El Museo de Arte de Sinaloa estaba bien vestido, lleno, pletórico, exultante, inundado de mujeres de todas las edades que iban acompañando a las 46 mujeres a las que el gobernador entregaría un reconocimiento por los servicios prestados al estado fuera, este, en el deporte, la empresa, la cultura, la ciencia, la lucha social, la inclusión, las profesiones y hasta reconocimientos post mortem para las que dejaron un legado.
Bien este esfuerzo de reconocimiento a las sinaloenses de antes y ahora, de acuerdo con una óptica necesariamente feminista, permite al gobernante vestirse y venderse como políticamente correcto, aun cuando la estadística negra pareciera querer echar a perder este homenaje en vivo y a todo color y negar este esfuerzo de sinergia, mediático, que aspira a dejar pegatinas en el imaginario colectivo.
Pero, en tanto sabemos si lo logra, quedan las selfis con sus abrazos y sonrisas de autosatisfacción. Y es que el reconocimiento saca a muchas de ellas del anonimato y la sensación de olvido, de la falta de visibilidad pública porque, si bien muchas de las 46 son conocidas, el resto para la media apenas existen.
No se explican el reconocimiento, aplauso y abrazo, el apretón de mano cargado de emociones, donde se les identifica como alguien importante para el estado de los once ríos y donde el discursante principal fue el gobierno. No podía haber espacio para las voces críticas y es que se hubiera caído el telón.
No obstante, nunca faltan las y los aguafiestas que sirven de contraste y nos regresan a la maldita realidad.
Y es que en las calles sinaloenses solo vimos a jóvenes de aspecto sencillo que cargaban sus cartulinas escritas, seguramente con la ira que provoca la incapacidad del gobierno.
Aquella de no poder garantizarles el principio constitucional de la seguridad pública y al no poder brindar lo mínimo las deja expuestas a las agresiones físicas, verbales, las violaciones sexuales, los feminicidios y, algo peor, la revictimización que ocurre frecuentemente, cuando golpeadas y ofuscadas, buscan en las estaciones de policía, la procuración de justicia y se encuentran con la expresión, la mirada de los agentes de: “algo hiciste”.
Acaso no dice nada que mientras las mujeres galardonadas recibían sus reconocimientos -por cierto, un marquito negro con un texto de machote- se iban satisfechas a su lugar para ser testigo de una rutina nombre, pasarela, aplausos, apretón de manos, palabras, seguramente, repetidas a cada una de ellas, sonrisas, aplausos, vuelta al asiento y al anonimato de la masa, por cierto, hasta donde alcanzó a ver en la prensa, en el Museo no hubo una sola palabra de sinergia con los reclamos de la calle.
La calle con mujeres sin rostro público, sin otro reconocimiento que aquel dado por sus pares cuando subían el tono de sus reclamos a ese gobierno que estaba otorgando reconocimientos sin satisfacer en lo más mínimo demandas que lastiman a las mujeres y sus familias.
Los colectivos feministas pusieron en el centro el tema de la inseguridad, el secuestro, las desapariciones y los desplazamientos, forzados como lo reflejan las consignas de la marcha: ¡Hoy no estamos todas!, ¡Justicia por Lydia!, ¡Nos falta una!, ¡Ni una más!…
Había sentimientos de impotencia, de rabia y desesperación en los rostros de las miles de mujeres que se manifestaron en Culiacán, Mazatlán, Los Mochis, Guasave y más allá, quizá en el silencio de los hogares o centros de rehabilitación, que se yo, lo cierto es que el tema de las mujeres violentadas está ahí en las calles, en los gritos, en las consignas, hasta en la violencia contra monumentos y figuras emblemáticas, que algunas de ellas ejercen como una forma de hacerse ver, alcanzar visibilidad así sea efímera, momentánea, brutal, para hacer ver el abandono, la ineficacia, la falsedad, la simulación de los encargados políticos y quienes procuran justicia.
Todas estas mujeres, las del Museo y las de la calle, son sinaloenses, solo que hay una gran diferencia entre ellas, las primeras satisfechas de sus logros profesionales que sin duda deben ser muy merecidos y las “desconocidas”, las de la masa, que capturó la calle, las que sienten más cerca la violencia y han decidido abandonar el miedo para mezclarse bajo el techo de una frase: ¡Ya Basta!
Artículo publicado el 12 de marzo de 2023 en la edición 1050 del semanario Ríodoce.