Aún se extiende temeroso, el bosque
moribundo, los árboles demuestran en las
hojas, malestar.
Las ramas resbalan muy pronto y al caer se
pudren para no nacer, como plástico.
Se extiende en una área limitada, siempre
dudoso de su crecimiento.
Si dice a las ramas que no hay peligro, éstas
nacen y mueren en seco, si no les dice nada,
también mueren.
La humanidad es un malestar redondo,
avanza despacio, por ciclos de
ambición.
Aguarda sereno el espíritu del bosque, su
espectral figura hace el amor, con la madre tierra.
Pare juncos y encinos, que no ven la luz
del sol, viven su vida de mosca en la
semilla.
Frágil y enferma, cae muerta hecha rocío,
entre los matojos.
Y en la gran metrópoli nadie lloró. Mientras
que ella se disolvió, en lágrimas risueñas.