Culiacán, víctima de la barbarie

Malova en 2010. Campaña de saliva.
Malova en 2010. Campaña de saliva.

En su campaña electoral del 2010, Mario López Valdez utilizó sobre todo dos banderas para combatir a su oponente, Guadalupe de Jesús Vizcarra Calderón. Una de ellas fue la de la corrupción. Durante semanas habló de un tema que sabía prendería en el ánimo de los sinaloenses, hartos del saqueo que, desde las administraciones estatales de los últimos dos sexenios —los de Juan Millán Lizárraga y Jesús Aguilar Padilla—, había producido hornadas y hornadas de nuevos ricos, en medio del cinismo y la impunidad. La otra fue la bandera de la violencia y razones había de sobra para ello, pues, solo para ilustrar, el año de la elección estaba siendo el más violento de la historia de Sinaloa, acumulando a diciembre la cantidad de 2 mil 250 homicidios, es decir, 7.5 ejecutados diariamente.
Las calles fueron llenadas de pendones malovistas con fotografías de mujeres abrazadas y ahogadas en llanto por la pérdida de un ser querido a causa de la violencia: “Ya no más violencia—decían los carteles— no queremos más de los mismo.
Era una campaña, puede argumentarse, y que en ellas se dicen cosas para ganar votos. Que se cumplan o no ya es otra cosa. Logrado el objetivo, después vendrán las justificaciones, los malabares con las cifras, los pretextos.
En materia de corrupción, el nuevo Gobierno, el del “cambio”, fue un fracaso desde su arranque, eso está dicho hasta el hartazgo y el gobierno malovista y sus dependencias han caído mejor en el cinismo de negar todo, hasta cuando las auditorías, las estatales y las federales, le han señalado con pelos en la mano el desorden que traen en la administración de los recursos.
Pero en materia de violencia Malova se defiende. Se ampara en los números que, en algunos rubros, como el de homicidios dolosos, ciertamente han estado a la baja, aunque no tanto como para presumirlos, cosa que hace muy seguido el gobernador. Más de 5 mil homicidios en poco más de tres años —4 mil 946 reconocidos oficialmente hasta abril, más la correspondiente cuota de desaparecidos—, debiera avergonzar a cualquiera, pero la soberbia en el gobernante es inherente.
Solamente por respeto a las víctimas, Mario López Valdez debiera tratar con más sobriedad el asunto. La violencia sube o baja en nuestras ciudades dependiendo de los ánimos del crimen, no por la acción de los gobernantes, que no son capaces ni de prevenir a la gente de un chubasco. Si la procuraduría de justicia estuviera resolviendo homicidios y castigando a sus autores materiales e intelectuales, tendría el Gobierno elementos para debatir en su favor. Pero la estadística no miente: de cien homicidios se esclarecen tres o cuatro a lo sumo, y son aquellos relacionados con la delincuencia común. De cien ejecuciones del narcotráfico, no se esclarece ninguna. ¿Qué es lo que presume entonces el Gobierno?
Luego, ¿cómo explica la administración actual el crecimiento en el índice de homicidios contra mujeres? ¿Ya estudió el fenómeno? ¿Sabe sus causas? ¿Las está atacando? Es evidente que no. Como tampoco las expresiones más bárbaras de la violencia que nos azota, como el asesinato de indigentes, de personas que trabajan en la madrugada y ahora de niños de cuatro años, uno de los crímenes más salvajes de que se tenga memoria en Sinaloa.
¿Cómo explica esto el gobernador y qué está dispuesto hacer para combatirlo que no sea bailar en su próximo evento público o subirse a la trancapalanca para hacer reír a la concurrencia?
El drama que vive la sociedad sinaloense en medio de la violencia que no cesa, debiera ser suficiente razón para que Mario López Valdez tomara con más seriedad el papel que se le confirió. Sobre todo porque si hay un responsable de esta infamia que se vive todos los días en nuestros barrios, es el Gobierno. Más de alguna fechoría habían cometido ya quienes entraron a la casa de la colonia Benito Juárez y prendieron fuego a un niño de 10 años y asesinaron a otro, pero si estaban ahí es por la impunidad con que delinquen. Y eso hace responsable al Gobierno.
Bola y cadena
Por si esto fuera poco, la ciudad de Culiacán acaba de ser incluida en el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, una organización no gubernamental. Nueve de ellas son mexicanas y la capital de Sinaloa se encuentra a la cabeza. ¿Tiene algo que decir el alcalde Sergio Torres?
Sentido contrario
EL GOBERNADOR MALOVA DEBIÓ MORDERSE la lengua cuando dijo que no era justo que quienes nunca en su vida habían agarrado una pala acapararan los granos que produce el campo sinaloense, afectando a quienes viven de su trabajo. Juan Guerra, sentado entre Rolando Zubía y el diputado Heriberto Galindo, se recompuso en su asiento, serio, inmutable, entre los que asistieron al Foro Nacional de Consulta: Sinergia para Transformación del Campo. Él tampoco ha agarrado una pala en su vida y es el secretario de Agricultura.
Humo negro
EL HILO SE ROMPE POR lo más débil y ahora la Unidad de Transparencia, cuyo titular es Juan Pablo Yamuni, anuncia denuncias penales contra quienes resulten responsables en dos instituciones: el Conalep y el Registro Civil. En ninguna de estas dependencias se mueve el dinero que navega por los subterráneos de Administración y Finanzas, Educación, Salud, por decir algunas dependencias y donde se han señalado verdaderos atropellos en materia de gasto. Así, el grupo Mochis sigue intacto, mientras el Gobierno estatal hace de la transparencia una bandera desteñida y hasta ridícula.

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Operativo de fuerzas federales en el sector de La Lima, tras enfrentamiento ocurrido la madrugada de este domingo en Culiacán, que dejó un elemento de la Guardia Nacional (GN), muerto y otro lesionado .
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