El 25 de enero el licenciado Octavio Rivera Fárber, en la ocasión presidente del Jurado del Premio Mazatlán de Literatura, declara ante la prensa local que el ganador para la edición de 1972 resultó ser el escritor Carlos Fuentes, por su obra Tiempo Mexicano. Añadiría que el jurado por él presidido estuvo integrado por escritores, críticos literarios y rectores de universidades, quienes coincidieron en que la obra con la que Fuentes destripa a placer a Gustavo Díaz Ordaz era la mejor publicada en México en el año inmediato anterior, regla básica del PML. Primer premio literario importante en la carrera de Fuentes, tanto aquí en México, como en el extranjero, aunque ya fuera un figurón, que deslumbraba a Europa con su talento al lado de Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carpentier: el llamado “Boom Latinoamericano”. Dato relevante.
El 8 de febrero el Comité Organizador de los Juegos Florales anunciaba con bombo y platillo el programa: la Sinfónica de la RCA Víctor, el Tenor de las Américas, don Pedro Vargas y la Compañía de Danza de la UAS, dirigida por la maestra Chepina Guerra. Considerando la raquítica cartelera cultural de la época, todo un festín. Se informaba, también, que el señor gobernador del estado, Alfredo Valdez Montoya, sería el encargado de entregar el galardón y el cheque de veinticinco mil pesos al celebrado autor de La región más transparente, y Gonzalo Armienta Calderón, rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, el mantenedor de la fiesta.
Gracias a una indagación hemerográfica, pudimos detectar que el clima previo a la entrega del Mazatlán de Literatura era el clásico de carnaval. No se hablaba más que de Elvira Gloria Torrero y Alma Rosa Chío, las nuevas reinas del carnaval y los Juegos Florales, respectivamente y, cómo no, del brete de su elección, aunque el país y el estado estuvieran cayéndose en pedazos.
Hablar de periodismo cultural porteño en esos años era lo mismo que mencionar el Internet: ni existía, ni se tenía idea de qué cosa era, de modo que las menciones de Carlos Fuentes se reducían a un pequeño apartado en la columnas de sociales (un renglón, si acaso), en las que el mayor dato que se aportaba era “gran escritor, esposo de la actriz Rita Macedo”. Por ello se perdió la crónica de uno de los sucesos más impactantes de la vida cultural porteña contemporánea…