Chapos y mayos: la guerra imposible

Chapos y mayos: la guerra imposible


La verdad es que el título es más un deseo que una convicción o una certeza —por aquello de que ahora todo el mundo dice que la burra es parda aunque tenga plumas de perico en las manos… para luego andar preguntando en Culiacán si lo que se escribió desde Nueva York, Washington o desde El Paso, Texas, muy cerquita de Santa Teresa, —la real, no la de Bolaño—, es así como lo dije “porque no estoy seguro”.

Las crónicas y las columnas le dan la vuelta al mundo, pero chocan desordenadamente como bolas de billar luego de que alguien deja su alma en el tiro inicial contra la piña en un juego de pool. Después de ese tiro hay que construir el juego, pero hasta ahora no hay asideros firmes, sigue el desorden informativo porque no hay a quien creerle. Sabiendo qué ocurrió realmente es que se podrían prever escenarios, el problema es que no lo sabemos. Si el Mayo Zambada se entregó voluntariamente o fue traicionado, determinará el futuro de la mafia en Sinaloa. Nada es igual para miles de familias después de una guerra entre grupos del narcotráfico; y en México, en las dos últimas décadas, hemos tenido muchas, grandes y pequeñas.

Hace años, mientras el Mayo Zambada y el Chapo Guzmán cenaban y hacían negocios juntos, la “plebada”, células de sicarios de un grupo y de otro, se mataban en las calles. Muchas masacres tuvieron lugar en Culiacán en manos de un bando o de otro, por razones incluso personales. En el caso más grave, ya preso Joaquín Guzmán Loera, el Mayo tuvo que intervenir para calmar las aguas. Fue el que sostuvieron las fuerzas del Nini contra las del Ruso a partir de noviembre de 2019, un mes después del primer culiacanazo. Empezó con una incursión del Nini al terreno controlado por el Mayo en la zona de Tepuche y terminó en un matadero bestial que puso a Culiacán, de nuevo, en los ojos del país… hasta que el Mayo sacó al Ruso de la ciudad y lo mandó a Sonora.

Ahora hay en los dos bandos una certeza: en una guerra entre ambos, los Guzmán y los Zambada, los dos pierden y no poco. Ya el Cártel de Sinaloa tuvo una guerra que inició en 2008 cuando detuvieron al Mochomo y el resto de los hermanos Beltrán Leyva se abrieron y, al final, después de miles de muertos en Sinaloa y en el país, encontraron que la guerra no es un negocio, por el contrario. Y ellos son hombres de negocios. Pero hay razones más importantes para este caso: en Sinaloa, principalmente en Culiacán, están sus familias, sus casas, su historia y, si esto fuera poco, sus muertos (véase lo que acaba de ocurrir con la capilla que guardaba los restos de la familia de los Dámaso en Eldorado). Nadie soltaría un puño de granadas en la sala de su casa con los hijos adentro. Son tan potentes los ejércitos de uno y otro —dicen que los Chapitos tienen 4 mil sicarios en su nómina—, que, si se desatara una guerra, esta no tendría precedentes y las consecuencias, por supuesto, serían impredecibles. Para ellos y para los sinaloenses.

Hay versiones de que ambos lados ya se comunicaron después del jueves 25, cuando el Mayo Zambada fue detenido en los Estados Unidos. Y que nada pasará porque el Señor del sombrero decidió entregarse a los gringos, no se sabe por qué motivos, pero que decidió entregarse. Y que entonces las cosas seguirán igual ahora bajo el mando del Mayito. Quién sabe si las cosas seguirán igual, pero por lo pronto la guerra se habría conjurado. Abajo, por supuesto, sigue habiendo mucha tensión, las armas en ristre para salir en cualquier momento… también se entiende.

Pero hay algo que no puede desdeñarse: en tiempos de guerra lo primero que hacen los narcos es sacar a las familias de la ciudad y esto no ha ocurrido, las plazas comerciales están a reventar, los restaurantes, los antros, las cantinas de rigor, las niñas que se creen buchonas compitiendo en las redes sociales para ver quién está más cabronamente buena; no hay viajes apremiantes ni cambios de celular… en resumen, aquí no pasa nada. Si hay tensión, está en otros ámbitos, incluso en el gobierno, que ha mandado fuerzas castrenses a zonas de alto riesgo, como el Valle de San Lorenzo, Sanalona, Jesús María… (justo al escribir estas líneas, un enfrentamiento en Quilá, entre el ejército y hombres armados, dejó como saldo seis sicarios muertos).

Bola y cadena
YA EL GOBERNADOR DE SONORA, Alfonso Durazo, había desmentido la versión de la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, de que el avión que trasladó al Mayo Zambada y a Joaquín Guzmán López había salido de Hermosillo, cuando la periodista Peniley Ramírez asegura que, en realidad, salió de Culiacán. Coincide con la versión de un pasajero de Viva Aerobus, que el miércoles viajó a Ciudad de México y nos contó que el vuelo, programado para las 14:15 horas se retrasó 20 minutos porque estaban esperando el aterrizaje de una aeronave. Cuando aterrizó lo vimos pasar, dijo, ese mismo bimotor en el que se llevaron al Mayo y a Joaquín.

Sentido contrario
ALGUIEN, ADEMÁS DEL PRESIDENTE AMLO, tendrá qué explicar el jodido enredo que traen con el avión que sacó al Mayo y a Joaquín del país y los entregó a los Estados Unidos. ¿O el propio AMLO estuvo al tanto de la Operación Enigma y está ocultando la verdad? ¿Se lo está ocultando a la pobre secretaria de Seguridad? ¿El Ejército y la Marina tampoco sabían nada?

Humo negro
LOS DETALLES SE CUENTAN EN LA NOTA que llevamos en esta misma edición. La pregunta es ¿quién pasó por Héctor Melesio Cuen Ojeda al campestre Condado San Francisco a media mañana y lo regresó a las 9:40 de la noche con Fausto Corrales, que tuvo que esperarlo alrededor de doce horas? ¿Por qué reunirse con “unos abogados” en una finca que no era de Melesio Cuen si tenía su propia casa en el sector Tres Ríos y una finca campestre en Huertos Valle del Sol, también en esa zona, pero del lado del Seminario?

Artículo publicado el 04 de agosto de 2024 en la edición 1123 del semanario Ríodoce.

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