Nos tocó cubrir desde Ríodoce toda la “guerra” de Felipe Calderón contra el narcotráfico. En 2008 hicimos un foro sobre la despenalización de las drogas y trajimos especialistas de Ciudad de México, de los Estados Unidos, de aquí mismo, de Sinaloa. Fuimos ambiciosos y nos salió muy bien. Nos ayudó Luis Astorga en el diseño del foro y con muchos contactos, Ethan Nadelmann, Francisco Thoumi, Humerto Broca, el general Gallardo (qepd)… José Ángel Pescador nos apoyó en el arranque y la Universidad Autónoma de Sinaloa como sede. Uno de los invitados fue Carlos Montemayor, y en su conferencia magistral alguien le preguntó qué opinaba sobre la guerra contra el narcotráfico “¿Cuál guerra? —dijo— esto no es una guerra”.
Montemayor, experto en temas de seguridad nacional —además de lingüista y tenor apasionado—, tenía razón. La de Calderón no fue una guerra; tomó la decisión de combatir el narcotráfico solo con la fuerza, a puñetazos, pero se daría cuenta muy pronto que había cometido un error. Que, en realidad, como lo ilustró un monero, no recuerdo quién, su iniciativa había sido como la del que quiere matar un panal con una escoba.
Un día, en el marco de su segundo informe de gobierno, los periodistas le preguntaron cuál era el balance de su “guerra”, y él contestó que tuvo un diagnóstico equivocado —el diagnóstico se lo tuvieron que haber dado el Cisen y las fuerzas armadas—, algo así, dijo como si vas a intervenir a un paciente por una infección, lo abres y entonces te das cuenta de que está invadido de cáncer. Para entonces ya había detenido a Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo y ese hecho desató la guerra entre los Beltrán aliados con los Zetas, en contra del Mayo y del Chapo. Y esa sí fue una guerra, pues rápidamente se extendió a varias partes del país, dejando a su paso una estela de terror y de muerte.
Ese mismo año detuvieron a Jesús Reynaldo Zambada, hermano del Mayo y, aunque ya se sospechaba, no se tuvo la certeza de que lo había puesto Arturo Beltrán hasta que lo declaró uno de sus operadores, detenido en México y extraditado a los Estados Unidos, Sergio Villarreal Barragán, el Grande, durante el juicio en contra de Genaro García Luna.
Su testimonio y el del propio Rey Zambada hundieron a García Luna. Cada uno de un bando distinto en aquella guerra que se prolongó hasta 2012. Lo conocían bien porque hicieron tratos con él. Arturo Beltrán fue el encargado de los acuerdos antes de que estallara el conflicto.
Pero muchas cosas quedaban fuera del alcance del entonces Secretario de Seguridad. Por eso en marzo de 2009, en la Ciudad de México, fuerzas del ejército detuvieron a Vicente Zambada, algo que también se le atribuye al Barbas, quien le habría pasado información a mandos militares que comían de su mano.
Arturo Beltrán pagaría caro, pues también el Mayo y el Chapo seguían teniendo los contactos con García Luna y con las fuerzas armadas. A información proporcionada por ellos se atribuye que le haya caído la Marina en un departamento en Cuernavaca, donde fue masacrado junto con algunos de sus hombres más cercanos, entre ellos Gonzalo Araujo hijo, el Chalito.
Justamente diez años después de la muerte de Arturo Beltrán, en diciembre de 2019, Genaro García Luna fue detenido en los Estados Unidos. Allá vivía y allá tenía sus empresas millonarias y sus propiedades. Cinco años estuvo en prisión hasta que lo sentenciaron a 38. Tiene posibilidades de reducir su condena si colabora contra otros acusados por el gobierno norteamericano, pero eso ya se vería después. Vaya película: el superpolicía de Calderón había sido detenido, enjuiciado y sentenciado por quienes años atrás fueron sus aliados y colaboradores en la “guerra” contra el narcotráfico. ¿Alguien recuerda la visita a México de la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton en marzo de 2009, cuando elogió la estrategia antinarco de Calderón? ¿Y que Genaro García Luna fue su principal anfitrión?
Bola y cadena
ES EL MÁS ALTO FUNCIONARIO MEXICANO juzgado en los estados Unidos por narcotráfico. Los gringos han dado un salto monumental con esto. Habían juzgado ex gobernadores, un ex procurador, el de Nayarit, Edgar Veytia, pero no habían subido el nivel hasta que dieron con García Luna. Se engolosinaron y quisieron hacer lo mismo con el ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, pero no pudieron. AMLO les echó el caballo encima y cedieron. No porque fuera inocente —nunca lo he creído—, sino por evitar, y así lo dijeron los fiscales, un conflicto diplomático.
Humo negro
HAY MUCHOS EN LA 4T que se relamen los bigotes porque García Luna colabore con el gobierno norteamericano para reducir su condena, porque piensan que podría comprometer al expresidente, Felipe Calderón, que ha dicho que nunca estuvo enterado de los lazos de su secretario con el Cártel de Sinaloa. Lo mismo pasa con la precaria oposición, que prende veladoras para que el Mayo Zambada colabore buscando evitar una posible sentencia de muerte. Como si el capo no tuviera ya intereses que cuidar, piensan que hablaría sobre sus acuerdos con el gobierno de AMLO y, en Sinaloa, con presuntas complicidades con el gobernador Rubén Rocha. Farsantes unos y otros, si ambas cosas ocurrieran terminarían todos batidos en el mismo estercolero.
Sentido contrario
SIEMPRE EN LAS GUERRAS modernas la prensa ha quedado en medio. En las guerras del narco también. El atentado contra las instalaciones de El Debate es injustificable y ominoso, reprobable. Los periodistas no somos parte, somos un enlace entre una sociedad que quiere estar informada y los hechos. Solo eso. Nuestra solidaridad con la casa editorial y con el gremio.
Artículo publicado el 20 de octubre de 2024 en la edición 1134 del semanario Ríodoce.