto, en clara oposición a la revisión que estaba planteando el candidato de la izquierda.

Hechura de los Coppel, el “Tío Ponchín”, como él mismo se llama, fue colocado –sí, colocado– en la SEPyC hasta ser su titular, cuando sucedió a José Enrique Villa en octubre de 2018 y ahora pretende, lo ha dicho, ser gobernador.

Bola y cadena
NO SÉ SI JUAN ALFONSO siga siendo del PAN, pero sus querencias políticas nacieron en ese partido. Es muy cercano de Josefina Vázquez Mota, enredada en fideicomisos millonarios para sus fundaciones “altruistas”. Pero lo tratan bien en el PRI y hasta lo ha reconocido. Y es la carta de los Coppel para la gubernatura, de eso no hay ninguna duda. Pero primero hay que ser candidato y la guerra por la nominación ya inició. Hace dos semanas se publicó un libelo en redes sociales donde ligan a su padre, que era médico de profesión, con la operación donde murió Amado Carrillo Fuentes –si fuera cierto él no tendría ninguna culpa, por supuesto—y hasta insinúan que puede ser ahijado de Rafael Caro Quintero, lo cual tampoco sería su responsabilidad, como no lo es que le hayan nombrado Juan Alfonso y no Winston –por Churchill– o Nelson –por Mandela– o Margarito –por la Thatcher.

Sentido contrario
SI BIEN JUAN ALFONSO PUEDE SER de esos alumnos aplicados que uno odiaba en clase por mamones, no quiere decir que aplique igual en la política, terreno pantanoso casi por definición. La semana pasada, por ejemplo, emitió un tuit al menos petulante: 11 de noviembre a las 9:33 (Señal de peligro) “¡ACLARACIÓN! – (Señal de peligro) En los últimos días personas con mucho miedo a lo que representa mi figura en el gobierno del Gobernador Quirino Ordaz han intentado manchar mi nombre con una campaña de golpeteo básica, inició con una imagen donde intentaban golpear la trayectoria de mi padre…”

Humo negro
ES PETULANTE Y HASTA INFANTIL porque él no es ninguna figura en el gobierno de Quirino; de hecho es un funcionario tan gris como todos los funcionarios grises de la administración actual. Y nadie le tiene “mucho miedo”; lo que se ha visto hasta ahora es parte de una guerra de lodo que ya empezó y que los cuartos de guerra definen como “estrategia”. Se está viendo de unos aspirantes contra otros al interior de Morena, por ejemplo, y se verá en las campañas constitucionales. Se supone que lo sabe.

Artículo publicado el 15 de noviembre de 2020 en la edición 929 del semanario Ríodoce.

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