El Papa Francisco dio a conocer el 14
de junio su encíclica “Laudato Sí.
Sobre el cuidado de la casa común”.
Este documento estructurado en VI capítulos
(192 páginas), viene a contribuir
al debate ambiental en el mundo, en un
momento en que el ambientalismo se
encuentra maltrecho, carente de ideas y
sumergido en el activismo militante del
conservacionismo estático y mercantil.
El Papa Francisco, en la encíclica, ofrece
a creyentes y no creyentes un discurso
que pretende impregnar a los ciudadanos
del mundo. Desde los principios del
catolicismo y la fe cristiana, busca comprometernos
a construir un nuevo estilo
de vida basado en el reconocimiento de
que la tierra: “esta hermana clama por el
daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable y del abuso de los bienes
que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido
pensando que éramos sus propietarios
y dominadores, autorizados a expoliarla”.
Laudato Sí. No tuvo la resonancia mediática
que comúnmente acompaña una
declaración de este tipo y magnitud, es
probable que las construcciones teóricas
que ofrece el Papa Francisco en esta
carta, y el urgente llamado a la población
mundial para que se manifieste, no hayan
sido del agrado de quienes producen y reproducen
el marcado global sustentado
en un modo de producción económico
depredatorio.
A continuación enumeraré algunas
ideas centrales de este discurso, que a mi
juicio deben debatirse e incorporarse a la
discusión y a las tareas del ambientalismo
en el mundo:
1.- El desafío urgente de proteger nuestra
casa común incluye la preocupación de
unir a toda la familia humana en la búsqueda
de un desarrollo sostenible e integral,
pues sabemos que las cosas pueden
cambiar. Deseo reconocer, alentar y dar las
gracias a todos los que, en los más variados
sectores de la actividad humana, están
trabajando para garantizar la protección
de la casa que compartimos. Merecen una
gratitud especial quienes luchan con vigor
para resolver las consecuencias dramáticas
de la degradación ambiental en las
vidas de los más pobres del mundo. Necesitamos
una solidaridad universal nueva.
2.- El clima es un bien común, de todos y
para todos. A nivel global, es un sistema
complejo relacionado con muchas condiciones
esenciales para la vida humana.
Hay un consenso científico muy consistente
que indica que nos encontramos
ante un preocupante calentamiento del
sistema climático. Esto se ve potenciado
especialmente por el patrón de desarrollo
basado en el uso intensivo de combustibles
fósiles, que hace al corazón del
sistema energético mundial. Muchos de
aquellos que tienen más recursos y poder
económico o político parecen concentrarse
sobre todo en enmascarar los problemas
o en ocultar los síntomas, tratando
sólo de reducir algunos impactos negativos
del cambio climático. Pero muchos
síntomas indican que esos efectos podrán
ser cada vez peores si continuamos con
los actuales modelos de producción y de
consumo. Sin embargo, en algunos países
se han dado avances que comienzan
a ser significativos, aunque estén lejos de
lograr una proporción importante.
3.- El agua potable y limpia representa
una cuestión de primera importancia,
porque es indispensable para la vida humana
y para sustentar los ecosistemas
terrestres y acuáticos. Conocemos bien la
imposibilidad de sostener el actual nivel
de consumo de los países más desarrollados
y de los sectores más ricos de las
sociedades, donde el hábito de gastar y
tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han
rebasado ciertos límites máximos de explotación
del planeta, sin que hayamos
resuelto el problema de la pobreza. Un
problema particularmente serio es el de
la calidad del agua disponible para los pobres,
que provoca muchas muertes todos
los días. Entre los pobres son frecuentes
enfermedades relacionadas con el agua,
incluidas las causadas por microorganismos
y por sustancias químicas. Mientras
se deteriora constantemente la calidad
del agua disponible, en algunos lugares
avanza la tendencia a privatizar este recurso
escaso, convertido en mercancía
que se regula por las leyes del mercado.
4.- El cuidado de los ecosistemas supone
una mirada que vaya más allá de lo
inmediato, porque cuando sólo se busca
un rédito económico rápido y fácil, a nadie
le interesa realmente su preservación.
Pero el costo de los daños que se ocasionan
por el descuido egoísta es muchísimo
más alto que el beneficio económico que
se pueda obtener. Son loables y a veces
admirables los esfuerzos de científicos y
técnicos que tratan de aportar soluciones
a los problemas creados por el ser humano.
Pero mirando el mundo advertimos
que este nivel de intervención humana,
frecuentemente al servicio de las finanzas
y del consumismo, hace que la tierra en
que vivimos en realidad se vuelva menos
rica y bella, cada vez más limitada y gris,
mientras al mismo tiempo el desarrollo
de la tecnología y de las ofertas de consumo
sigue avanzando sin límite. De este
modo, parece que pretendiéramos sustituir
una belleza irreemplazable e irrecuperable,
por otra creada por nosotros.
5.- El ambiente humano y el ambiente natural
se degradan juntos, y no podremos
afrontar adecuadamente la degradación
ambiental si no prestamos atención a causas
que tienen que ver con la degradación
humana y social. Pero hoy no podemos
dejar de reconocer que un verdadero planteo
ecológico se convierte siempre en un
planteo social, que debe integrar la justicia
en las discusiones sobre el ambiente, para
escuchar tanto el clamor de la tierra como
el clamor de los pobres (…) el mercado por
sí mismo no garantiza el desarrollo humano
integral y la inclusión social.
Recomiendo la lectura reflexiva del
documento. Iniciemos el proceso de masificarlo.
(http://w2.vatican.va/content/
francesco/es/encyclicals/documents/
papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-
si.html)