Buscando a Dory

 
Dory 
 
 
Sí. Suena a lo mismo y desde el título de Buscando a Dory (Finding Dory/EU/2016) se intuye que la trama será similar, porque inevitablemente se le relaciona con su antecesora Buscando a Nemo (2003), pero eso no implica que la nueva cinta de Pixar, dirigida por Andrew Stanton  y Angus MacLane, cuente la misma historia, sea aburrida y no merezca que se le aprecie. Todo lo contrario.
Como si le hubiera “caído el veinte”, de repente, Dory se acuerda de sus padres Charlie y Jenny y sale disparada a buscarlos. No sabe a dónde ir. Sólo sigue ese recuerdo que le llega “de una” y se detiene en cuanto le salta a la memoria otro pasaje de su vida. Después, ya no sabe más de lo que segundos antes estaba en su mente.
La pez cirujano padece del trastorno de pérdida de la memoria a corto plazo, así que todo lo que escucha, dice, hace y ve, se le olvida en un instante, y aunque repite todo lo que no quiere que se le olvide, se desconcentra con facilidad y luego ya no sabe nada.
Cuando Dory recuerda que tiene una familia y va a buscarla, Marlin y su hijo Nemo —con los que ahora vive y a quienes conoce un año antes, la vez que el pequeño pez payaso se pierde— corren tras ella, porque temen que su distraída amiga de colores azul y amarillo no sepa cómo regresar.
El impulso de ir tras sus padres y nadar desesperada, ocasiona que a Dory se le pegue al cuerpo un plástico que sostiene latas de aluminio, y que los encargados del Instituto de la Vida Marina, en Morro Bay, California —lugar en el que nació— la rescaten para ayudarla.
Una vez ahí, entre estanques, museos y tiendas de recuerdos, junto a la tierna tiburón ballena y antigua amiga, Destiny, el gruñón pulpo, Hank, la dramática beluga, Bailey, Dory intenta llegar a la sección de mar abierto, donde se suponen están sus papás, mientras Nemo y Marlin se apoyan en los perezosos leones marinos, Rudder y Fluke, y en la excéntrica ave, Becky, para dar con su amiga.
Lo más importante, que distingue, hace interesante y disfrutable a Buscando a Dory existe desde Buscando a Nemo, y es precisamente Dory. No sólo por la ternura, el encanto y gracia de sus distracciones, olvidos, intentos de retener información, forma de hablar y ver, sino por otros dos aspectos, igual o más relevantes: a pesar de su limitante para recordar, tiene una capacidad de perseverancia, confianza en ella misma y entusiasmo ante la adversidad, impresionante; el otro es el amor y significado que le da la familia, tanto a la que perdió y ahora intenta encontrar por todos los medios y venciendo cuanto obstáculo se le presente, como a la que la adoptó y ayudó, y de la que ya no quiere separarse.
La animación no es novedad. Desde hace años, las posibilidades tecnológicas por medio de la computadora ayudan a que se consigan imágenes muy parecidas a las reales, en las que a veces es difícil diferenciar entre unas y otras, aunque en esta Pixar se luce con Hank —hasta ahora su mayor esfuerzo— quien les llevó mucho tiempo para crearlo.
El valor del filme está en esa frase de Marlin al final, que anima, mueve, impulsa y encierra todo: “Lo lograste Dory”. La que para los demás parecía que no era competente, fue la que, sin proponérselo, y por su entereza, persistencia y terquedad, termina dando la lección. No se la pierda… bajo su propia responsabilidad, como siempre.

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