La dictadura del proletariado

 

 

Dictadura fue el sistema político que establecieron los comunistas rusos. Le llamaron dictadura del proletariado,  aunque  Lenin precisó: dictadura del  proletariado en alianza con los campesinos.  Pero  dictadura al fin y al cabo, y no del proletariado sino del Partido Comunista de la Unión  Soviética (PCUS), y desde 1928 se convirtió en la dictadura de  Stalin.

Para Lenin la cuestión del poder  es la cuestión más importante de una revolución. Todo debe subordinarse al poder, ya sea para conquistarlo, como para retenerlo. Los comunistas tomaron el mando en condiciones muy difíciles y escogieron la dictadura para sostener al Soviet, el poder donde ellos tenían mayoría.

En enero de 1918 se efectuaron elecciones para la Asamblea Constituyente. Los bolcheviques sólo obtuvieron el 25 por ciento de los votos, mientras que el Partido Socialista Revolucionario obtuvo la mayoría.

La Asamblea  Constituyente rechazó  el programa y los decretos  sobre la paz y la tierra  aprobados  por el Soviet. En  respuesta, el Comité Ejecutivo Central del  Soviet, del que formaba parte Lenin,  disolvió  por  decreto  la Asamblea  Constituyente. De esa manera todo  el poder quedó bajo el  control del  Soviet, y por consiguiente del Partido Comunista. La defensa del poder a cualquier  precio.

A  los militantes comunistas que criticaron la orden de disolver la constituyente, Lenin les advirtió: “cada intento, directo o indirecto, de considerar la cuestión de la Asamblea Constituyente desde un punto de vista legal, formal, dentro del marco de la democracia burguesa ordinaria, ignorando la lucha de clases y la guerra civil, es una traición a la causa del proletariado y la adopción del punto de vista burgués”.

Luego, en mayo de 1918, Gregorio  Zinoviev, uno de los principales dirigentes del PCUS, fue muy claro: “Todas  las cuestiones fundamentales de política internacional y doméstica deben ser decididas por el Comité Central de nuestro partido”.

La oposición, tanto dentro como fuera del PCUS, quedó eliminada. Entre 1924  y 1928  el partido fue el escenario de una disputa por  el poder personal entre Trotsky y Stalin. Ganó éste, quien impuso su tiranía personal y fomentó  su divinización, a lo que también se llamó culto a la personalidad.

Stalin nació en 1889 en Georgia. Antes de cumplir los 20 años  de edad se dio de alta en el Partido Obrero Socialdemócrata  como revolucionario profesional. Varias veces cayó  prisionero.

Tras la revolución de febrero de 1917, que derrocó al zarismo, fue uno de los presos políticos que recobró la libertad. En Petrogrado se unió a Lenin y  otros jefes bolcheviques. Todos ellos dirigieron la revolución socialista del 7 de noviembre de1917. Después de  la muerte de Lenin en 1924,  Stalin  concibió la ambición de ser el sucesor  de éste, lo que desató una batalla feroz con Trotsky que pretendía lo mismo. Stalin se impuso.

Stalin impulsó la industrialización de la URSS, pero también creó aparatos policiacos encargados de la vigilancia y control de la población mediante el terror y el miedo.

Con el apoyo de Lenin, en diciembre de 1917 se formó la Comisión Extraordinaria (la Checa) para combatir las actividades  contrarrevolucionarias y el sabotaje.

La Checa desapareció en febrero de 1922. En su lugar se crearon otras  policías secretas como la GPU, NKVD, KGB. Desde entonces iniciaron los arrestos arbitrarios y las ejecuciones sin  proceso judicial.

En el fin del homo sovieticus se recoge el relato de un caso típico:

“Primero… arrestaron a mi mujer, una militante leal al partido. Tres días más tarde vinieron por mí. Fui muy leninista, muy estalinista. Fui estalinista hasta 1937. Creía en Stalin, en todo lo que decía, en todo lo que hacía… Era grandioso.  Me engañaba a mí mismo. Pensaba que  Stalin estaba siendo engañado y estaba rodeado de una pandilla de traidores… Ya corría la época de los arrestos masivos. Cada noche se llevaban a alguien. La situación era terrorífica”. Testimonio de Vasili Petrovich, miembro del Partido Comunista desde 1922, pp. 236,  237).

En 1918 se establecieron los campos de trabajo. Para regularlos se creó el Gulag. Consistía éste en un conjunto de prisiones diseminadas por todo el país. Era como un archipiélago. En esos centros llegaron  a alojar hasta 4 millones de personas (Bullock,  p.391). Millones de ellas fueron obligadas a trabajar  por un salario mísero: la tercera parte de lo que en promedio se pagaba a un trabajador  libre. Se les empleaba en las minas y la industria forestal. Para fines de la década de 1930 el GULAG  se había convertido en la principal agencia constructora de la URSS, según Bullock (p. 288).

La característica sobresaliente de la revolución soviética es que pagó un precio altísimo en vidas humanas para mantenerse en el poder,  industrializar a la URSS y colectivizar el campo. Millones de quienes fueron encarcelados en forma arbitraria murieron o fueron obligados a trabajar como esclavos.

Sin violencia, sin terror,  sin horror la URSS podía haberse industrializado y modernizado el campo. La rudeza  que se aplicó era innecesaria. La URSS se hubiera industrializado de todas maneras, quizá a ritmos no tan acelerados como los que impuso Stalin.

El derroche de violencia que signó a la revolución bolchevique era compatible con el marxismo leninismo, que glorificó la violencia desde que Marx dijo que la violencia es la partera de la historia porque todos los grandes cambios están unidos a ella. Tras la fallida revolución de 1905 en Rusia, Lenin afirmó que la lucha armada es la forma superior de lucha.

Después de todo lo que ha pasado, ¿es  posible edificar un sistema socio económico y político mejor que el capitalismo? No parece viable porque supone la creación de una especie de paraíso, donde la felicidad es eterna. Pero en el mundo real, el nuestro, seguirá habiendo momentos de felicidad y momentos de desdicha. La idea de la felicidad permanente es política ficción.

La revolución industrial es la única revolución que ha triunfado hasta ahora.

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