La Organización de las Naciones Unidas —ONU— y la Organización de los Estados Americanos —OEA— siempre me han parecido dos organizaciones que poco, muy poco aportan a beneficio de los países agremiados; estimo sirven más para premiar a un grupo selecto de zánganos enganchados en las sedes de las embajadas New-yorkinas. Mi apreciación obedece a que siempre realizan sus reuniones en lugares turísticos, empezando por la sede principal: Nueva York. Pienso que si de verdad quieren resolver problemas ¿por qué no realizan sus asambleas en los lugares de conflicto? Por decir, en las colonias Huizaches y Loma de Rodriguera, en poblados como La Tuna o El Coyonqui donde podrían caminar por sus calles, sus terrenos escabrosos y chiviritales, platicar con la gente jodida, escuchar sus quejas y tomarse una cebada con ellos. También darse cuenta cómo los guachos se cruzan con las camionetas de los narcos que asoman sus cuernos. En suma, darse cuenta de cómo masca la iguana, y así poder hacer planes de ayuda que de verdad sean efectivos, y no pase que a veces mandan ayudas que nunca llegan a quien deben de llegar. Una vez, un compa relacionado con el gobierno me vendía quesos grullere, etiquetados por la ONU: Este producto está prohibido a la venta, es un apoyo a los damnificados del ciclón Paúl. Aquel acto de corrupción sigue siendo común en nuestros pueblos.
En la 47 asamblea, que para no variar fue un fracaso, Luis Videgaray, al que algunos llaman “flamante” canciller —¿será por los pelos negros que se mandó poner?—, hizo el ridículo al reclamar a la representante de Venezuela por la situación en aquél país; fue patético ver como el lacayo de Enrique Peña Nieto se atrevió a solicitar seguridad, justicia y paz para los Venezolanos. Este bárbaro y consejeros que lo acompañaron al show, no tienen ni pizca de vergüenza. La canciller de Venezuela Delcy Rodríguez le respondió: “No tiene calidad moral para reclamarnos, porque México es el país más violento del mundo, el más peligroso para los periodistas, el que tiene la mayor desigualdad ciudadana, alto índice de desaparecidos y una clara vinculación de gobernantes con narcos”. Esto y más dijo la enviada de Maduro; me dio pena, vergüenza como mexicano.
Con el fin de reanimarnos, he de recurrir a tiempos de José Vasconcelos, quien impulsó la educación y la cultura en nuestro país. En tan importante misión no fue solo, se hizo acompañar por uno de los grandes pensadores mexicanos, creador e impulsor de ideas, me refiero a don Jaime Torres Bodet. Fue creador, junto con Vasconcelos y con el respaldo del General Lázaro Cárdenas, que entonces ocupaba la presidencia del país —1934— de la Secretaría de Educación Pública. Don Jaime formó parte de la creación, en la Organización de las Naciones Unidas, del impulso de la Educación, la Ciencia y la Cultura —UNESCO—.
Garbanzos de a libra suelen darse. El licenciado Torres Bodet tenía muy claros sus afanes, sostenía sus ideas así: “pensamos en el tipo de mexicano que habremos de preparar en nuestros planteles. Un mexicano en quien la enseñanza estimule la diversidad de las facultades del hombre: comprensión, sensibilidad, carácter, imaginación y creación. Un mexicano dispuesto a la prueba de la democracia… interesado en el progreso de su país… dispuesto a afianzar la independencia política y económica de la patria con su trabajo, su energía, su competencia técnica, su espíritu de justicia y su ayuda cotidiana y honesta a la acción de sus compatriotas. Un mexicano, en fin, que sepa ofrecer su concurso a la obra colectiva —de paz para con todos y de libertad para cada uno— que incumbe a la humanidad entera, lo mismo en el seno de la familia, de la ciudad y de la república, que en plano de una convivencia internacional digna de asegurar la igualdad de derechos de todos los hombres”.
Aquí las muestras de una representación digna de don Jaime Torres Bodet, cuando fue investido como el segundo director de la UNESCO en 1948. Su pensamiento universal se confirmó al realizar las siguientes preguntas en la misma toma de posesión de la dirección:
“¿Estudian desde la ciencia sus problemas de organización política y social? ¿Autorizan la plena libertad de prensa, de opinión, de expresión, de investigación y de educación que proclama nuestra Acta Constitutiva? ¿Aprovechan la experiencia de los países que permiten que la radio y el cinematógrafo expongan las opiniones más diferentes? ¿Se esfuerzan por obtener todo el provecho posible de las ciencias exactas y naturales? ¿Toman alguna medida significativa para preservar las tradiciones populares de sus países? ¿Han adoptado las disposiciones que se imponen para asegurar la conservación de la naturaleza? ¿Qué han hecho para preservar y dar a conocer su patrimonio cultural? ¿Han tomado medidas eficaces para suprimir el flagelo del analfabetismo? ¿Han tomado medidas para el desarrollo de la enseñanza superior en beneficio de todas las clases de la población? ¿Se han esforzado por dar mejor estilo arquitectónico a sus monumentos públicos? ¿Han alentado a los artistas? ¿Han considerado sus problemas, no sólo como problemas nacionales, sino como parte de un problema universal? ¿Qué han hecho para que la paz sea una realidad en sus naciones y qué para impulsar la paz entre los países?”
Estas preguntas hubiesen sido muy oportunas en la asamblea de Cancún, pero eso ahora está muy lejano de nuestros gobernantes y sus lacayos, que sólo piensan en sí mismos, asisten a este tipo de convocatorias a cumplir con un objetivo: disfrutar de la buena vida, y si les es posible, hacer el ridículo.
Una pregunta final: ¿Habrá ahora hombres inteligentes y honestos en México que puedan tener la personalidad y conocimientos de un Jaime Torres Bodet? Sin duda los hay, pero la turba de primates que conduce Enrique Peña Nieto no les permite asomar las narices; el asesinato y secuestros de periodistas lo confirman.
“Guardar silencio ante la barbarie, es convertirse en cómplice”: Javier Valdez Cárdenas.
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