Nelsy Saray Valenzuela
Las personas cuestionan mucho sobre si soy o no mujer yoreme, mi piel es un poco más blanca que los demás habitantes de mi etnia, pero la sangre yoreme corre por mis venas indudablemente. Por la forma que tengo de hablar y de cómo me ven platicar me dicen que parezco más una yori. Lo cierto es que desde que nací vivo en comunidad indígena, mi padre es auténtico yoreme, hijo de dos indígenas de la comunidad de Goros Pueblo; mi madre es blanca, pero unió su vida a un indígena trabajador del campo, jornalero que con mucho esfuerzo se convirtió en maestro del medio indígena. Por lo tanto, como muchos de los habitantes de comunidad yoreme, soy mestiza. Aun así, me autodefino como mujer yoreme orgullosa de mis raíces. Jamás me sentiría avergonzada de hablar la lengua indígena o de tener creencias y saberes de la comunidad que mis ancestros me heredaron.
Esto me hace recordar una historia que me contaron unos amigos de la comunidad de El Cerro Cabezón, “un yoreme no se puede casar con un yori”. Dicen que antes de la llegada de los que nos robaron nuestros tesoros y nos restaron identidad, los colonizadores, en las comunidades indígenas de nuestra etnia se vivía muy feliz. El yoreme era dichoso con lo que el monte le regalaba para vivir, la naturaleza le daba todo para ser feliz, árboles fuertes para edificar sus casas, plantas saludables de alimento, hierbas que le curaran de sus enfermedades. Qué más podían pedir.
Luego de la llegada del otro mundo a nuestra tierra todo eso se perdió, nos hicieron adoptar otras creencias y deidades, y nos fueron restando identidad obligándonos a hablar una lengua que no era nuestra.
Las mujeres fueron tomadas por esos hombres blancos, y empezaron a tener hijos. Los hombres luego se buscaron mujeres distintas y empezaron a hacer sus familias. De ahí que pocos yoremes líquidos y auténticos quedaron. La creencia dice que entre los niños y jóvenes de la comunidad indígena de los Mayos se decía que no podías casarte con un yori, con una persona que no fuera de tu grupo, porque te convertirías en cochi, vivirías entre los desechos, olerías mal y el yori tomaría tu alma para irse con Itom Atchay Öla. El yoreme le creía a sus ancestros, a los mayores que son los sabios de la comunidad.
Poco a poco la creencia fue perdiendo fuerza, nadie sabía qué sucedía en el otro mundo, no podían comprobar si después de la muerte regresabas siendo animal. Otras ideas empezaron a conquistar las mentes de los yoremes y se atendía menos la sugerencia de casarse sólo entre gente de comunidad.
Si bien es cierto que mucho mestizo habita ahora en comunidad, nuestras creencias siguen vivas a través de las palabras que nos han sido heredadas, de esas historias que seguimos contando a nuestros hijos, y de las prácticas que se mantienen vivas en mi pueblo.
Artículo publicado el 18 de agosto de 2024 en la edición 03 del suplemento cultural Barco de Papel.