La culpa no es ni fue de ellas, ni dónde estaban ni cómo visten o vestían.
Las protestas de mujeres han escalado a una nueva expresión que inició el 25 de noviembre en Chile, donde el colectivo Las Tesis presentó una canción llamada Un violador en tu camino, así como un baile que se compusieron para exigir un alto a la violencia contra mujeres.
Es una protesta que rompió con fronteras y se ha interpretado en plazas públicas de distintos lugares del mundo, como Francia, México o Estados Unidos, y que además ha revelado abusos de los que fueron víctimas.
Letty es una de esas mujeres que decidió dar a conocer su historia.
Era una niña cuando pasó, tenía cinco años. Ocurrió después de un festival escolar, al que acompañó a su madre, quien casi al finalizar el evento la envió a buscar a su hermano mayor.
Lo encontró en una tienda, jugando en las “maquinitas”, y ella le pidió que le enseñara, solo que este le dijo que no, que se hiciera a un lado. Después de eso se retiró a esperarlo en otro lugar dentro del establecimiento, pero ahí llegó un joven que le dijo que se moviera con él.
Le dijo a Letty que su hermano ya le enseñaría a jugar, pero que debía subirse a unas cajas para que viera. Ella no sabría que ese hombre le bajaría sus pantaletas y la violaría. Se quedó paralizada, enmudecida, con mucho dolor. Ese hombre la violó.
“Alguien entró a la tienda, no sé quién es tampoco… nos vio y se fue y mi agresor, mi violador se rio, me dejó tirada en el piso, mi cuerpecito lo dejó tirado ahí en el piso y me dijo que si yo decía algo le iba a hacer lo mismo a mis hermanas”, recordó.
Letty volvió, sin quererlo, a ver a su agresor años después, pero de una forma que ella no olvida.“Lo volví a ver, pero con una niña en brazos… imagínate… no sé cómo se llama, pero conozco su cara”.
—¿Cuándo ocurrió eso?
—Hace tres años, cuando volví a casa de mis padres. De ahí lo busqué, le pregunté a la gente de ahí del barrio si lo conocían, que cómo se llamaba, no me sabían decir, que solo venía de visita, que no me podían decir nada más.
Pasaron 19 años para que Letty lo volviera a contar. Antes lo hizo a su madre y luego a las autoridades, que no lo encontraron jamás.
“No sé su nombre y no sé qué tanto quiero que se sepa el mío, porque yo fui una víctima, él era mucho mayor que yo y me pudo haber asesinado”, dijo.
Letty tiene razón: en México, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la tasa de violación sexual de niñas y niños es de mil 764 por cada 100 mil habitantes. Además, 5 de cada 100 sufren tocamientos.
El instituto revela algo aún más grave: de mil casos de abuso, solo se denuncian 100, y de esos 10 van a juicio, pero solo uno llega a condena, es decir, la impunidad es del 99 por ciento.
ComoLetty, hay centenas de mujeres y hombres que han decidido contar sus historias, con el afán de mostrar lo grave que es la violencia machista en México.
El miércoles hubo una réplica de la manifestación en Culiacán, días antes otra en Mazatlán. En la capital hubo un centenar de mujeres que provocó que Palacio de Gobierno retumbara con la canción y un pase de lista de mujeres que fueron asesinadas o están desaparecidas.
“Por Dayana, Michelle, Karen, Gisel, Sonia, mara, Geovanna, por las miles que nos faltan, Reyna Isabel, Perla, Alondra, Miriam, Raquel, Lupita, Fátima, Sandra, Guadalupe, por mis hermanas, por mis amigas, por las niñas, por mí, por todas”, gritaron.
“¡Ni una más!”, sentenciaron.
Las mujeres se presentaron con mantas de protesta, banderas, pañuelos verdes y morados, un tambor para marcar el tiempo y vendas de color negro para tapar sus ojos, como parte del performance que ha sido propuesto para la manifestación.
“¡El narcoestado opresor, es un macho violador!”, expresaron.
“¡No me cuida la policía, me cuidan mis hermanas, no me cuidan los militares, no me cuida el Rector, no me cuida el gobierno, me cuidan mis hermanas. No me cuida el narco, no me cuida Quirino, no me cuida el Presidente!”.
Esos señalamientos se hicieron en la explanada de Palacio de Gobierno, donde citaron los mil casos de mujeres asesinadas en Sinaloa solo en los últimos diez años.
“La lucha de género, no días naranjas ni asientos de colores. Quiero caminar con la seguridad de no tener que enviar mi ruta ni el sígueme”, reclamaron.
“Morras, estoy segura que no nomás se va a caer (el patriarcado), lo vamos a tumbar”.
Las expresiones no son una moda, sino un grito legítimo de exigencia de justicia, que ha provocado denuncias, sumando, incluso, a mujeres que no pertenecen o pertenecían a colectivas feministas o de víctimas.
La razón, explicó Angie Arellano, Psicóloga especializada en temas de Violencia de Género e integrante del Colectivo de Mujeres Activas de Sinaloa, es que la letra de la canción hace un rechazo directo contra el discurso oficial que se ha impuesto sobre las mujeres cuando son abusadas.
“En esa letra viene todo el contenido y todas las justificaciones y toda la respuesta que da tanto el gobierno, los ministerios públicos y la sociedad que nos revictimiza”, explicó
“A mí que me toca atender a mujeres víctimas, siempre expresan que les dicen que la culpa es de ellas”.
Esos discursos son establecidos por los sistemas familiares, sociales o de procuración de justicia, que han otorgado una carga de culpabilidad por cómo visten o los lugares que frecuentan las mujeres.
La manifestación apenas cumplirá un mes y parece el comienzo de un movimiento más grande para la denuncia de abusos solapados en contra de mujeres.
Artículo publicado el 15 de diciembre de 2019 en la edición 881 del semanario Ríodoce.