La lucha ancestral entre el bien y el mal

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¿De dónde es el Diablo? ¿Es mexicano? ¿Gabacho? No, yo creo que es español porque Miguel de Cervantes lo hace aparecer en El Quijote, que publicó en 1615. ¡Ah! Pero en la Biblia también aparece, y ese libro fue primero, allá por los inicios de la era Cristiana, entonces… ¿de qué nacionalidad es el Diablo? También conocido como: Luzbel, Demonio, Maligno, Satanás, Patas de cabra, etcétera. Y es que el Diablo se transforma, incluso hasta se viste de mujer, y es cuando se vuelve más peligroso. Una vez… no, no cuento eso porque es algo muy personal. Además, ni me lo iban a creer.

Lo que sí es cierto es que el Diablo representa el mal. Los que estudian sobre esoterismo y cosas de esas, afirman que el ser humano, incluyendo todos los géneros por supuesto, anidan en su alma, en su corazón, en su cerebro: el bien y el mal. O sea, a Dios y al Diablo. ¿En qué parte del cuerpo se anida cada uno? Yo opino que en el corazón está Dios, y que el Diablo en el cerebro. Pero algunos dirán con sobrada razón que no, que es en todo el cuerpo donde ambos están, porque uno mismo es el mismo Diablo todo entero, y otros son Dios.

A diario nos topamos con casos que nos estremecen, por desgracia, más de cosas que parecen del Diablo mismo, que de Dios. El caso reciente de una pareja de danzantes que fueron terriblemente atropellados por un desgraciado que iba ebrio y drogado, iba a más de cien en su auto, jugando carreras con otro igual, que manejaba una camioneta. Por desgracia, se dice que las autoridades, en lugar de aplicar la ley, por decir, cadena perpetua contra este energúmeno, no, solamente dos años de prisión, seguro con derecho a fianza, para luego salir a las calles a burlarse de la gente a la que puede matar con toda impunidad. Sin duda, cosas de la corrupción.

Por fortuna, ya se dijo, también está el bien. El otro día me encontré con un compa que así de sopetón me preguntó: ¿Ya sabes lo que hizo Cástulo Buendía?

—No, ¿ese quién es?

—Bato ¿no te acuerdas “dél”? Es aquél que le decíamos el Casto, en la prepa siempre se llevaba leyendo. Se graduó de médico.

—¡Ah! Aquel que le dábamos carrilla y le hacíamos galleta las mangas de su suéter.

—¡Ándale! Ese mismo. Hace días me lo encontré muy agüitado. Me dijo que desde hacía tres días no podía dormir porque traía una bronca, y no sabía cómo enfrentarla.

—¿Cuál es la bronca?, le pregunté.
—Es que tengo un paciente al que en un accidente le trozaron las dos piernas.
—Hay güey, que cosa tan fea —le dije yo, pero también le pregunté: ¿y cuál es el problema?

Me contestó muy alarmado: ¡Pues que me encargaron que le diera terapia!

—Pero tú eres médico general, no tienes qué hacer eso, ¿o sí?

—Sí, porque también soy terapeuta, en eso me especialicé.

—Menos mal bato… ¿y?

—Pues la neta, no se me ocurre nada. No sé cómo decirle que su vida puede continuar con la alegría de vivir, cómo es que pueda sonreír ante su mujer y sus hijos para darles el respaldo que tanto necesitan.

Ante tanta adversidad invité al médico a la cantina, allí, entre la algarabía de los parroquianos y la música nos envolvimos. Sirvió para que en aquellas horas se nos olvidara el penoso asunto. ¿Y qué crees bato? Tres días después el Casto me habló, muy entusiasmado me invitó a tomar un café.

Después del primer sorbo, empezó: Fíjate bato, no cabe duda, donde quiera está Dios. Me decidí ir a ver al muchacho, apenas tiene 29; estaba leyendo un periódico. En cuanto me vio, hizo a un lado el periódico y… ¡Doctor, que gusto verlo, pásele, pásele! ¿Qué anda haciendo por aquí?

—No pues… vengo a verlo.

—Pues ya ve, mi Doc, mire, aquí bien mochilas. Me resbalé y caí en mero pasaba la pinche trilladora… y se llevó mis piernas. ¿Pero sabe qué, mi Doc? No hay mal que por bien no venga, con la feria que me van dan a dar de indemnización, voy a poner un changarrito allá en Pueblos Unidos. Le voy a pedir a mi compa Chendo, es el Síndico, que me dé permiso de vender refresquitos, dulces, galletas, cigarritos sueltos. A mi vieja la pondré hacer tortas, le salen muy buenas las ahogadas, a mis “plebíos”, que ya tienen cinco y siete años, ellos serán mis piernas, los pondré a acomodar la merca y entregarla a los clientes. ¡Ya verá mi Doc, la divertida que me voy a dar con mi familia!

—Dios ha iluminado a ese hombre, me ha dado una lección de vida que jamás olvidaré. Andaba yo sumergido más en las cosas materiales, pensando en cómo le haría para mantener a su familia, y cosas de consumo, por eso no encontraba la orientación que podría brindarle, pero él encontró la solución porque es un joven sencillo, sin más ambiciones que vivir de su trabajo, rodeado de su familia, contento de darles el sustento sin ambicionar el oropel de lo superfluo.

El mundo está dominado más por el mal que por el bien. El filósofo francés Maurice Yoly dijo: “El instinto malo es en el hombre más poderoso que el bueno… el temor y la fuerza, tienen mayor imperio sobre la razón”.

Pasan los días, y la justicia para la familia, amigos y sociedad en general en el caso de nuestro amigo y compañero Javier Valdez Cárdenas, no se completa. Los que ordenaron su asesinato siguen libres. Exigimos: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!

Artículo publicado el 21 de octubre de 2018 en la edición 821 del semanario Ríodoce.

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