Estafa cínica, como quitarle un dulce a un niño

la estafa

Nayeli Roldán llegó al aeropuerto de Culiacán en mayo de 2018. Nunca había estado en Sinaloa. Ríodoce invitó a Animal Político a las actividades por el primer aniversario del asesinato de Javier Valdez, la mejor forma de recordar a Javier sería con una muestra del mejor periodismo del momento. Yo me apunté a recibirla, quería escuchar en directo lo que ya era la investigación periodística de mayor trascendencia de los últimos años en México: la Estafa Maestra.

Lea: Revelan que 11 dependencias federales desviaron 3 mil 433 mdp https://bit.ly/2Hf8Oi7

Más allá de la cabeza genial, un titular de esos que da en el clavo y que ahora tiene todo un significado para la corrupción en México, el equipo de Animal Político había revelado la trama de cómo desde el gobierno se dedicaron por años a desviar recursos públicos.

¿Lo habían hecho antes? Seguramente sí. Ahora sabíamos exactamente cómo. Al menos en una de sus múltiples formas.

Nayeli Roldán formó parte del reducido equipo de Animal Político que se encargó de investigar, por meses, una serie de pistas que provenían de la misma cuenta pública de la Auditoría Superior de la Federación. Ahí señalaban un esquema repetido, como si se tratara de una receta, para sacar recursos de una dependencia pública fingiendo servicios, triangularlo a través de universidades públicas y empresas fantasmas… y luego desaparecerlo.

Solo que la ASF no profundizó. Ni buscó las historias detrás de aquella estafa. Los inocentes que habían prestado su nombre para empresas que eran millonarias aunque ellos ni lo sabían.

La fama precedía al equipo de Animal Político (estas investigaciones periodísticas solo son posibles con un equipo, no hay humano que pueda contra todo un sistema) y Nayeli Roldan era parte de él, junto a Miriam Castillo, Manuel Ureste y el director Daniel Moreno. Lo primero que recordaba Nayeli eran las horas de desvelo tratando de entender tanto enredo. Horas y horas dentro de su casa o en la oficina viendo hojas de Excel y soñando números.

Apenas un mes antes Animal Político había recibido el premio Ortega y Gasset de Periodismo 2018, quizás el más importante de habla hispana, donde se reconoce la defensa de las libertades, la independencia, el rigor, la curiosidad y la pasión, como valores esenciales del periodismo. Antes que ese premio, Nayeli Roldán lo que seguía recordando eran los desvelos, los rompecabezas para comprobar lo que desde el gobierno de Enrique Peña se estuvo realizando como si se tratara de una rutina de ejercicio: graduados en desaparecer dinero público —dice el sumario de la investigación.

Ya cuando se muestra la explicación —y ahí está el alcance del reportaje de la Estafa Maestra— parece bastante simple. Incluso burdo. Como si un grupo de principiantes en la función pública se hubieran dedicado con prisa a sacar dinero del erario. Entre más se entiende, más queda claro que se tuvo que contar con un cinismo a toda prueba para incurrir en la serie de irregularidades que se fueron detectando a medida que se investigaba.

Margen de error

(Cínico) México es un país donde se mantiene la certeza de que la corrupción está enraizada en su historia. Hay quienes la atribuyen a la herencia española, más atrás sería imposible buscar culpables.

Si la primera etapa independiente del país parió a la generación de liberales como los poquísimos personajes históricos para presumir, como Benito Juárez o Guillermo Prieto; el régimen porfirista enquistó la desigualdad como norma para enriquecerse. Aunque nada sería comparable con las fortunas que generó la revolución mexicana y sus generales insaciables. O los cachorros de la revolución que le siguieron a Miguel Alemán, que como sus antepasados no tenían llena. México tiene más de un siglo donde lo que es más difícil es encontrar un honesto en la clase política empoderada que un corrupto.

Con todo ese antepasado en unos cuantos brincos y frases, lo que se presentó en el siglo XXI no tiene comparación con nada en la historia. Ni con los generalotes, ni los cachorros, ni los herederos de la revolución ni quienes la enterraron. La clase política del siglo XXI pasará a la historia como la peor de todas.

Un grupo de gobernadores que sin pudor alguno se enriqueció hasta la ofensa. Alcaldes que cobijados en un supuesto anonimato no se cansaron de hacer negocios a la sombra del poder. Y en la cúspide una generación de políticos menores de 50 años que aseguraron su futuro a cambio de esquemas de desvío de recursos públicos, donde pensaron que era tan simple como quitarle un dulce a un niño.

Mirilla

(Chayito) Rosario Robles, la dos veces secretaria de estado con Enrique Peña, no es más que un eslabón débil en toda esta trama. Por eso es la única que está en la cárcel. Curiosamente en ella concurre la historia de este siglo: desde los videoescándalos de 2004, aquellos donde se mostraba la captación de recursos de los más cercanos colaboradores del ahora Presidente López Obrador (en aquel momento Alcalde de la ciudad más grande del mundo y presidenciable) hasta su permanencia en el gabinete del PRI que retornó al poder, aunque ella fuera militante de una izquierda desaparecida.

Rosario Robles no es más que una bisagra de esta Historia, en mayúscula (PUNTO)

Columna publicada el 18 de agosto de 2019 en la edición 864 del semanario Ríodoce.

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