Caminos de la sierra

lorenzo teran olguin

 

Lorenzo Terán Olguín, ilustre escritor de origen duranguense, me distinguió con la entrega de un ejemplar de su autobiografía que registró con el nombre de Caminos de la sierra. Escrita con la maestría que solo dan los años del oficio, su calidad es indiscutible, es clara como el agua de las tinajas que se forman en los 365 arroyos que forman el río Tamazula. No es extraño comprobar que en esta claridad se refleje la valentía y honestidad del autor.

Aunque catalogada como biografía, esta es una historia fascinante que deslumbra en cada página. Desde aquel 5 de septiembre de 1940, fecha de nacimiento del autor, éste nos ubica en el lugar que su madre lo trajo al mundo: San Ignacio, pertenece al municipio de Tamazula Durango: “En el entorno a San Ignacio, lugar donde nací, prevalecía flora y fauna silvestre, de bosque virgen, lo que lo hacía un lugar paradisíaco, un ambiente natural único”. Completa su descripción diciendo que aquél paraíso estaba rodeado de un bosque espeso, con pinos, táscates por la orilla del arroyo que rompía el silencio, había árboles frutales: duraznos y manzanos.

Las aventuras narradas atrapan por el realismo, desarrolladas en el ambiente agreste de la Sierra Madre Occidental, en cuyo continente se encuentra el famoso triángulo dorado, compuesto por los Estados de Sinaloa, Chihuahua y Durango.

Cuando por diversas circunstancias, Lorenzo tuvo que cumplir con alguna misión, se vio inmerso en situaciones en las que hubo de enfrentar el peligro al caminar por escabrosos senderos, entre encinos, mautes, pinos, madroños; donde de repente se aparecían osos, coyotes, zorrillos, pumas, venados, ardillas, conejos, víboras, alacranes, y en los arroyos las nutrias. En más de una ocasión, sus perros el Gendarme y el Sultán, lo salvaron de un peligro de muerte.

Las duras jornadas para arriar ganado, actividad en la que se debe tener el temple necesario para conducir las riendas del caballo, conocer de los olores para captar los peligros de la fiera que acecha. Lorenzo nos narra de esas acciones libradas a temprana edad entre poblados increíbles: La Vainilla, Arroyo seco,  Copalquin, El Vallecito, San José del Barranco, Huixiopa, La Palma, El Espinal, Tabaguero, El Capulín, Metates, El Nogalito, El Arenal,  San Pedro de los mineros.

Los personajes abundan en esta historia, acciones que parece corresponder más a la ficción, pero sin duda esta realidad supera la ficción, como es el caso de los duelos a balazos y el enfrentamiento con las fieras, las carreras de caballos, las suertes de las manganas, el coleadero y gallo enterrado. Pero dentro de esta vorágine, destacan hechos por demás fascinantes y nostálgicos.

En referencia a su madre, doña Beatriz Olguín: “Mi madre amorosa, sencilla, inteligente y delicada. La recuerdo por la mañana, bañada por la luz que le llegaba desde el jardín. Parada en el portal o sentada frente al ventanal, tejiendo y bordando sus interminables manteles de hilo, con rutilantes flores y figuras de lo más variadas, y adornando con expresivos detalles…”

Apenas cumplía los 16 años, cuando Lorenzo tomó una decisión que provocaría en su vida, y en su familia, un viraje muy importante. Huyó de la sierra para venirse al valle. Es posible que en el camino reflexionara sobre los sucesos más importantes hasta entonces vividos.

Allá, en las montañas quedaban su familia: padres, hermanos, amigos y sus recuerdos. Cientos de personas, lugares y hechos que seguro acicateaban su espíritu para alcanzar sus metas. Le animaban las escenas de cuando su padre, que era gambusino de la mina de San Ignacio, lo llevó para que conociera de las faenas del beneficio del metal, de los tiempos de invierno cuando la nieve cubría el paisaje, encerrados en aquella casa de madera que formaba parte del rancho de cuatro casas. Don Eusebio, su padre, les leía en voz alta las aventuras de El Quijote, La Iliada, La Odisea, y también de cuando en 1948 formó un comité para construir con madera, un salón que sirvió de escuela desde aquel año hasta 1952, lugar donde la señorita Dolores Torres Quiñonez, por su capacidad lectora fue nombrada maestra, logrando, con el tiempo, destacar como una de las educadoras más importantes del estado de Durango.

La diversidad de emociones que experimenté al leer esta historia, me permitió aquilatar cómo se forja el carácter de un ser humano. Al apoyo y enseñanzas de sus padres, de sus tíos y hermanos mayores, Lorenzo respondió con creces. Al llegar a Corerepe, lugar ubicado en el valle agrícola de Guasave, de inmediato es atendido y guiado por su tío don Margarito Quiñonez Escamilla, hombre de extracción campesina que fundó el ejido Corerepe y fue Presidente Municipal de Guasave, lugar donde dejó una huella imborrable por su honradez y espíritu de justicia.

Lorenzo se emplea como jornalero, y en poco tiempo logra solidificarse en el lugar; al apenas cumplir los 20 años, logra trasladar a su familia de Topia, Durango, a Corerepe, Sinaloa. Fue el 3 de enero de 1961 cuando arribaron. La familia entera se afianza en el lugar, pero Lorenzo, dado su afán de buscar mejores horizontes, se prepara académicamente, incursiona en el periodismo logrando ocupar puestos importantes en las Universidades de Sinaloa y Puebla; sus luchas políticas también lo ponen a prueba, pero una vez más, su temple lo sacan a flote.

Un espacio especial es su vida bohemia, impregnada de pasajes donde la mujer ocupa un lugar importante, porque lograron sacudirlo, pero también amarlo y reconocerlo.

Caminos de la sierra encierra una historia que nos lleva a reflexionar por qué ahora vivimos un mundo que ha sido atrapado por la frialdad de los cristales. La era digital nos lleva por un sendero irreal, para luego hundirnos en un mundo descarnadamente real. Por desgracia son los jóvenes los que más salen perdiendo. Las imágenes del cristal los obliga a perder su identidad; no saben quiénes son y ni a donde van.

Los invito a la lectura de Caminos de la sierra con esta reflexión de Lorenzo: “Su lectura y el afecto en la interrogación vuelven a estas exclamaciones otra vez bosques y arena, ríos deambulando entre árboles. Los molinos vacíos o inexistentes, vuelven a llenarse de vida y alimentan el horizonte en una despedida a los amigos idos y a los que aún permanecen sobre nubes, porque en ellos he depositado mi confianza, virtud y gracia de mi vida”.

leonidasalfarobedolla.com

 

Facebook
Twitter
WhatsApp
Email
  • 00
  • Dias de Impunidad
RÍODOCE EDICIÓN 1106
GALERÍA
Se desató el caos en los Emiratos Árabes Unidos después de que el país fuera testigo de las lluvias más intensas de los últimos 75 años, registrándose en algunas zonas más de 250 mm de precipitaciones en menos de 24 horas
COLUMNAS
OPINIÓN
El Ñacas y el Tacuachi
BOLETÍN NOTICIOSO

Ingresa tu correo electrónico para recibir las noticias al momento de nuestro portal.

cine

DEPORTES

Desaparecidos

2021 © RIODOCE
Todos los derechos Reservados.