El calor en nuestra región no da tregua. Nos encontramos en las últimas semanas de la temporada fuerte de calor, y es vital seguirnos protegiendo ante cualquier amenaza de este clima.

Los niños son particularmente vulnerables al calor ya que físicamente lo procesan distinto a los adultos. Las niñas y niños producen más calor por kilogramo de peso, tienen una mayor relación superficie-área-masa, que los puede llevar a absorber más calor en el ambiente, según datos de Unicef.

Otro factor que los hace más susceptibles al calor es su capacidad de sudoración, ya que esta se activa a mayor temperatura corporal que en los adultos.

Las altas temperaturas pueden provocar náuseas, dolor de cabeza, fatiga y diarrea; espasmos musculares o calambres, sudoración excesiva, irritación en la piel y boca seca.

Un golpe de calor puede provocar que los niños y niñas se pongan irritables, lloren sin razón, sin lágrimas, que sus ojos se vean hundidos o que presenten orina oscura.

Para evitar un eventual golpe de calor la Unicef recomienda, primero que nada, limitar la exposición al sol directo, principalmente en sus horas más intensas entre las 11 de la mañana y las 4 de la tarde.

Lo ideal es que se mantengan hidratados con agua simple y a temperatura ambiente; el refresco o las bebidas azucaradas no sustituyen al agua en ningún caso. De preferencia, se debe fomentar el consumo de alimentos ricos en agua como lechuga o sandía.

Es bueno que lleven bloqueador solar y ropa ligera y de colores claros. Si se trata de bebés menores a seis meses, su alimentación debe ser exclusivamente con leche materna, y la madre lactante debe tomar el agua suficiente para producir la cantidad y calidad adecuada para satisfacer las necesidades del bebé.

Es importante, además de prevenir, contar con un kit de emergencia que contenga toallas, electrolitos y un termómetro.

Artículo publicado el 24 de septiembre de 2023 en la edición 1078 del semanario Ríodoce.