Dos crímenes en el mismo contexto que ha puesto de cabeza a la sociedad y al gobierno de Sinaloa y que exponen la vieja y turbia relación de narcotraficantes y políticos
Ese lunes Culiacán había amanecido tranquilo después de días y noches de zozobra, de un gobierno que dice que no pasa nada y una sociedad que se niega a volver a la normalidad, sea lo que sea que esta signifique.
Pero a las nueve de la mañana empezó a circular la noticia, por mensajes privados primero y luego en medios improvisados de noticias montados en redes sociales, de que Faustino Hernández Álvarez, líder de los ganaderos de Sinaloa, había sido asesinado en su casa.
Para cuando la especie se fue confirmando, el gobernador Rubén Rocha Moya ya estaba dando su conferencia de prensa semanal. Casi al terminar una reportera le preguntó si sabía que un líder “agrícola” acababa de ser asesinado en la colonia Parque Alameda, y dijo que no tenía confirmado el hecho. Ya eran pasadas las diez de la mañana.
Pero el crimen contra Faustino y su acompañante, Jesús Palazuelos, empleado del Ayuntamiento de Culiacán, se había consumado pocos minutos antes de las nueve de la mañana en su casa ubicada en el sector Tres Ríos.
Fue un crimen con saña, con rabia, un mensaje claro. No hay todavía una versión oficial de la cantidad de disparos que le impactaron, pero las imágenes son reveladoras de la inquina y, por lo mismo, impublicables. Un típico cobro de la mafia, un ajuste de cuentas.
Ligado a Ismael Zambada García desde hace lustros, Faustino se autodenominó “El hombre del sombrero” durante su campaña por la presidencia municipal de Culiacán en 2021. Fue por el PRI “cobijado por el PAN y el PRD”, según dijo en una entrevista que Ríodoce le hizo en mayo de 2021, un par de semanas antes de la elección.
Entró como relevo de Aarón Rivas, quien sería nombrado candidato pero que declinó ante el entonces gobernador, Quirino Ordaz Coppel, porque fueron amenazados de muerte él y su familia. Entonces Quirino le propuso a Faustino que le entrara a la contienda y Faustino le dijo que sí, pero que antes tenía que pedirle permiso a su compadre.
Se refería al Mayo Zambada. Quirino le dijo que estaba bien, que fuera a hablar con él y Faustino le respondió “sí, pero no puedo ir solo”. Y quien lo acompañó fue Ricardo Madrid, que entonces fungía como secretario de Desarrollo Social y ahora es diputado federal por Morena.
Así se tejió su candidatura, de dos puntadas. No lo nombró el Mayo, pero le dio su bendición. Como les dio su bendición a decenas y decenas de candidatos durante décadas: a gobernadores, a presidentes municipales, a diputados locales y federales, a senadores, a regidores. El Mayo, vaya, era el Padrino al que todo el mundo, o casi todo mundo, acudió a besarle al anillo como si fuera el mismísimo Papa. Vito Corleone en planta, cuando se referían a él o se dirigían a él, algunos le llamaban así, como al personaje de Francis Ford Coppola: “Padrino”.
2021, el candidato del sombrero
El 16 de abril de este año Faustino Hernández Álvarez fue ungido presidente de la Unión Ganadera Regional de Sinaloa en una asamblea extraordinaria anómala, una vez defenestrado Mario Noel Camacho Angulo, que había llegado por el mismo estilo al expulsar al primer líder ganadero del rochismo, Régulo Terraza Félix.
Se supone que la UGRS es un organismo independiente, pero su dependencia del gobierno estatal es histórica. Y no hay presidente de la ganadera que no haya llegado sin el llamado o el apoyo del gobernador en turno. Es, como en los viejos tiempos del PRI, un organismo filial al gobierno, parte de un sistema. Si antes fue del PRI y del PAN, ahora es de Morena.
Y aquí es donde cobran sentido los requiebres políticos de Faustino Hernández, pues siendo el candidato priista más afectado por operaciones de una facción del Cártel de Sinaloa el mismo día de la elección, al serle secuestrados más de cien operadores —perdió la elección por ello—, luego se fue a Morena. Y quién sabe si en este cambio de rieles políticos también hizo cambios de otro tipo.
Lo cierto es que con la detención del Mayo Zambada y su carta donde acusa haber sido engañado y secuestrado para ser entregado al gobierno de los Estados Unidos, Faustino quedó atrapado en medio de dos fuegos. Así que, usar sombrero era muy peligroso para él, pero quitárselo tal vez más.
En aquella entrevista con Ríodoce, le respondió al reportero Aarón Ibarra:
—¿De dónde salió el mote de “El candidato del sombrero”?
—No, es que es mi identidad, no es mote. Es mi autenticidad que por años he trabajado en el campo, soy ingeniero agrónomo y no es mote, es una realidad. El sombrero se lo puso Culiacán (a Faustino) y yo lo traigo no de ahorita, es un fenómeno, una ocurrencia, es una identidad que traigo desde el campo, imagínate, voy al campo sin sombrero, se me cuece la cabeza.
—Pregunto porque está el tema del famoso “Señor del sombrero”, un personaje ligado al Cártel de Sinaloa…
—A ver, ya conocen a Faustino. Mi imagen es mi identidad, yo no sé si existan los personajes o serán leyenda, lo único que te puedo decir es que mi identidad es el sombrero, soy de rancho y no me rajo.
—¿No tiene nada qué ver con el Mayo Zambada?
—Bueno, yo creo que si tú lo conoces…
—No, yo no lo conozco.
—Si tú lo conoces a lo mejor usa sombrero, yo no sé. Lo único que te puedo decir es que es mi identidad y muchos usan sombrero y no nomás aquí en Culiacán, ¿y eso qué tiene que ver?
Y Faustino sigue con los sueños. Advierte al final de la entrevista que será presidente municipal. “El hombre del sombrero”, dice, gobernará la capital.
“Voy a seguir soñando, eh. Pero soñar y trabajar por un mejor Culiacán, por un Culiacán cercano a la gente, uno incluyente, facilitador y este hombre del sombrero, lo va a gobernar”.
El costoso salto de chapulín
Algo no calculó bien Faustino Hernández. Hay en la mafia situaciones impredecibles, pero en la narcopolítica más, elementos que de pronto alguien no puede controlar. El juego entre narcos y políticos es muy veleidoso. A veces ganan todos, a veces pierden unos. Pero en niveles bajos, casi siempre pierden los narcopolíticos. Cuando pierden los de alto nivel, como Genaro García Luna, es excepcional.
Faustino Hernández se incorporó a la llamada Cuarta Transformación en aquella visita de Claudia Sheinbaum en septiembre de 2023 a Culiacán, donde Morena acogió, en medio de rechiflas y gritos de rechazo de los morenistas, a una decena de priistas. Estuvieron también Jesús Valdés, Cynthia Valenzuela, el Tony Castañeda y otros.
Y eso le valió a la postre para que el gobernador le haya dado la Ganadera. Un negocio jugoso para alguien sin escrúpulos. Los apoyos del gobierno federal para recuperar el estatus sanitario —más de 60 millones de pesos anuales—, la Feria Ganadera y sus decenas de millones en ganancias, las cuotas de las ganaderas municipales y los apoyos a éstas moches de por medio, aprovechando que nunca, nadie, audita un cinco.
Pero algo había cambiado en Faustino Hernández, que en la reunión que sostuvo con el secretario de Agricultura, Julio Berdegué, no llevó su sombrero. Fue el 21 de septiembre en Los Mochis para tratar asuntos relacionados con el sector ganadero. Estuvo el secretario de Agricultura estatal, Ismael Bello, el diputado local Serapio Vargas, con un sombrero de ala ancha, y otros dirigentes del sector.
Cuando se difundieron las fotografías del evento, incluso por la misma UGRS, algunos se preguntaban, no sin sorna, porqué Faustino no había portado su habitual sombrero. Diez días antes habían empezado los combates entre Mayos y Chapos y los sombreros se habían convertido en símbolos de la guerra y carne de los memes, un mensaje en sí mismo, de ida y vuelta.
¿Era por miedo a que lo identificaran con un bando? Se preguntaban, o ¿era porque se había cambiado de bando?
Dos crímenes, un mismo contexto
Dos crímenes que se inscriben en la narcopolítica se han cometido en los últimos días, el de Héctor Melesio Cuen y el de Faustino Hernández, que se encuadran en el mismo contexto: la detención de Ismael, el Mayo Zambada, y la guerra que esto originó entre los Mayos y los Chapos.
Tuvieron que asesinar a Cuen para que se divulgara algo que ya se sabía en los corrillos del poder, en los del palacio de gobierno y en los de la UAS. Se relacionan con la mafia y se convierten en parte de ella. Por eso la saña con que les cobran las cuentas. Con la misma furia mataron a Luis Pérez Hernández, un hombre que inició como “analista” de Gobernación, pasó a ser oreja y operador del millanismo y, al final, terminó amenazando a sus propios jefes —para entonces era Mario López Valdez, otro narcopolítico— con la información que tenía en sus manos.
Se mandó el mismo mensaje en el asesinato de Enrique Mendívil el 14 de junio de 2010, veinte días antes de las elecciones estatales. También era dirigente de la ganadera al momento de su muerte y estaba apoyando a Jesús Vizcarra Calderón para la gubernatura. El Mayo Zambada, se supo entonces, a pesar de ser compadre del candidato del PRI, estuvo apoyando a Malova.
La forma en que lo asesinaron fue también un mensaje: el hombre que andaba solo en su camioneta con un ayudante, protegido con escapularios y collares de santería, fue masacrado con cuernos de chivo y granadas de 40 milímetros.
Artículo publicado el 06 de octubre de 2024 en la edición 1132 del semanario Ríodoce.