'Malova' y JSM: soledades hermanadas

Malova y Millán. Cosas de familia.
Malova y Millán. Cosas de familia.

Hace algunas semanas hablábamos de la soledad de Mario López Valdez cuando ha cruzado apenas la línea de la primera mitad de su mandato, gracias a que se ha estado distanciando paulatinamente de aquellos que lo apoyaron para llegar a la gubernatura y también a que el mismo presidente, Enrique Peña Nieto, adelantó los tiempos en Mazatlán, alborotando prematuramente las pasiones sucesorias.
No es el único que experimenta este sentimiento de abandono y aislamiento, a pesar del ruido que generan sus pasos, sobre todo porque las faunas de acompañamiento siempre están al alba. Hay alguien que pasa por algo similar, con la desventura adicional de que no tiene para moverse ninguna pista, salvo la mesa de su concurrido restaurante.
Juan Millán Lizárraga no asimiló tan fácilmente tener todo y de pronto no tener nada. Para un hombre de su empaque, el dinero es solo una cosa, no lo más importante. Durante toda su carrera política lo buscó y lo tuvo, lo tiene, a pesar de su perfil “obrero”.
Pero lo más importante para esta especie de dinosaurios es el poder, siempre el poder. Por ello su regreso de torero viejo a los ruedos desde El Farallón de Los Mochis aquel verano de 2009. Se sentía traicionado por Jesús Aguilar Padilla y venía por la revancha. La tuvo. Apadrinó a Mario López Valdez y demostró, contra lo que algunos pensábamos, que no era un león chimuelo.
Pero las leyes que rigen el poder, como se ha ejercido en México, son casi insalvables. Le consta sobre todo a él. Y lo que le pasó con Aguilar le ocurrió de nuevo con Malova, quien ya en la gubernatura decidió hacer su propio juego y luego también obligado por circunstancias nada desdeñables, como el regreso aplastante del PRI a Los Pinos.
Hasta ahora Millán no ha perdido la compostura. Bueno como político si se quiere, malo como gobernante sin duda, ha sido siempre fiel a una personalidad que reconocen hasta aquellos que lo abominan en secreto, pues lo consideran un líder.
Pero todo indica que empieza a hacer desfiguros. El solo manifestar en sus comilonas que hay que unir esfuerzos para la próxima contienda estatal y que el único que podría asegurar el triunfo del PRI es Jesús Vizcarra, habla por sí mismo de un hombre desesperado y hasta impotente. Es tan clara la ruptura de Millán con el actual gobernador, que ya empieza a hilvanar su propio juego, pero ahora con el agravante de que se ha mostrado dispuesto a apoyar a los que hace cuatro años satanizó. Sobre todo porque fue él quien atizó la estrategia contra el empresario de la carne desde que decidió postular a Malova por el PRI y, cuando esto no fue posible, quien lo convenció de que podía ganar por una coalición opositora, como ocurrió.
La enemistad entre Vizcarra y Millán es evidente, nació desde que Guadalupe de Jesús ganó la diputación federal por el Distrito 5 en 2003 y dijo que los votos que había obtenido se debían a su propio trabajo, a su influencia en el electorado. Millán le reclamó que sin él no era nadie, que no se enredara. Pero Vizcarra traía su proyecto y mucho dinero. Amarrada su relación con Jesús Aguilar —hizo socio de Sukarne al entonces gobernador, a uno de sus hijos y a su esposa Rosalía Camacho—, fue luego secretario de Desarrollo Económico y presidente municipal de Culiacán. Para ninguno de estos dos últimos cargos ocupó a Juan Millán y eso encabritó a un hombre acostumbrado a que le besaran el anillo, como si fuera Papa.
Por eso luchó para que Vizcarra no fuera gobernador y lo logró. Pero la lealtad tiene sus límites cuando se atraviesa el poder y el agradecimiento un tope. El gobernador sabe que Millán no es bien visto en las esferas nacionales, ni en el PRI ni en el Gobierno, y decidió mejor hacer evidente su distancia del “padre político” y cuidar su pellejo. Lo curioso aquí es que los dos están profundamente solos a pesar del poder que tuvieron. Pero tiempos traen tiempos, y más vale no hacerle al adivino.
Bola y cadena
PARECE ALGO MENOR, pero el hecho de que talen un árbol en el parque Revolución para que luzca el nombre de Juan S. Millán en el polideportivo, habla de lo mismo. No es una muestra de poder, sino de debilidad. Y peor se mira Sergio Torres permitiendo el atropello. Hace muchos años, cuando Raúl Inzunza Dagnino era alcalde de Guasave, tuvo la ocurrencia de poner una estatua de Juan Millán en un bulevar que acababan de inaugurar. La mole de fierro viejo no duró mucho porque el propio Millán le ordenó que la quitara. Pero eran otros tiempos: ahora hasta el nombre en un callejón sin salida se agradece.
Sentido contrario
TENÍA QUE LLEGAR LA FIGURA de Asociaciones Pública Privadas para que de pronto en Sinaloa y en algunos municipios surgieran necesidades tan urgentes de atender como nuevos palacios municipales, hospitales y hasta meaderos en los parques. Claro, concesionada su explotación a 25 años. No importa que la gente se siga ahogando hasta en los fraccionamientos de nueva creación, solo porque los ayuntamientos no ponen atención en el crecimiento seguro y ordenado de nuestras ciudades.
Humo negro
Y ALLÍ ESTÁN COMO EJEMPLO dos obras que hoy día se llevan a cabo, una en el bulevar Enrique Sánchez Alonso a la altura del puente que conecta con el bulevar Enrique Félix Castro, donde se construye el drenaje pluvial 20 años después de que las calles fueron entregadas y a pesar de que el río está a tres metros de distancia. La otra es en Valle Alto, por donde tuvo que pasar “Manuel” para que ayuntamiento y Fincamex se dieran cuenta que era necesario buscarle una salida ordenada al agua de las lluvias.

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