Huérfanos del Narco: nombrando a las víctimas

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JAVIER VALDEZ. Durante la presentación de su libro en Puebla.

 

 

El periodista sinaloense Javier Valdez estuvo en Puebla para presentar su libro Huérfanos del Narco, una investigación sobre aquellos de quienes nadie habla, las víctimas de un conflicto que parece arreciar y que toma formas insospechadas: orfandad sin muerte, desaparición, burla, infierno

 

Huérfanos del Narco es un libro que le da rostro y voz a los familiares de las personas que se esfuman en México, a esas familias que se convierten en fantasmas deambulantes que existen en el calvario de no saber si sus seres queridos están vivos o muertos.

El periodista sinaloense Javier Valdez, fundador del semanario Ríodoce, tuvo que vender su automóvil para financiar la investigación que dio origen a este libro, que retrata la vida de quienes perdieron a sus padres a causa de la guerra contra el narcotráfico, declarada en 2006 por el ex presidente Felipe Calderón. Las secuelas de ésta no sólo siguen sino que, al decir de muchos, parecen haber arreciado en todo el país con el gobierno de Enrique Peña Nieto.

En la presentación del libro organizada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) este miércoles 21 de octubre, el periodista Alejandro Almazán, uno de los encargados de presentar el trabajo de Valdez, contó que a Javier le surgió la idea durante una conferencia en la que una señora con ocho hijos, cuatro de ellos desaparecidos, les reclamó que habían dejado de lado a las víctimas, que estaban entretenidos sólo en los victimarios y en los shows que monta el gobierno en torno al narco. “A Javier le dolió y dijo, tengo que hacer esta historia”. Así vendió su coche. Ese periodismo, dijo Almazán, es el verdadero, “el que sale de uno, el que no espera que den viáticos o que el jefe diga”.

Martín Hernández, periodista de La Jornada de Oriente, comentó que de muchas maneras el trabajo diario con la noticia, la vorágine informativa, termina a veces sepultando la esperanza de los periodistas: “muchos de quienes nos hemos metido en este oficio desde jóvenes lo hacemos con la esperanza de poder contribuir al cambio de este país”.

Diego Enrique Osorno, quien también participó comentando el libro, dijo que a ellos como periodistas les interesa la realidad que tiene que ver con esa violencia desbordada en México, el retratar el colapso social y económico que deja el narcotráfico. Agregó que hace diez años las víctimas eran el número, la cifra, pero el libro de Javier da nombre a cada una.

Por su parte, Valdez agradeció el esfuerzo de la BUAP al organizar el evento, y mencionó que muy pocas instituciones educativas tienen esa iniciativa, pues es muy difícil que las universidades sean un espacio de debate en México.

El libro, compuesto por historias de Sinaloa, Nuevo León, Chihuahua, Guerrero, Estado de México y el Distrito Federal contiene relatos de periodistas, de policías, de empresarios, de hijos de transportistas: de gente común, dijo Valdez, como todos los asistentes a la presentación. Huérfanos del Narco no es el lado del espectáculo del narcotráfico, del show montado por las autoridades, del circo que organizan los gobiernos para distraer a la gente: esa farándula, dijo el periodista, a la que incluso los medios se prestan, tomando parte del discurso del poder.

El libro —continuó Valdez— habla de lo que es invisible: con la captura y persecución de Joaquín el Chapo Guzmán todos hablan de él, pero nadie sabe que hay alrededor de mil desplazados de Tamazula, Durango, a Cosalá, Sinaloa, y que en medio de las casas baleadas por los proyectiles disparados desde helicópteros, una mujer con su hijo tuvo que caminar cuatro días en el monte huyendo del operativo de la marina. Hay otro lado de esa guerra, dijo el escritor, donde se habla “desde el otro lado de las paredes… Hay un dolor callado, un llanto sin lágrimas bajo las cobijas de la recámara. Ese llanto no se comparte con los otros familiares, es un dolor enclaustrado.”

“Mi tarea como periodista es traerlos de regreso, regresarles esa vida, esa identidad, ese nombre y apellido. No reproducir el discurso del gobierno de que son invisibles. Porque si los desaparecidos son invisibles para el gobierno y gran parte de la sociedad mexicana, ¿qué son sus familiares? Son familias en el viacrucis de la terapia psicológica, que no son entendidos en sus escuelas, los compañeros se burlan de ellos, tienen el estigma de que son huérfanos. Y es una orfandad sin muerte. Y encima de la desaparición, la burla de los compañeros: son cadenas de espanto, de crueldad, de infierno. Son las historias de la muerte sin cadáver detrás de esas paredes, dentro de esas viviendas.”

Al ser cuestionado respecto a la situación de Puebla, el sinaloense opinó que la capital del estado es una ciudad paraíso, como en su tiempo lo fueron Culiacán y Guadalajara, sirviendo como una suerte de santuario para los narcos.

 

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