El pionero en la lucha de los derechos LGBT en la ciudad, dice que, aunque hay mucha empatía por el movimiento, aún se debe buscar igualdad

No solo la violencia cotidiana que se vive en Sinaloa le provocan miedo; los crímenes de odio, los católicos tradicionalistas, también abonan, pero el maestro César Domínguez ha sorteado las piedras en el camino y no se ha detenido.

Es precavido. Las puertas de su casa no se abren si ya se ocultó el sol, aunque su voz siempre se escucha para seguir pidiendo el respeto a la diversidad, de otra manera las luchas del pasado, no tuvieran sentido.

Desde aquellos tiempos, cuando los culpaban por el surgimiento del VIH, hasta escuchar la expresión: lástima que sea gay, las cosas han cambiado y han logrado derechos, pero no todo está ganado.

“Hemos ganado muchas cosas, pero el problema es que ahora tenemos un avance enorme en los lineamientos legales, pero en la práctica estamos como en el año 1956. Estamos viendo ya el matrimonio igualitario pero los partidos, religiosos, han sido enemigos”, asegura.

“Vivimos una cultura judeocristiana, no solo nosotros somos discriminados, también las mujeres, los indígenas. Hay machismo, asesinatos, deshumanización, yo me pregunto ¿cuándo se va a acabar eso?”.

Domínguez no niega que hay cambios positivos, pero que la lucha no debe parar hasta que los derechos sean iguales para todos y existan menos agresiones. No debería haber diferencias, ni tampoco pensar que las luchas son personales.

“Cuando andábamos con lo del matrimonio igualitario decían ‘el César se quiere casar por eso anda apurado’, pero no se trata de eso, porque cuando yo me case lo voy a gritar a los cuatro vientos”, advierte.

“En esta lucha no puedes ser egoísta, que otros tengan también derechos es lo importante. Es muy bonito que los infantes digan: ‘cuando sea grande me voy a casar con otro niño u otra niña’ y que la ley los ampare”.

Ser diferente

Nació en Escuinapa en el seno de una familia numerosa. Estudió ahí la primaria y secundaria, ante el asedio, optó por formar grupos con quienes se identificaba. Eran aquellos que se observaban diferentes y se autoprotegían, también lo hacían sus maestras.

“Me di cuenta que yo era diferente, nunca pensé en tener novia, pensaba en que iba a crecer con orientación hacia los valores, ellos mismos me estaban enseñando mi ruta, me estaban diciendo que ese era mi camino. Mis papás pensaban que eso yo lo iba a corregir cuando fuera grande, no pudo ser, ni será”, cuenta.

“Desde que estaba en la primaria, había libertinaje en expresiones sexuales de parte de los niños. Siempre fui muy asediado, acosado y hacía grupos con otros niños diferentes para ir al baño, escondernos entre las maestras en las aulas, en el recreo, de esa forma nos defendíamos”.

Al ingresar a la universidad en 1978 señala, que la situación no fue distinta. Se inscribió en la carrera de economía, una carrera casi exclusiva para hombres.

Solo había una mujer en el grupo y hasta donde pudo evadió el acoso, pero al mismo tiempo en viajes a Guadalajara y Ciudad de México, se empezó a dar cuenta que no estaba solo y que existía un movimiento gay organizado.

El activismo

En los 80, conoció a Pedro Preciado, pionero en la lucha de los derechos de la diversidad sexual en Guadalajara y lo apoyó para realizar el Primer Congreso Internacional LGBT. Además, abonó al desarrollo de pruebas de VIH en la región.

“Conocí gente de Tijuana, Mexicali, empecé a unirme con ellos en la región y con ellos trabajamos en campañas contra el Sida, hacían pruebas que se enviaban a San Diego y medicamentos”, detalla.

Domínguez cuenta que en los 90 formaron un grupo gay en Sinaloa, que agrupaba también a lesbianas, apoyados por el maestro Óscar Loza Ochoa, y de ahí vino el Certamen Miss Gay anual, cuyos fondos los usaban para apoyar la causa.

Su casa, recuerda que entonces se ‘vestía’ de colores y fueron abriendo más espacios, incluso la UAS y Difocur, se sumaron a trabajar con temas de salud y entregas de despensas para familiares con enfermos de VIH.

“Con todo eso se llegó la primera Semana Cultural Gay, tuvimos colaboración del TATUAS, la gente no asistió y se suspendió, pero sí se dieron unas conferencias y programamos la primera marcha gay en 1992”.

En esa primera marcha, recuerda Domínguez que llevaron una manta grande pidiendo respeto a las lesbianas y homosexuales.

Respeto a los gay y lesbianas

El maestro asegura que no puede decir que fue el primer activista en este tema, pero sí el que logró organizar y darle otro sentido al movimiento y ver frutos como la apertura de las discos gay en la ciudad.

“Mucha gente empezó a ser empática con el movimiento; hoy tenemos dos comités de la diversidad, apoyados por Tiago Ventura y Omar Lizárraga, los dos son líderes naturales de mi plena confianza”.

“Ahorita estamos viviendo una pluralidad ideológica política, esto enriquece más el movimiento, veo más natural las diferencias de criterios, pero las causas no las abandonan, luchamos juntos contra la discriminación y los crímenes de odio”.

En su caso menciona, que siempre ha buscado protegerse. En toda su trayectoria académica como docente de preparatoria se puso candados como una especie de protección. Cero relaciones con compañeros de trabajos, vecinos, alumnos, taxistas.

“No soy rico, pero aproveché mi tiempo laboral y en el camino perdí muchas personas cuando me avoqué al activismo. Yo sigo mi camino, no me voy a detener si a alguien no le gusta, lo siento, que no me hablen. No le hago el mal a nadie”.

Artículo publicado el 11 de junio de 2023 en la edición 1063 del semanario Ríodoce.