Defender el periodismo independiente: Juan Villoro

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Las personas “que sirven de tapadera al crimen organizado” son el mayor riesgo para el periodismo

Enfático, el escritor y periodista Juan Villoro advierte que las personas “que sirven de tapadera al crimen organizado” constituyen el mayor riesgo para el periodismo mexicano.

Autor de obras como El testigo, novela con la que ganó en 2004 el premio Herralde, Villoro visitó la ciudad de Colima para ofrecer el ciclo de conferencias “Mente y escritura”, invitado por Puertabierta Editores, la Secretaría de Cultura del gobierno del estado y la Universidad de Colima.

En entrevista con Apro, el también cronista indica que en muchas ocasiones los periodistas se colocan en peligro al cumplir labores que corresponden al Ministerio Público, porque éste “no se da abasto o no se quiere dar abasto para esclarecer crímenes o incluso para encontrar los restos de personas”, por lo que “muchas de las fosas comunes en México han sido halladas por los parientes de las víctimas o por periodistas”.

A juicio de Villoro, la principal amenaza para el periodismo proviene de personas que aparentemente son respetables y honorables, pero tienen contactos con el crimen organizado, por lo que son quienes tienen más que perder cuando se hace una investigación y se advierte que se lava dinero en un hotel o en un restaurante.

“Entonces las personas que sirven de tapadera, que son cómplices del crimen organizado, son las que están más atentas a la posibilidad de ser descubiertas o delatadas por los periodistas, y pertenecen a todos los bandos de gobierno: al Ejército, a la policía, a las empresas, y ahí es donde está el mayor riesgo para los periodistas”.

Ganador en 2010 del Premio Rey de España por su crónica La Alfombra Roja, el imperio del narcotráfico, Juan Villoro expone que en algunos casos como el del periodista Javier Valdez, aparentemente alguien de una banda delictiva cometió en forma directa un asesinato, pero muchos de los otros periodistas que han muerto, más bien han sido víctimas de la complicidad del gobierno y la economía formal con el crimen.

“La única manera de tener una sociedad más segura para los periodistas –sostiene– es que el gobierno se investigue a sí mismo, que se investiguen los flujos de dinero, el lavado, y que la justicia actúe antes que los periodistas, es decir, que los periodistas se conviertan en testigos y no en agentes del Ministerio Público”.

—¿Cuál ha sido el aprendizaje del periodismo mexicano en la cobertura de la violencia?

—El principal acierto ha sido no cerrar los ojos en una situación terrible. El hecho de que los periodistas hayan sido colocados por la organización Reporteros sin Fronteras como los más amenazados a nivel mundial para ejercer su oficio, realmente puso en entredicho la profesión misma. Personas como Regina Martínez, Javier Valdez, Miroslava Breach y tantos otros periodistas que han perdido la vida, se atrevieron a abrir los ojos en circunstancias muy adversas. Entonces, si algo se puede destacar del periodismo mexicano es su capacidad de resistencia.

“Por otra parte, creo que también ha habido una progresiva comprensión del fenómeno, y podemos ver en forma muy interesante un viraje en donde se ha puesto el acento cada vez más en las víctimas y no en los protagonistas de la violencia. En Colombia, cuando había un gran problema para cubrir noticias se creó el famoso Acuerdo de Discreción. El nombre despista un poco porque podría parecer un acuerdo de autocensura, de no decirlo todo, de ser más discretos, pero en realidad se trata de un acuerdo para cubrir de una manera ética las noticias”.

El escritor recuerda que una de las principales conclusiones de ese acuerdo fue que no se trata de que el periodismo sea una simple caja de resonancia para el crimen organizado, porque éste cuenta con el efecto de golpear dos veces: primero en el mundo de los hechos y después en la representación noticiosa de los hechos, de tal manera que al propagar el miedo tiene una injerencia mayor en la sociedad.

Ante esto, añade, los periodistas colombianos decidieron algo que también han estado haciendo muchos periodistas mexicanos, que es “centrar la información en las víctimas de la violencia y no en los perpetradores; la verdadera noticia no es la sangre, sino la vida que se pierde con la sangre. En ese sentido, libros como los de Marcela Turati, Fuego Cruzado, y de Javier Valdez, Huérfanos del narco, nos hablan de los huecos, de los vacíos que deja una vida que se va a causa de la violencia. Creo que eso también ha sido un aprendizaje importante”.

Y una tercera lección que Villoro ha visto en el trabajo de los periodistas mexicanos es que “han entendido mucho más pronto que el gobierno que estamos ante un problema multifactorial: no se puede resolver el tema del narcotráfico exclusivamente con una estrategia militar. La estrategia militar, como forma única, ha demostrado que toda bala es una bala perdida, no puedes recuperar tejido social a través de esto, no puedes transmitir valores, no puedes ofrecer alternativas de empleo, etcétera. Y el periodismo ha demostrado que hay muchos elementos que están influyendo en esto”.

—Javier Valdez decía que en México el periodismo crítico no tiene sociedad civil que lo respalde, ¿qué piensa usted?

—La revista Ríodoce, donde él publicaba, y otros espacios, son leídos y valorados, pero por una minoría de lectores. En efecto, el periodista no ha tenido una base social que pueda respaldarlo y quizá no nos hemos dado cuenta de lo importante que es tener noticias verdaderas.

Artículo publicado el 17 de febrero de 2019 en la edición 838 del semanario Ríodoce.

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